Caminamos bordeando un muro blanco hasta dar con un patio con una gran pileta rodeada de árboles de todo tipo, incluso, por un par de palmeras. Hay luces a nivel del piso, otras empotradas en la piscina y una vista gloriosa del lago desde esta ubicación.
―¿Te gusta?
―¿Con qué ganas salís todos los días de esta casa? Creo que me la pasaría encerrada apreciando esto, leyendo un buen libro allí mismo ―señalo uno de los mullidos sillones dobles.
―A veces se siente un poco chica, asfixiante. No sé si me entiendes...―Filosofa y creo comprender el punto.
―La soledad es un poco opresiva, ¿no?
―Exacto. ―responde y continuamos recorriendo el resto de la casa.
Como es de esperar el interior no me defrauda; muros pintados de blanco, algunos íntegramente tapizados por piedras en tonos dorados y ocres, mobiliario moderno y lujoso. Todo grita comodidad y dinero, pero sospecho que buena parte de esto ni siquiera fue elegido por él.
Paso mi mano tocando la suavidad del sillón azul que domina el centro de este enorme espacio. Hay un televisor gigante colgado de la pared frente a él y unos joystick sobre la mesa baja.
―Supongo que no jugás como vos mismo ―le digo y se ríe.
―Culpable de los cargos ―sus manos en alto me causan gracia.
Durante los siguientes minutos soy sumergida a una realidad paralela: siete habitaciones, cinco baños y medio, ventanas y balcones que miran hacia el lago y sus alrededores, una cocina abierta perfecta...
Sin embargo, lo que capta mi atención, son los cuadros que decoran la planta superior; son del mismo estilo de los que vi en casa de Guilherme, siete años atrás. Los colores, la intensidad de las pinceladas y la intrínseca firma al pie.
―Me encanta la expresividad que transmiten ―Sé poco y nada de arte, pero soy receptiva a lo que veo.
―Es de un artista local. Poco reconocido.
―Me gusta eso. ―digo para cuando me jala de la mano y me atrae a su pecho.
Su cuerpo es un imán hacia el que se dirige mi mano; poso mi palma en su corazón, ese viejo conocido para mí.
Late fuerte, impacientemente, tan o más potente que el mío.
Nuestras miradas generan rayos eléctricos, una corriente magnética indescifrable.
―Paloma, quiero una oportunidad contigo. No me importa cuánto tenga que luchar por ti, cuánto camino deba recorrer y cuántos viajes deba hacer para que esto funcione ―su aliento cálido se enreda con el mío.
Mis piernas flaquean, mi cerebro se sobre estimula.
―Rafe...―suspiro para cuando su nariz acaricia la vena de mi cuello. Encapucho mis ojos, entreabro los labios e inclino mi rostro de lado, aceptando ese toque delicioso y febril.
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"Rafe: corazón carioca" - Completa
RomanceRafe era un consagrado jugador de fútbol, millonario e indisciplinado, adorado por los chicos y envidiado por los grandes, hasta que conoció a la chica que salvaría su vida. Años más tarde, cuando la esperanza por encontrarla era casi nula, el ciel...