Capítulo XXIII: La lucha contra el miedo

56 5 1
                                    

Perspectiva de Erik

Maldita sea, maldita sea, maldita sea.

Llevaba más de una hora caminando de un lado a otro en la sala de mi hogar, después de que Kamille se desmayará por el terror de ver al Daeva la intente despertar, pero el demonio me dijo que la dejará en paz, que ella misma se levantaría en un rato. Yo lejos de sentirme tranquilo por lo que me decía ese ser, me llene de pánico y la deje en mi habitación, durmiendo en mi cama mientras esperaba impaciente verla otra vez.

-Hombrecito, quédate quieto, ella no se avivará aún- escuche la voz del Daeva, quien reposaba en su extraña forma gatuna en uno de mis sillones y me miraba con fastidio desde hacía rato.

-Lo siento, no puedo estar tranquilo, si ella no ha huido por todo lo que se dice de mí, ahora sé que apenas se despierte saldrá corriendo para nunca volver... ¿Por qué tenías que aparecer? - le pregunté, Daeva sólo se encogió de hombros.

-Tú hablaste de nuestro pacto con ella y aunque no me importa mucho a quién le dices o no sobre nuestro acuerdo, hay algo en ella que me hizo venir- hizo un silencio tan largo que me desespere, con su cola me señalo el café que había quedado en la taza de Kamille, ya estaba frío por todo el tiempo que había transcurrido: -Dame de eso y te diré, se que te mueres de curiosidad.

No tuve más remedio que hacerle caso, tomé la taza y la puse en frente del demonio, pude ver como la bebía usando su larga lengua mientras me miraba con esos ojos salidos del infierno.

Una vez termino, mantuvo la porcelana entre sus patas delanteras: -Ella es amiga de la bruja que me invoco, me habría encantado que ella fuera la intermediaria en esto, pero ni modo, me toco lidiar contigo, pequeño egoísta.

Mi piel se erizo sin poder evitarlo, ¿Alimsej seguía viva? Habían pasado más de 105 años desde que la vi por última vez, lo recordaba muy bien porque su última visita a mi hogar fue un año después de la muerte de Christine.

Era increíble saber que todavía seguía existiendo y que ahora era cercana a Kamille, pero de nuevo tuve cierto temor, ella sabia cómo era mi apariencia antes de hacer el pacto y también vivió en carne propia lo imbécil que puedo ser. Si le contaba eso a mi ángel, sería otro de los tantos motivos para no volver jamás.

-Veo que saber eso te dejo intranquilo, me place verte así, pero supongo que también debo darte una buena noticia: la bruja no está poniendo a la niña en tu contra, más bien, trata de protegerla de ti y del hombre rubio por igual- me quede pensativo, a la mujer le sobraban motivos para cuidar a Kamille de mi por lo que había pasado años atrás. Aún así, el que quiera salvarla también del Chagny me tenía preocupado, necesitaba hablar con ella, Alimsej poseía información que yo ignoraba.

-¿Dónde está esa bruja, Daeva? Debo encontrarla- le pregunte en modo suplicante al demonio, quien me sonrió.

-Trabaja en la universidad donde estudia la niña, pero no te preocupes tanto por ella. Ahora mismo te viene un problema gigante, hombrecito jaja.

Mi corazón tuvo un preinfarto, ese ser no se cansaba de hacerme sufrir: -¿De qué hablas, Daeva?- pregunte, temeroso.

-Mientras estabas sumido dentro de tu propio miedo de que ella te abandone al saber lo horrible que eres, yo me encargue de buscar en su mente y la chica está bastante preocupada sobre algo que cree que hiciste. Así que te deseo suerte, no creo que te escuche ahora jaja- dicho esto, dejo caer la taza haciendo que se rompiera y soltó una risa escabrosa para luego desaparecer.

Después del ruido, pude notar que Kamille se había levantado y que había cerrado la puerta con seguro, suspire y me aproxime para poder tocar de forma delicada la madera: -Querida, ¿todo está bien?

Me enamoré del Fantasma de la ÓperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora