Charlotte estaba fascinada con las palabras que estaban saliendo de la boca de George. Claro, que cuando había recibido su llamada, había sospechado un poco. En especial porque, con el tiempo, las invitaciones a unos cuantos tragos se habían vuelto más organizadas y menos esporádicas, lo que resultaba extraño viniendo de una persona como George, pero que se terminaba entendiendo al ver quién era su novio.
Ver a ese par junto siempre le provocaba una sonrisa admirada, ya que ni en sus sueños más locos habría imaginado que George, su George fiestero y libertino, acabaría en una relación estable con el cristiano más devoto que pudo encontrar en los seis continentes.
Entonces pasaron años en los que a pesar de estar apostando constantemente consigo misma que uno de los dos se cansaría del otro, ellos le probaban lo contrario.
Estaban tan bien juntos que hasta parecían una pareja de casados, excepto que no lo eran.
Y eso es lo que le parecía más gracioso de todo: la negativa de George de proponerle matrimonio a Samuel.
El hecho de que cada vez que parecía surgir el tema, él se erizaba como un gato antes de ser metido al agua. Y la paciencia en la mirada de Samuel al saber que la decisión final debía ser de George, porque quien abandonaría esa vida de excesos sería él —al menos en su cabeza—. El día en que le propusiera matrimonio, finalmente sería la muerte definitiva de su soltería.
Exactamente la razón por la que su ego no soportaría el gesto.
Sin embargo, ahí estaba George, impecable de la cabeza hasta los pies, con el cabello peinado hacia atrás, una mirada divertida, al otro lado de la mesa en la que se habían sentado, y una sonrisa que le cruzaba de esquina a esquina por la noticia que acababa de anunciarle.
—Me voy a casar con Samuel —le repitió George, accediendo a hacerlo solo por petición suya.
—¿Cuándo planeas proponérselo? ¿Dónde? Porque has tenido al pobre de Samuel esperando tantos años que más te vale tener algo enorme organizado —ella le dio un sorbo a su margarita.
—Creo que no me estás entendiendo —George se acomodó la manga de su camisa—. No estoy anunciándote la realización de que debo hacerlo, Lottie.
—No me digas, que...
—Ya lo hice —pronunció orgulloso de sí mismo—. Y él dijo que sí.
—¡Obvio que va a decir que sí! Tu novio estaba listo para casarse contigo desde hace cinco años. Estoy segura de que hasta disfrutaste de tu tiempo de tortura.
—Ay, Lottie, no lo creas. Fue duro —susurró entrelazando sus manos encima de la mesa—. Sabía que él lo estaba, pero yo no estaba seguro de dar el paso. Dicen que las parejas cambian al casarse... —suspiró y añadió con recelo—: No quería que la rutina nos matara.
Como la dama que era, Charlotte aguantó el grito que estuvo a punto de lanzar. En su lugar, bebió nuevamente de su copa y cubrió su sonrisa de satisfacción.
—¿La rutina, dices? Pero si ustedes viven juntos desde hace nueve años. Se ven prácticamente todo el día. Y lo más importante, no se han cansado del otro —lo último lo dijo despegando su mirada del brazalete con el que estaba jugando.
—Y esa fue la clave. No creo que nunca pueda aburrirme de Samuel.
Los ojos azules de George mostraban serenidad acompañando sus palabras, franqueza en el futuro que venía y orgullo porque sabía que sus palabras estarían desde ese momento grabadas sobre piedra.
Por el rabillo del ojo, Charlotte vio pasar a un mesero y se volteó a llamarlo. Con esa noticia servida, era momento de preparar una celebración como era debida.
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In the Winter's Trail - one shots lams
RastgeleEsta es una colección de historias, algunos cuentos y por lo general one-shots de parejas que rondan a menudo en mi cabeza. Adéntrate a mi mundo si te atreves, quedas advertido. Para más información, revisar el índice. Incluye: • Lams • Kingbury • H...