Nos consumimos como el cigarro que te encendías antes de entrar a clase, con la intención de apagar los ruidos de tu cabeza un rato.
Y lo cierto es, que quisimos mal, porque te aferraste a tus miedos aun viendo como conmigo desaparecían, y yo quería creer que te quería, cuando solo me gustaba la idea de sentir que te podía salvar de tus pozos sin fondo.
Quizás tu error fue el miedo a avanzar, y el mío era entenderte de más.
Teníamos una fecha de caducidad, mucho más cercana de lo que pensamos, porque no nos quisimos, solo tapamos heridas que no queríamos sanar.
Fue breve pero intenso, tu querías confundirme con uno de los amores de tu vida y yo quise olvidarme del amor de mi vida.
No me culpo ni te culpo, cada uno se gestionó como pudo, aunque tu forma de hacerlo fuera queriendo encarcelarme en tus monstruos y la mía fuera creyéndome tus cuentos.
Fue muy breve, pero aprendí y gané vivencias, quizás más de las que me hubiera gustado haber vivido, pero no me aferro a ello, al revés, me alegro porque me enseñaron a soltar esos nudos que me ataban al lugar que no quería volver a ocupar.
Con esto digo adiós, a ti y a todo lo que me creía incapaz de superar, mi primer punto y final que abre paso a una nueva yo, sin miedo a la derrota y con ganas de avanzar.