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Aquella mañana me decidí por ir a la empresa de papá. Pensé que cuanto antes lo hiciese, antes me dejaría una cosa hecha. El curso estaba a punto de empezar y no quería tener que ir alguna tarde.

Mi padre se fue de casa antes. Yo decidí ir por mi cuenta una hora más tarde. Una de las cosas que había decidido hacer aquel verano fue sacarme el carnet de conducir. Aunque podría haberlo hecho con dieciséis años, no me veía preparada para hacerlo. Tras mi cumpleaños, mi padre me animó a hacerlo y acepté. Ya que una de las cosas que me aportaba aquello era más libertad. Sin embargo, no pedí ningún coche, tampoco sabía acerca del tema. Michelle cedió a compartirlo conmigo hasta que según ella "empezara a salir con un universitario", algo que me parecía imposible después de todo.

Aquellos meses tuve mucho en lo que pensar. ¿Por qué creemos que las cosas puedes cambiar en un segundo? Algunos le llamamos esperanza, otros, estupidez. Tal vez era las dos cosas, una esperanza estúpida que esperaba con ansias. Porque el cambio que tenía en mente no era realmente eso, era un retroceso. Porque todo pasa por algo, ya que si no fuese así, nada ocurriría con una finalidad.

Dylan era un retroceso en mi vida.

No sé cuántas veces pude repetirlo en mi mente, pero no pude convencerme de ello. Pensar en el me hacía daño, pero aquello me hacía sentirlo algo más cerca. Y no era sano.

Algo de lo que me había dado cuenta y era consciente de ello, era que ya no podía llorar. Y aunque no lo hiciese todos notaban que estaba mal. Que realmente no era la misma Noa de hace un año.

Al subir al coche de mi hermana y colocar las llaves para así arrancarlo, sentí un pequeño cosquilleo en la tripa. Algo así como de las famosas mariposas que aparecen cuando te enamoras. Quería ahogarlas. Quería hacerlas desaparecer. Deseaba dejar de sentir.

Empecé a conducir en dirección a la empresa. Me concentré en la carretera. La radio estaba apagada, siempre tenía que conducir sin música, me recordaba a ciertos momentos que quería olvidar.

Cuando aparqué y baje del coche, me dirigí a entrar por la puerta principal del edificio. Era una edificio alto, aunque no exagerado, con muchísimas ventanas y cristaleras. Por un momento me podía imaginar allí, siendo la dueña de todo aquello. Ese futuro era fácil, tan solo tenía que estudiar la carrera, hacer algunas prácticas y después viajar a Nueva York y empezar mi vida de cero allí, trabajando en la sede de aquella ciudad. ¿Pero y lo demás?

Había mucho más que el trabajo. Me preguntaba que sería de mis padres y mi hermana. Tal vez para aquel entonces ella ya tendría hijos, y por lo tanto yo tendría sobrinos. ¿Qué sería de mis amigos? Ya no los tendría cerca. ¿Y Luna? Ella tenía que seguir en mi vida, no me imaginaba la mía con su falta.

-¿Señorita Evans?- escuché que decían.

Esas dos palabras se habían vuelto incómodas, también dolorosas. Dylan solía llamarme por mi apellido, y siempre lo relacionaba con él.

-Sí, soy yo- me acerqué al mostrador. Allí estaba el chico que me había hablado. Era uno de los trabajadores, el encargado de programar las reuniones y atender a aquellos que llegaban al edificio.

-La he visto algo perdida ¿Necesita que llame a su padre?

-No, tranquilo, no te preocupes. Y ya sabes que puedes llamarme Noa, no es la primera vez que vengo por aquí en todo el verano.

Él asintió. Sabía que lo hacía con buena intención, pero para mi era raro que me trataran con tanto educación. Era una persona más, no tenía nada de especial.

Me despedí de él y entré al ascensor que me llevaría a la tercera planta donde estaba el despacho de mi padre. Quería ser yo misma la que le informara de que había llegado. Al subir saludé a las personas que había en las oficinas, algunos de ellos habían sido de gran ayuda este verano. Toqué la puerta del despacho de mi padre como siempre y él abrió. Tras él estaba su luminoso y ordenado despacho. Siempre había soñado con que algún día yo estaría sentada en esa silla, organizando, diseñando, administrando... Haciendo todo lo que se debe hacer para que una empresa funcione bien.

La Estrella De Al Lado #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora