Capítulo 1

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Todo comenzó cuando...

Dylan Paul

París, Francia

He muerto en vida… ¿Por qué todo debe complicarse? ¿Por qué mi vida debe ser complicada? ¿Por qué todo es complicado?

Ahora estoy solo con mis dos hijos

¿Que será de mi vida y lidiar con mi trabajo?, la familia, las empresas y ahora mi vida de padre soltero.

Soy viudo y todavía no lo puedo creer. Mi esposa, mi amada esposa me ha dejado con esta carga, ¡no puedo solo!, jamás podré solo, ella debía estar al pendiente de la casa, de nosotros.

Mi trabajo era proveer a todos los que me rodean. Aún lo es.

¿Faltó tiempo en casa? ¿Falto compartir más en familia? Aún no lo sé, y jamás lo sabré, porque ella ya no está aquí, para darme aquellas explicaciones.

—¡Papá, Julieta no me quiere pasar mi maleta!.

—Julieta —la llamo un poco calmado para no perder mi cabeza.

—Papá, Emanuel es un mocoso insoportable, le estoy diciendo que se mueva, pero es un lento, por eso me tocó tirar su maleta a la alberca — paso mi mano con pesadez por mi cara.

Éste par me van a enloquecer

Miro a mi madre pidiendo a gritos su ayuda —¡Mamá, por favor!.

Mi madre ríe, role mis ojos, mire de nuevo  a mis hijos quienes corren alrededor de la alberca tratando de tirar al otro, y ya tienen sus uniformes puestos.

—¡Será que se pueden comportar como dos niños de 10 años que son! —les grite, no suelo hacerlo, pero eso lastimó a mi hija. Emanuel aprovecha que Julieta llora y la lanza a la piscina, me lance a ayudar a mi hija. Ya que se estaba ahogando, miré mal a mi hijo por su comportamiento —¡Ya no más los dos!, me tienen harto.

Salí del jardín y mire mal a mamá —¡Ayúdame, quiere! — ella me mira mal, me importaba poco, se lo estaba suplicando, no los he podido controlar, durante estos 8 meses sin mi querida esposa ha sido un infierno

Corrí escaleras arriba, mi habitación está en la última planta de la casa, gracias a que me mude a la mansión de mis padres, claro esta, para no correr con esta situación solo. Mis hijos me han dejado la última habitación arriba, así que más me demoro en llegar a esta.

Las nanas que les he conseguido a mis hijos, ninguna los aguanto, y ya veo por qué, y ni decir de los empleados de la casa, están desesperados y yo ni se diga.

Sus profesores se están quejando del comportamiento de ambos, además, que son expertos en hacer maldades.

Algunas veces se pasan con sus travesuras.

—¡Me largo! —azotó la puerta después de haberme arreglado. No vendré a esta casa hasta que la último foco de luz esté apagado.

Mi padre suele huir primero, no me da tiempo ni de correr con él.

¡Que carajos puedo hacer!, espero que me traigan mi auto, hasta que siento a mi madre en mis espaldas.

—Consigue una niñera, escucha a tu madre, será tu última alternativa, pero no esas locas estrictas que siempre consigues, tus hijos piden amor a gritos y ¡Tú tampoco se los das! —ella vuelve a la casa azotando la puerta, es algo usual en mi familia.

¡Que genio!.

Tomé mi auto y me dirigí a las empresas, el idiota de mi primo no deja de estar llamando y para rematar, el imbécil de Alex también comienza a llamar cómo loco.

Una niñera para mis Hijos © ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora