Nunca me faltó quererte.

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Es de noche cuando llega a Yiling, su caballo bufa enojado por el ritmo que lo ha hecho mantener las últimas horas bajo la lluvia, las lámparas de papel de los edificios alumbran su camino y le recuerdan el frío que se filtra en sus huesos a pesar del sombrero y la capa.

El pueblo es mucho más grande ahora, se extiende hasta casi llegar al bosque, lo cual es lógico, considerando las casi dos décadas que han pasado, hay nuevas posadas en todas partes, muchas de ellas se ven más que bonitas pero Wei Wuxian no entra a ninguna, es la nostalgia la que lo hace seguir caminos familiares, todos ellos menos agraciados y llenos barro, tanto así que cuando baja de un salto frente a una posada con muros naranjas, sus botas y su ropa inmediatamente se manchan de lodo.

En la entrada una mujer se levanta de un salto cuando lo ve, sus manos flacuchas hacen ademanes mientras le surgen distintos platillos o habitaciones. «No necesita hacerlo» piensa, ya ha decidido quedarse sin importar lo que diga. La mujer se ve encantada cuando le ofrece las riendas de Rosie, y su sonrisa se amplía más cuando al levantar uno de sus brazos para despedir a su caballo la empuñadura de su espada brilla con la luz de las farolas.

—Joven maestro ¿Es usted un cultivador? ¿Ha venido usted por la bestia del río gris?

La pregunta no lo sorprende, ha escuchado rumores en pueblos vecinos que hablan sobre una bestia con cuernos de toro, cuerpo de ciervo y patas de tigre, y tal como ella cree, ha regresado a Yiling por el Yáyû, no está aquí solo por la nostalgia está vez.

—Está usted en lo cierto guniang, pero está noche no la buscaré, mi cuerpo cansado pide a gritos un baño y una botella de vino.

—Por supuesto gongzi —dice la joven con una sonrisa y un ligero batir de sus pestañas —está no sería tan descortés cómo para pedirle que vaya a cazar a la bestia en medio de una tormenta, dentro mi hermana le ofrecerá una buena cena, yo acomodare a su caballo.

El se despide con un ligero movimiento de cabeza antes de entrar, el lugar está limpio y cálido, casi siente lástima por la persona que tendrá que limpiar las huellas de barro acumuladas tras de sí. Inmediatamente una mujer de mediana edad y un poco regordeta se acerca a él.

—Gongzi ¿está puede ofrecer un plato de sopa caliente o una taza de té?

—Preferiría su mejor vino en vez de té guniang, y si fuera tan amable de preparar un baño en la habitación junto a la calle sería encantador.

—Claro gongzi —la mujer le hace señas Indicando que la siga —usted tiene suerte, por la mañana desocuparon esa habitación.

La mujer lo sienta en una mesa cercana al bracero, Wei Wuxian se quita la capa y el sombrero empapado para ponerlos a secar cerca de las llamas, el resto de su ropa está húmeda y su cabello escurre agua por su espalda, pero no importa, será mejor una vez que se dé un baño.

El lugar sigue igual que hace tantos años, flores magenta adornan cada rincón, desde el papel de las puertas hasta los listones que sostienen las cortinas, el color destaca sobre el blanco de la pared o el café de la madera encerada, lo hace parecer un lugar acogedor, un lugar privado, un lugar perfecto para encontrarse con un amante.

La sopa lo distrae de pensamientos tóxicos, pasados turbulentos y romances nunca escritos, no es la mejor sopa, mucho menos el mejor vino, pero hacen el trabajo, el calor se filtra con cada sorbo de su cuchara y cada trago quema de esa forma familiar que Wei Wuxian ha asociado con la felicidad.

La tormenta parece arreciar afuera, las otras personas en la posada se van entre más pasa el tiempo. «Quizás debería ir a mi habitación o el baño se enfriara», razonó Wei Wuxian. Los baños calientes nunca le han fallado cuando se trata de tranquilizarlo.

Nunca me faltó quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora