Había tenido muy pocos momentos felices en mi vida, todos habían sido cortos y poco recordaba de ellos.
Nos conocimos en un parque cuando teníamos 10 años, ella jugaba a la comidita y yo me trepaba de los pequeños duendes de cemento que habían esparcidos por el lugar.
Ella era unos centímetros más baja que yo, tenía cabello castaño hermoso que le llegaba hasta los hombros y un listón rosa sobre su cabeza, sus pequeñas manos estaban manchadas de barro y de su boca salían pequeñas frases inaudibles las cuales la hacían sonreír.
Quería acercarme y preguntarle que la hacía tan feliz, porque se reí sola y cual era el secreto para no sentirte solo, mientras juegas sin nadie a tu alrededor.
Cuando sentí que levantó la mirada simplemente me quedé inmóvil, sus ojos color avellana eran tan penetrantes que te sentías juzgado, una pequeña sonrisa se asomo por sus labios y sus facciones se suavizaron, me inspeccionó de pies a cabeza, tal vez buscando algún defecto o cualquier cosa que le pareciera rara, su pequeña mano se alzó en un saludo el cual me invitaba ha acercarme un poco más, a dejar la timidez y devolverle el saludo.
-Hola- murmuró bajito, como si tuviera miedo de ser escuchada.
No podía hablar, la timidez siempre me había caracterizado y simplemente de mi boca no salió sonido.
-¿no hablas? - su dulce voz salió como una pregunta, y sus grandes ojos me miraron con ternura- ¿quieres jugar conmigo a la comidita?, ¡di que sí, por favor! - estaba entusiasmada mientras me miraba desde abajo esperando una respuesta de mi parte.
Asentí en el instante en que su oración terminó, me invito a sentarme mientras ella preparaba y cortaba con un palito, verduras imaginarias y carne hecha de hojas, todas servidas en una pequeña tabla en forma de platito, donde colocaba todos los alimentos que pronto disfrutariamos.
Ese día imaginamos que comíamos en un restaurante de alta calidad, mientras reíamos por las ocurrencias del señor Alvaro Lopez, un cliente que era comediante y que llegaba todas las tardes a nuestro restaurante. Así cada día a la misma hora nos encontrabamos en el mismo parque para jugar el mismo juego. Nos habíamos vuelto inseparables, cómplices de la felicidad y los mejores chefs de la ciudad.
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El querer
Cerita PendekSi tan solo no me hubiera enamorado de ella. Tenía la esperanza que fuera diferente, que a pesar de ser un amor no correspondido, la historia cambiaría y el final fuera positivo. Pero todos sabemos como empieza y acaba esta historia.