Capítulo 29

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Los rayos del sol se abrieron paso en la cálida mañana de un nuevo año, un año que auguraba el cambio de muchas vidas, y entre ellas, la de las dos amantes que con la mirada fija en el ventanal por la que entraba la luz solar, convinieron cómo darían a conocer la noticia de que un muerto había regresado a la vida.

Piper fue la primera que se levantó. Se lavó con el agua fría y se vistió entre miradas de deseo de la pelinegra que aún yacía en la cama. Un vestido de color lavanda le dio el aspecto de una joven recién salida del internado, no el de una mujer que ya había parido y amamantado a dos niños.

—Sigue contoneándote de esa forma y juro que te vuelvo a tirar sobre esta cama.

Ella lo miró sobre el hombro. Irradiaba felicidad. Se sentó ante el espejo y cogió de la cómoda un cepillo de carey.

—No seas perezosa y vístete —dijo apuntándole con el cepillo que tenía en la mano—, voy a reunir a todos en el salón en cuanto baje.

—Lo que usted ordene.

Y sin ningún tipo de pudor se levantó de la cama mostrando su erección matutina en todo su esplendor.

—Eres una desvergonzada —anotó ella.

Alex se acercó hasta la cómoda donde ella estaba. Apoyó los brazos a ambos lados del cuerpo de ella, miró hacia el espejo y buscó sus ojos del color del océano.

—Y tú estás preciosa.

La besó en el cuello, en ese punto donde la vena de su pulso latía aceleradamente.

—Y hueles de maravilla.

—Déjate de alabanzas y empieza a vestirte —le recriminó ella con una sonrisa en los labios—. A no ser claro, que pretendas sorprender aún más a nuestros familiares presentándote en la mesa del desayuno desnuda como tu madre te trajo a este mundo.

—Ciertamente, no —desnuda solo tienes derecho a verme tú.

La volvió a besar en el mismo sitio, pero esta vez pasando la lengua por esa vena tan encantadora.

—Alex, estate quieta.

Y deshaciéndose de sus brazos corrió hacia la puerta.

—Diez minutos. En diez minutos tendrás a todo el público expectante. Escóndete a la entrada del comedor. Dios, no puedo esperar a ver la cara de todo el mundo —y como una niña en la mañana de Navidad salió cerrando la puerta.

El sonido de su risa llegó hasta ella como un cálido viento en invierno o una fresca brisa en verano. Inundando su cuerpo de amor y alegría. Alex se acercó a la cama recogió sus pantalones y su camisa y se vistió. El día que le esperaba iba a ser agotador. Piper pidió al servicio de la casa que se mantuvieran en las dependencias de la cocina, y que nadie saliera de allí hasta que ella no lo indicase. Si algunos de los sirvientes vieron extraña esa petición ninguno dijo nada. Piper consiguió que los niños fuesen a la habitación de juegos y por fin reunió a todos los familiares en el comedor. Todos estaban allí: sus padres, sus hermanos, sus dos cuñadas. Todos querían saber qué había ocurrido en el baile la noche anterior. Dónde estaba cuando desapareció y sobre todo qué hizo en esos minutos en que nadie sabía dónde estaba.

Piper se ruborizó y lo que consiguió fue que todos la mirasen con un nuevo y renovado interés.

—Has estado muy rara estos días —indicó su padre—, ausente, despistada. No quiero ser yo quien lo diga. Eres mi hija.

—Pero todos aquí nos hemos dado cuenta que ese brillo en tu mirada corresponde a todos los síntomas de que tienes un amante —sentenció su hermano Caleb.

🔱 MY LADY 🔱 G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora