Capítulo 30

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El nuevo año que acababa de comenzar lo había hecho con sorpresas, pero desde luego no sería la primera ni la última. Cuando todos los ánimos se hubieron calmado, los ocho adultos pasaron al comedor para compartir la primera comida juntos del nuevo año. Victoria se acercó vacilante a su cuñada con paso inestable. Aún estaba como en estado shock, por eso cuando Piper extendió hacia ella los brazos, se abrazaron llorando.

-¿Desde cuando lo sabías? -preguntó Victoria.

-¿Recuerdas la cena de Nochebuena? ¿Cuándo me desmayé? -ante el gesto de asentimiento de la joven confirmándolo continuó-, la vi a través de las cristaleras del jardín. Me quedé congelada. Sus ojos estaban fijos en mí, y yo perdí la conciencia del impacto. Creí ver un fantasma salido de mi más loca fantasía -Victoria estaba anonadada-. A la mañana siguiente - prosiguió-, tu tío Gerad me trajo una nota de tu hermana citándome en el hotel donde se hospedaba. Salí corriendo y cuando la vi allí... creí que había muerto y estaba en el cielo. Sé que fuimos un poco egoístas al mantenerlo en secreto todos estos días, pero... -no terminó, se encogió de hombros y las lágrimas de felicidad bañaron su rostro.

-No es necesario que te disculpes, pero nos tuviste preocupados hasta anoche. Tu padre creía firmemente que tenías un amante.

-Y ya lo creo que lo tenía.

La amante en cuestión se acercó a las dos mujeres, y al mismo tiempo que rodeaba a su hermana con un brazo, besaba a su mujer con pasión.

Victoria no pudo dejar de sonreír, y Alex hizo algo sorpresivo.

-Parece, querida hermanita, que tu marido no pierde el tiempo contigo -acarició el vientre de su hermana abultado por su próximo hijo.

-Al menos no los hace a pares -contraatacó ella golpeándole en el estómago con el codo.

La protesta de Alex fue interrumpida por la conmoción de voces procedente del vestíbulo. Entre ellas destacaba la de don Gerad y...

-No puede ser, ¿papá? -dijeron los dos hermanos Vause al unísono.

Ambos se volvieron hacia la puerta, y, con verdadera sorpresa, vieron aparecer cinco figuras que avanzaban hacia ellos. Los ojos de la mujer menuda, que era la madre de Alex y Victoria, corrió hacia su hija y con lágrimas de felicidad se abalanzó sobre ella estrechándole entre sus brazos. -Casi no daba crédito a la carta de tu tío -comentó la mujer entre sollozos -. Creía que se había vuelto loco. Pero aquí estás, hija mía.

Luego miró hacia su nuera con ternura. Estaba espléndida. Mucho más hermosa que como ella recordaba. La conmoción por la llegada de los visitantes se hizo más patente cuando unos griteríos de niños llegaron corriendo.

-¡Abuela, abuelo! -gritaron los hijos de Caleb.

Y como si se hubiesen puesto de acuerdo todos empezaron a hablar a la vez entre risas y lágrimas. Lágrimas de felicidad de unos abuelos que no conocían a los hijos de su otra hija. Lágrimas de alegría de un padre y una madre reencontrándose con una hija que creían muerta. Lágrimas de una hermana por poder abrazar a una hermana a la que creía perdido para siempre. Y, lágrimas de gozo de una mujer por poder asir con todas las fuerzas de su corazón una felicidad que le había sido negada por una perversa y malvada mujer. Frank se acercó a su hermana, y mientras ambos se estrechaban con fuerza las manos, el padre que estaba junto a él los abrazó a ambos.

-Nunca creí que esto pudiese volver a suceder -comentó el hombre mayor-. Mis dos hijos juntos, como cuando eran pequeños.

-Ciertamente no como cuando éramos pequeños, papá ¿no es cierto, Alex?

-Creo que no -corroboró la aludida-, ahora somos nosotros los que vemos a nuestros hijos.

Y sin poder evitarlo los tres dirigieron la mirada hacia la mujer rubia que, sentada en el suelo, abrazaba a sus dos pequeños.

-Bueno, con un poco de suerte, al próximo lo veré nacer -anunció Alex.

-Supongo que regresarás con tu mujer y tus hijos a Inglaterra, ¿no? - afirmó más que preguntó su hermano Frank.

-Supongo que sí. Ya nada impide mi regreso, aunque si ella me lo pide, quizás me quede aquí.

-No puedes ni pensarlo siquiera -le demandó el duque-. Eres mi heredera, y tus hijos lo son tuyos. En Inglaterra tienes tu herencia, tus raíces.

-Y aquí están las suyas, y, aunque me pesen, las de mis hijos.

-Afortunadamente los pequeños suelen llevar muy bien los cambios - dijo Frank-, se acostumbran a todo muy rápido.

-No me importa el lugar donde esté, pero siempre que sea junto a ellos.

Todos tenían claro que regresarían. Su mujer le miró a los ojos, y como si la pregunta estuviese latente entre ellos, Piper asintió. Volverían.




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Super cortoo, sí lo se, pero no me maten, yo solo adapto la historia❤️.

No olviden dejarme sus comentarios y ⭐.

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