Fue solo un pequeño sonido, pero su oído ya se había hecho hábil en detectarlo, era como apretar un botón que de inmediato lo ponía alerta. Habían pasado pocas horas desde que habían conciliado el sueño, tal como en los últimos meses. Los meses más increíbles de su vida. Giró un poco la cabeza para mirarla, ella seguía durmiendo. De nuevo un ligero quejido llamó su atención. Con el mayor sigilo posible se puso de pie para no despertar a su esposa y rodeó la cama hasta llegar a la cuna en donde ella movía sus manos algo inquieta. Yaman la observó unos segundos antes de levantarla con sumo cuidado y acunarla en sus brazos, envuelta en pequeñas frazadas; caminó algunos pasos meciéndola. La bebé de inmediato se tranquilizó y le sonrió. Él, como siempre, se derritió ante eso y acarició suavemente su mejilla.
- ¿Qué tal si dejamos dormir a mamá unos minutos más? – murmuró Yaman. La pequeña lo miró quieta al escuchar su voz.
Seguramente en pocos minutos Seher despertaría. Y aunque esta vez el cansancio le había ganado, casi siempre era ella quien lo hacía primero. Una vez más Yaman clavó los ojos en su hija y acomodó las cobijas. Sonrió un poco al recordar cómo fue la primera vez que la tuvo en sus brazos y la emoción mezclada con miedo que le daba sostenerla, pues era tan pequeña que creía que podría lastimarla. Ahora era diferente, esos dos meses había desarrollado habilidades que nunca creyó tener y también había descubierto que los bebés eran más resistentes de lo que la gente comúnmente piensa. Su hija le enseñaba día a día cosas maravillosas y cada momento era extraordinario. Sí, incluso esas noches de desvelo valían la vida entera. Se burló un poco de sí mismo al recordar lo ingenuo que fue al desear tener gemelos y lo que aquello hubiese significado. Dos bebés qué atender seguramente hubiera sido la tarea más agotadora que hubiese enfrentado en toda su vida, aunque también sentía mariposas en el estómago al pensarlo. Y es que, al mirar a su pequeña, sentía que el universo lo hacía el hombre más feliz y afortunado.
…….
Seher había sentido la cama moverse y bastó un breve instante para escuchar a su hija despierta. Estaba a punto de abrir los ojos cuando notó que Yaman estaba fuera de la cama y se dirigía a ver a la bebé. Eran de sus momentos favoritos, así que decidió fingir que seguía durmiendo solo para observarlos tal cual: padre e hija. Él le hablaba y seguramente la pequeña lo miraba embelesada, con esos ojos obscuros y esa mirada profunda, probablemente le sonreiría y él se perdería en ese instante, meciéndola contra su pecho. Escuchó los pasos de Yaman alejarse un poco hacia la ventana y aprovechó para acomodarse y poder verlos mejor.
- ¿Qué tal si miramos las estrellas? – lo escuchó murmurar – Pero solo desde aquí, no queremos que te enfermes, ¿verdad? – agregó al detenerse tras el ventanal cerrado.
El corazón de Seher latía rápidamente: ese era él, el hombre maravilloso y amoroso que pocos tenían la fortuna de conocer y que se develaba y entregaba a su familia cada día. Un escalofrío de emoción recorrió su cuerpo y repitió en su mente la frase que él mismo pronunció al amanecer de su primera noche juntos. “Creí que no podía amarte más”, pero cada día ese amor se hacía cada vez más grande, se transformaba y se convertía en algo aún más mágico y maravilloso. Con sigilo, se puso de pie, se acercó a ellos y sin esperar más, abrazó a Yaman por la espalda, recargando la cabeza en su brazo para poder observar a su hija, él miró y besó su frente al sentirla junto a él.
- Hicimos un trato – dijo Yaman, mirando a la pequeña – ella te dejaría dormir un poco más y yo le enseñaré a encontrar su estrella – explicó.
Seher miró hacia el cielo. Y allí estaba: la Estrella del Norte brillando intensamente sobre ellos. Ahora fue ella quien le regaló un beso en la mejilla a él y a su niña. La bebé comenzó de nuevo a agitar las manos emocionada al escucharla.
- Ven conmigo Şimal - dijo Seher extendiendo los brazos hacia su hija, la niña fue con ella encantada. Con destreza, se preparó para alimentarla, mientras Yaman colocaba algunas almohadas estratégicamente acomodadas sobre la cama para que ella estuviese más cómoda mientras lo hacía.
- ¿Agua? – preguntó él.
Ella asintió mientras se sentaba, acomodando a la bebé en su pecho – Despacio amor, no se va a terminar – le susurró, masajeando su pequeña espalda.
Algunos minutos después, el sueño comenzó a vencer a la pequeña Şimal, mientras sus padres no podían apartar la vista de ella. Un susurró suave y grave llenó la habitación y aquella canción de cuna que Yaman cantaba desde que supo que Seher estaba embarazada los acompañó hasta que pusieron de nuevo a la bebé en la cuna.
- Te amo – murmuró ella somnolienta, mientras se acomodaba abrazada a él.
- Te amo – respondió él, acurrucándola más a él.
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Otras vidas
FanfictionUn vistazo al "hubiera" en un universo en el que Seher y Yaman construyen una vida juntos.