Vinicius Storm

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Habían pasado ya dos semanas. Vinicius acumulaba el odio y su mujer no le servía de desahogo. No era suficiente. Lorna sabía demasiado y, también había perdido la ocasión de maltratar a las dos mocosas.

¿Dónde estarían?

Las había buscado por todas partes. Incluso, había tenido que inventarse excusas cuando el jefe de Beatrix le había llamado para preguntarle por qué su mejor camarera no había aparecido en días. Y mentir no estaba bien. Ese era su nivel de moral: ir a la iglesia y al despacho. Saludar a los parroquianos , socializar haciendo campaña continuamente. Era una especie de héroe por haber adoptado a una huérfana. Un ejemplo a seguir.

Tiró el maletín, aflojó su corbata y vertió algo de Whisky en un vaso labrado. Las buscó al fondo del vaso. Recordó cada curva, cada grito contenido por su mano, cada intento de escapar, era excitante. Sentía el poder, recargando su organismo depravado, degenerado...no hay adjetivo que pueda usar esta autora para describir algo así.

Iría a peor. Tenía preparado el recambio. Enseñaría a Génesis a odiar a su mamá. Era mala y por eso la castigaba y, la prueba final: la niña debía convencerse de que le hacía esas cosas porque su madre no dejaba que la usara como a ella.

La ciudad no era especialmente grande. A unos kilómetros, demasiados para que hubieran llegado hasta allí a pie, se encontraba el conglomerado empresarial de los Harrington. 

Doble H,  así llamaban al director de la empresa, un joven de 25 años que nunca salía de su mansión. Solo le había visto en una ocasión y ya le odió.

Las habían visto allí.

No supo qué decir.

Solo se disculpó y subió a su coche para llegar allí lo antes posible y recuperar lo que era suyo. Suyo o de nadie. Pero no esperaba que le recibiría alguien cuyo poder le hacía ser poco menos que una cucaracha. Es lo que le pasa a los monstruos cuando les pones delante un espejo.



 Llega un momento en el que la autoestima baja a limites tan bajos que llegas a creer que no vales nada. No mereces el bien ni una sonrisa o abrazos o simplemente educación.

Eso es lo que sintieron Beatrix y Génesis. 

Pero claro. Seguirán pensando que los monstruos viven fuera de los libros.

Para verte mejor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora