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2 de noviembre del 2019. |Ecuador|

El día estaba a punto de terminar, el cielo se había pintado de amarillo, y rojo por la puesta del sol, aquello hacia un contraste hermoso con las velas pegadas en el suelo.

Cómo casi todos los años, la gente del pueblo había organizado una gran comida, acompañada de colada morada, guagas de pan, y canelazo. Todo para hacer un festín en memoria de sus muertos, siguiendo una tradición ecuatoriana muy antigua.

Catherine, llevaba tres arreglos de flores, sus amigos la vieron caminar junto a su madre hasta llegar a las tres tumbas que estaban una encima de otra. Eran las tumbas de sus hermanos mayores y su padre.

Dejó una en cada tumba, mientras que su madre dejó varios platos de comida en el suelo frente a la tumba de su difunto esposo.

Alcander decidió no llamarla y dejar que pasara ese momento con su madre, tomó un pequeño vaso de plástico y sirvió un poco de la bebida para su prima.

—Muy bien gringuita, esto no es lo más fuerte en alcohol que tenga el país, peero es dulce, y estarás de que "sí, esto no me hace ni cosquillas" y ya después vas a estar vomitando en un baño, así que por prevenir, es el único que te daré. Además, mi señora madre realmente exageró con el alcohol esta vez...

Doris sólo alzó sus cejas, no entendía nada de lo que estaba pasando, sólo sabía que la comida, las bebidas y todo a su alrededor era una tradición del país. Aunque ir a un cementerio al estar ya anocheciendo no era algo que haría comúnmente, ella estaba disfrutando el ambiente del lugar.

Aceptó el vaso que su primo le dio y lo tomó tan rápido como pudo.

Su cara delató que no había Sido una buena idea, Pues sintió como el líquido quemaba su garganta.

Alcander sonrió negando, mientras que a su lado su mejor amigo tomaba la misma bebida desde su botella.

—¿Y bien? —le preguntó Cora, la hermana menor de Demetrius.

Doris alzó sus hombros —Sabe bien —aceptó. — ¿No les dicen nada por beber alcohol a esta edad?

Demetrius dejó su botella en el suelo y miró a la joven rubia. —Bienvenida al Ecuador, dónde hay jóvenes de doce siendo madres, niños de nueve siendo drogadictos, y dónde tenemos leyes que ni los policías siguen.

Alcander le dio la razón a su amigo. —Que tomemos alcohol a los diecisiete no es que este muy bien visto, pero ya es normal. No es que estemos orgullosos de cómo va el país, pero no se puede tapar el sol con un dedo.

—Aparte, cuando hay feriado es un poco más normal —le explicó Cora—, igual no vamos a emborracharte ni nada de eso. Solo es para que pruebas.

Doris asintió, llevaba sólo una semana con ellos pero los demás ya habían entendido que ella no era una chica de muchas palabras.

Estuvieron ahí hasta que la madrugada llegó. Era común en el pueblo en el que vivían hacer una enorme fiesta en estas fechas. Cuando dieron las doce el cementerio que había estado repleto todo el día, empezó a quedar nuevamente solitario, aunque las velas encendidas, las comidas y los hermosos ramos y arreglos de flores hacia que no se viera tenebroso.

La familia de Alcander, Catherine y Demetrius había llegado en dos autos, se ofrecieron llevar a tres adultos mayores ya que no era bueno para su salud caminar hasta sus casas.

Después de salir del cementerio, se veía el pueblo en su esplendor, una casa tras otra, las carreteras limpias, y el alumbrado aún encendido. No era peligroso caminar por ahí en las noches, así que Alcander, Cora, Catherine y Demetrius no tuvieron problema en decidir llegar a sus casas caminando.

El Regreso A ÒsirysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora