Capítulo 10 - Días de vida

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"Estoy en mi casa. Todo sigue normal, todo está como antes. O al menos eso parece. 

Es de día y me acabo de levantar ya que la luz me estaba molestando -como ya no tenemos el privilegio de tener persianas, pues nos pasa eso-. No hay ni un ruido en el ambiente, todo está en calma. 

Me visto con la única ropa que me queda después de mi desastrosa caída a la miseria y bajo hacia la parte donde está la pequeña tienda de mi madre, para desayunar lo poco que ella me puede conseguir. Cuando llego, todo está del revés. Los estantes y el mostrador están colgando del techo y muestran un color mugriento en su madera. 

Busco la salida para huir de esta pesadilla pero la puerta también esta del revés e inaccesible. Doy la vuelta, pero las escaleras han desaparecido y choco contra un enorme muro que no debería estar ahí.

-¡Mamá!-grito con toda mi fuerza, aunque parece que esto no funciona. Solo un leve gruñido es el que consigue salir de mi garganta-¡Mamá! ¿Dónde estás?-lo intento de nuevo, pero nada. Es como si hubiera olvidado como se habla-Ayúdame.

Grrrrr

Mis ojos se mueven desesperadamente hacia el ruido que acabo de interceptar y, a los pocos segundos, consigo ver de dónde proviene. Una monstruosa figura, colgada del techo, me mira con cara de pocos amigos. Poco a poco va cogiendo forma y aumentando su tamaño. De cierta manera, está engullendo las ropas que están "tiradas" por el techo. Tiene la cara deformada y toda su piel tiene un color azulado verdoso oscuro, casi negro. Es como si hubiera podrido la ropa. 

Doy un paso hacia atrás y para qué lo habré hecho, pues justo cuando la punta de mi pie toca el suelo, aquella criatura -aun más grande que hace unos pocos segundos- abre su gran boca llena de puntiagudos dientes y se lanza hacia mi.

-¡AHHHH!-y esta vez si que consigo gritar.

Me tira hacia el suelo, solo que éste ha desaparecido. Ahora estamos rodeados de oscuridad. Siento su aliento en mi cuello, noto como algunos de sus dientes lo raspan, al igual que con mi espalda. Es como si me quisiera comer poco a poco, saboreando cada trozo de mi carne. Ya no le veo y lo agradezco. 

Luego, por si fuera poco ya, desliza sus manos sobre mi congelado cuerpo y me clava sus uñas por toda mi espalda. Mas la sensación que me produce no es la que debería ser. Supuestamente sus cortes son profundos -pues lo noto en mis entrañas- pero mi sangre no sale hacia afuera. Solo el dolor se hace evidente en mi.

Grito de nuevo, aunque esta vez más desgarradoramente. Si sigue así no voy a poder aguantar el dolor. Se me está haciendo eterno, al igual que la caída. Su pegajosa piel me empapa por completo y, sin poder ver ya nada, me ahogo. Ahora si que empiezo a moverme, a patalear, pero es como si estuviera rodeado de nada pero a la vez de todo.

Ayuda, que alguien me ayude...

Mi cuerpo brinca porque tiene la sensación de estar cayendo hacia algún lado. Menos mal que estoy sobre un a cama. Toco todo mi cuerpo asustado para asegurarme de que no tengo ningún monstruo pegado a mi. Luego, después de ver que no tengo nada, cojo una enorme bocanada de aire y no empiezo a soltarlo hasta que hago memoria de dónde estoy: en la casa de un amigo de Nadir. 

Realmente no se más información que esa, ser nuevo en un mundo que antes ni creías existente tiene sus desventajas, como la localización. No sé qué es lo que me ha pasado ni por qué estoy durmiendo en una cama que no es mía -aunque bueno, eso ya lo he hecho cuando me he estado hospedando en la casa de Nadir-. 

Me llevo una de mis manos al pelo para echármelo hacia atrás y, cuando lo toco, el sudor que hay pegado en mis cabellos pasa a mis manos y las llena de grasa. Debo estar cubierto de este repulsivo líquido. Sería una grandiosa idea la de ducharme. Además, así me puedo desahogar un poco y llorar porque, seguramente, no poder volver a ver a mi querida madre y este sueño me ha recordado a ella. Maldita sea, quiero saber si está bien.

Buscándote en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora