Capitulo 10

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Llevaba algún tiempo obsesionado con el hecho de que se acercaba rápidamente a los cuarenta años. Había pasado una gran parte de los últimos años trabajando para levantar su compañía constructora y ahora deseaba un hijo o hija a los que dejársela; un objetivo muy anticuado para un hombre de ideas progresistas como él.

Meses atrás decidió que, si quería casarse alguna vez, había llegado el momento de considerar una alianza así como una fusión de negocios. Buscaría posibles candidatas, elegiría la mejor y trataría de conquistarla.

Sabía que era un enfoque muy frío, pero sus esfuerzos tuvieron más éxito del que podía imaginar. Conoció a Anne en un cóctel que daba su compañía y no le resultó difícil conquistarla. En el proceso, aprendió también a apreciarla. Sabía que su futuro juntos sería tan sereno y hermoso como la mujer con la que tenía intención de casarse.

No obstante, a veces no podía evitar desear que Anne se pareciera un poco más a Amelia: fuera más aventurera, más sensual...

Sin embargo. Amelia jamás se asentaría el tiempo suficiente para tener hijos. A la mínima indicación de ataduras o compromisos, saldría corriendo. Ella era así y no podía cambiar.

Pero era una lástima. Amelia merecia también echar algún tipo de raíces.

Sí pudiera encontrar un hombre que la hiciera feliz...!

Apartó aquellos pensamientos.

— Lo siento, pero es hora de que vuelva el trabajo. —dijo.

Se puso en pie y una expresión de terror cruzó por el rostro de Anne.

— De verdad tienes que irte?
Apretó su mano con una ferocidad tampoco habitual que el hombre casi sonrió.

Casi.

Lanzó una mirada de advertencia a Amelia y se inclinó a besar a su prometida en la mejilla.

— Cómprate algo bonito — murmuró.

— De acuerdo —repuso ella, rindiéndose a lo inevitable.

James se enderezó.

— Y encárgate de que Amelia se compre también algo. No le gusta mucho hacerlo. Asegúrate de que encontréis algo que le siente bien aunque tardéis horas.

Se volvió entonces, sabedor de qué, si no lo hacía, Amelia le lanzaría una mirada furibunda. Odiaba ir de compras. Lo odiaba intensamente. Cuando no tenía más remedio que hacerlo, sabía de antemano lo que quería y donde encontrarlo con el mínimo esfuerzo.

Una lástima que no tuviera tiempo de acompañarlas. Le hubiera gustado ver cuánto tiempo tardaban en saltar chispas.

En cuanto James desapareció, Amelia tomó la mochila con su cámara, se despidió de Charles, los camareros e incluso del chef y siguió a Anne al exterior con un suspiro de derrota.

— Bueno, qué artículos delicados vamos a elegir para tu ajuar? —preguntó cuando estuvieron en el interior de un taxi.

— Todavía nos falta una lámpara para la mesa del vestíbulo, una batidora, una cafetera de capuccinos y una mantelería de treinta y seis servicios.

— Treinta y seis?

— Me gusta dar fiestas.

— Y no crees que te regalaran muchas de esas cosas en la boda?

— Lo dudo. He puesto una lista de bodas en varios lugares, pero con artículos muy específicos. Una vez casada, no tendré tiempo para devolver lo que no me guste.

— Y eso es todo lo que necesitas?
Anne consulto sus notas.

— Sí, creo que es todo.

— Pero qué hay de tu ajuar personal? La lencería de tu noche de bodas? Has comprado ya todo eso?

Te Quiero para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora