Cαpı́tulo 9

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Estuvo en el agujero dos días, lo que juzgó por las comidas que vinieron, y durante la tercera mañana, le lanzaron ropa y lo acompañaron directamente a las duchas. Se lavó rápidamente, pero a fondo, lavando con champú su pelo y secándose a conciencia para vestirse. Hizo su salida en el área comunal, explorando las caras en las mesas, su mirada fija recorriendo a los hombres que jugaban a las cartas, leían, veían la tele o simplemente daban vueltas sin hacer nada. Quackity no estaba entre ellos y las palmas de Vegetta se humedecieron, temblando de miedo. Debía haber mirado por todos lados porque Mangel saltó a la vista y sacudió su cabeza en dirección a la escalera.

Vegetta levantó la cabeza y allí en el primer pasillo, estando de pie fuera de su celda, estaba Quackity, mirándole.

El estómago de Vegetta dio tumbos con algún sentimiento extraño, indefinible. Sus piernas se sintieron inestables cuando subió la escalera despacio, tratando de parecer casual a cualquiera que mirara mientras su corazón golpeaba con tanta fuerza, que estaba seguro que maltrataría aún más sus costillas ya doloridas. Quackity se movió antes de que llegara a lo alto de la escalera, desapareciendo dentro de la celda. Vegetta alcanzó el pasillo y giró para quedar frente a la celda y vio que el chico lo miraba. La cara del menor estaba magullada, con moratones recientes alrededor de su ojo izquierdo y en su mandíbula.

Vegetta vaciló un momento porque su pecho estaba lleno de emoción y sabía que iba a hacer algo estúpido, algo que no debería hacer, que sólo iba a conseguir meterlo en problemas, pero su corazón no escuchaba a su juicio. Se adelantó a él e hizo que sus piernas anduvieran deliberadamente a zancadas hacia adelante.

Cuando entró en la celda, la expresión en su cara debió haber asustado a Quackity, porque el otro encogió la espalda, levantando las manos en defensa como si Vegetta fuera a hacerle daño. Él no hizo caso de esto. Tomó el cuerpo más pequeño con fuerza en sus brazos y besó a Quackity ferozmente.

Su compañero de celda jadeó y los brazos de Quackity fueron alrededor de él, uno rodeando su cuello, el otro ajustándose a su espalda, sosteniéndolo apretado. Abrió su boca a Vegetta y lo besó con sorpresa, necesidad y desesperación.

Si Vegetta hubiera pensado que besar a un hombre sería sobre todo brusquedad, estaba equivocado. Quackity tenía la boca como un ángel. Todo era dulzor suave y ternura. Sus manos sostuvieron a Vegetta con una posesividad como si fuera un premio preciado por el cual había luchado y había ganado.

Vegetta no podía respirar. Separó la boca de la del chico y tragó aire antes de que Quackity agarrara su cabeza e hiciera volver sus labios contra los suyos y Vegetta con mucho gusto lo besó de nuevo, empujándolo contra la pared, fijándolo allí y sosteniendo su cuerpo firmemente contra el suyo. Quackity jadeó y gimió suavemente contra su boca. Extendió sus piernas mientras Vegetta forzaba un muslo entre ellos y colocaba su pelvis deliberadamente contra el menor. Vegetta se liberó del beso cuando sintió la erección contra él.

Se dirigió a la silla de la esquina y se sentó allí un momento tratando de recuperar sus sentidos dispersados.

Podría haber besado a Quackity probablemente todo el día... hasta que sintió la erección y se dio cuenta que también estaba excitado. Algo sobre esto lo devolvió a la realidad. Podría haber fingido que el beso era inocente sin el hecho de que la erección estropeó la ilusión.

Quackity se quedó mirándolo con sus hinchados y deliciosos labios cubiertos de sangre y un bulto obvio en sus vaqueros. Y luego corrió y cayó de rodillas entre las piernas del mayor, deslizando sus manos alrededor de su espalda abrazándolo y dejando caer su cara contra su abdomen.

Vegetta miró hacia abajo a lo alto de la cabeza oscura del menor y acarició su cabello suavemente como lo hizo esa noche en su litera.

Quackity dio un suspiro suave con su cara sepultada y murmuró:

— Gracias, Vege. Por esa noche.

Vegetta no dijo nada. Solo tragó saliva y acarició la cabeza del chiquillo tratando de pensar claramente.

Quackity levantó su cabeza, puso sus manos sobre los muslos ajenos y lo miró en silencio. Vegetta levantó una mano y permitió que las yemas de sus dedos acariciaran las contusiones en la cara de su compañero de celda.

— ¿Quién hizo esto? ¿Auron?

— Sí. —Quackity apartó su mirada mientras que el mayor siguió tocando su rostro. Vegetta tuvo un sentimiento horrible en la boca del estómago con solo el lenguaje corporal del muchacho.

— Hizo... —Tropezó en las palabras.

Los ojos de Quackity se cerraron un momento y apartó su cara.

— No te vuelvas loco, por favor.

Vegetta se mantuvo frío.

— ¿Así que lo hizo?

Los ojos de Quackity se abrieron, brillando como pozos oscuros de agua. Dio un asentimiento, mordiéndose el labio.

Vegetta se levantó de la silla, pero Quackity lo empujó echándolo hacia atrás, empujándolo por los hombros.

— Escúchame. —Dijo seriamente, con las manos deslizándose hasta el rostro de Vegetta y sosteniéndola entre ellas mientras se sentaba a horcajadas sobre su regazo, encarándose a él. — No vayas a hacer nada de lo que se te está viniendo a la puta cabeza, no lo hagas. Estoy vivo, ¿verdad? No necesito que te metas en más problemas por mi culpa. Yo n-no... —Y su voz se rompió de repente, sus ojos llenos de lágrimas. — No quiero que te lleven otra vez.

Un nudo en la garganta de Vegetta, como una manzana, casi le ahoga. Agarró al menor por las caderas y tiró de él hacia sí para que el cálido y casi familiar peso, lo envolviera. Sepultó su cara en el pecho de Quackity y se sostuvo contra él como un salvavidas.

ANĐ SØ IS ŁØVE [V&Q]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora