- Cariño, despiértate, que tenemos que ir a la iglesia.- gritó mamá desde la cocina.
Me acurruqué aún más en la cama. Ya era domingo otra vez. Oí unos pasos acercándose por el pasillo, después, la puerta se abrió y entró mamá en mi habitación.
Iba vestida con un traje de color verde claro, que le sentaba como un tiro. Se había recogido el pelo en un moño alto, cosa que también le quedaba mal porque le estiraba la cara como si la sujetara con pinzas. También se había maquillado: se había echado por lo menos un bote entero de maquillaje y llevaba los ojos pintados de un azul muy intenso y los labios de un rosa feísimo.
- ¿Todavía estás así?- me preguntó retóricamente. Solté un suspiro.- ¡Venga, arriba!- me quitó de un tirón las sábanas y yo empecé a tiritar. Qué frío…- Vamos, que tenemos que ir a misa, y no podemos llegar tarde, como la última vez.
Todavía me acordaba del anterior domingo. Me había quedado tan dormida que hasta me tuvo que vestir mamá. Cuando llegamos a la iglesia (yo ni siquiera había desayunado), el cura ya había empezado a hablar. Todos se nos quedaron mirando. Recuerdo que mis padres iban todo el rato mirando al suelo, avergonzados, como si llegar tarde a misa fuera un pecado capital. A mí, en cambio, me hubiera dado igual llegar al amén. O no llegar, vaya.
Mamá sacó del armario una falda rosa y una blusa blanca. Miré asqueada ese traje. No me gustaba absolutamente nada. Eso no tenía nada que ver conmigo. Después, cogió las francesitas rosas y las medias blancas.
- Vístete.- me ordenó antes de salir de la habitación.
Suspiré con resignación y me levanté de la cama. Cogí con asco la falda rosa y la tiré a la cama. ¿Por qué me hacían esto a mí? Odiaba tener que ir a misa todos los domingos. Odiaba tener que fingir que me tragaba todos esos cuentos chinos. Odiaba que mis padres tuvieran que dirigirme la vida.
Me fui al cuarto de baño para vestirme y peinarme. Intenté mirar lo menos posible a mi imagen reflejada en el espejo. Me sentía como si llevara puesto un disfraz. No quería verme como la Sara que mis padres querían que fuera.
Me recogí el pelo en una coleta. No me gustaba llevar el pelo recogido, pero mi madre me decía que llevar el pelo suelto en la iglesia era “de mala educación”. Y llevarle la contraria a mi madre suponía dos semanas sin ordenador…
Salí del cuarto de baño y me fui a desayunar. Eran las once y cuarto. La misa no empezaba hasta las doce, así que tenía media hora para desayunar, más o menos. Como siempre, mi madre se había puesto histérica y me había metido prisa sin motivo. Cuando terminé de desayunar, volví a mi habitación. Podría oír hablar a mis padres desde el salón. Pasé de ellos.
Si al menos hubiera una sola religión que me gustara, alguna con la que pudiera sentirme identificada…
Encendí el ordenador y me conecté al Messenger. Mientras se cargaba, abrí el reproductor de música y puse algo de Mägo de Oz para animarme.
(*)(8)Elena(8)(*) hartita del instituto…¡¡¡¡juntas hasta la muerte!!!! dice:
¡¡Hola guapaa!!
=]Sarita=] odio los domingos… te quiero boba :D dice:
¡¡Hola carii!! ¿Qué tal?
(*)(8)Elena(8)(*) hartita del instituto…¡¡¡¡juntas hasta la muerte!!!! dice:
Muy bien… Pff, tengo muchísimo sueño…
=]Sarita=] odio los domingos… te quiero boba :D dice:
Supongo, porque es muy raro que estés tú levantada a estas horas… ¡¡son las 11!! xDD

ESTÁS LEYENDO
Besos Prohibidos
FantasyDesde siempre, ángeles y demonios se han enfrentado. Su instinto los lleva a luchar hasta la muerte, aunque tengan familia y algo por lo que seguir adelante. Pero para toda regla hay una excepción, y a lo largo de los siglos, una pareja formada entr...