◇ Capítulo No. 4 ◇

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-Te escuché muy bien. Lo hice, pero no puedo ayudarte con lo que dices. No le mentiré a tu abuelo ni al padre Wayar.

-Entonces ¡Lárgate de aquí! ¡Encárgate de tus propios asuntos! Y diles a todos que no comeré nada de lo que traigan ¿Puedes al menos hacer eso? Para que se eviten la fatiga de venir.

-Saint, considero que no hemos terminado de hablar.- dijo Zee

-¡Vete de una vez! Gritó

Zee salió de la habitación sintiendo un gran alivio, sus piernas estaban algo temblorosas, se limpió un poco el sudor que tenía en la frente. En conclusión; ese chico no estaba poseído. Tampoco estaba de acuerdo que lo tuvieran encerrado con llave. Era un ser humano después de todo. Alguien que merecía ser tratado con cortesía, pero después de haber hablado con él, estaba convencido de que escaparía en la primera oportunidad sin siquiera hacer el intento por corregir sus pensamientos. "Señor ¿Qué debo hacer?" Pensó Zee.

Dejo que las horas de oración le devolvieran un poco la confianza y al terminar la cena con los demás seminaristas se acercó a la cocina para agradecerles a los cocineros de su deliciosa comida y pedirles algo más.

Zee les pidió que le prepararan una charola con comida, iba a arriesgarse a llevarle la cena, no podía dejarlo así.

Ya pasaban de las ocho. Así que tenía media hora para ir al encierro de ese chico y tratar de convencerlo para que comiera. Pensaba que el castaño aun estaba creciendo y necesitaba alimentarse ¿Cierto? Una parte de Zee sentía el deseo de protegerlo, de guiarlo hacia el camino del bien, el camino de Dios. Pero su otra parte estaba aterrorizada de no saber qué hacer, como actuar ante tal situación y no lucir como un completo inexperto frente a alguien que era menor que él y que parecía tener más conocimientos sobre la vida.

-Zee murmuraba mientras le pedía a Dios que lo ayudara, y que lo iluminará para poder actuar de la mejor manera.- Siguió murmurando muy bajito y abrió la puerta de esa habitación por segunda vez en ese día. Puerta que frenaba la libertad de Saint.

-No pensé que regresarías.- comento Saint con una risilla burlona.

-Debes comer algo.- Respondió el pelinegro.

-Quien sabe padre, si esa comida es vendita. Podría echar espuma por la boca y expulsar un demonio dentro de la habitación.

Eres tan irritante, murmuró Zee y colocó la charola sobre la mesilla y acomodó la silla para que Saint se sentara a comer de una vez.

-Come.- dijo con tono autoritario

-¿Vas a ayudarme? ¿Le dirás a mi abuelo y a mi tío que hablaste conmigo y parece que entre en razón?

-Saint te dije que no mentiría. Estaría cometiendo una gran falta si lo hago, estaría pecando.

-Entonces vete y llevate tu estúpida comida.

-Saint te pido que te des una oportunidad. Escucha a dios en tu interior, él clama por tu bienestar. Dios ha diseñado un plan perfecto para ti. Solo debes de descubrir de qué se trata ese plan y dejarte guiar por ese camino.

-Saint se levanto de la cama y empezo a caminar hacia Zee ¿Qué pasa con esa basura, padre? Preguntó acercándose aun más ¿Qué pasa si no quiero cambiar mi camino? Dijo y Zee topo contra la puerta, quedando acorralado.

Saint tomó el rosario que Zee tenía en su cuello y beso la pequeña cruz ¿Crees que por hacer algo tan estúpido como esto podré corregirme? ¿Crees que besar un objeto cambiarán las cosas? Dijo halando el rosario y haciendo que Zee bajara el rostro y se acercaran a un más a él -. Respóndeme ¿Crees que eso cambiaría algo? ¿Estás de acuerdo en que finja ser alguien que no soy? ¿Estaría bien fingir que soy un seguidor de dios cuando ni siquiera creo en su existencia? ¡Que me respondas! Gritó.

-Deja de blasfemar- Zee empezaba a molestarse.

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