Capítulo 3: Adrián.

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Era un edificio normal y corriente, como cualquier instituto. Tenía cuatro plantas. Hacía muchos años había sido un monasterio, y la única parte que quedaba de él era el patio interior. Entramos en el instituto, desanimadas. ¿Quién tiene ganas de hacer un examen de Física y Química un lunes a primera hora?

Entramos en clase y nos sentamos cada una en su mesa. Antes me sentaba con Elena, pero acabaron sentándola con Javier porque conmigo hablaba mucho. Pero habían metido la pata hasta el fondo: Javier y Elena estaban saliendo, por lo que no habían arreglado mucho la situación.

Tocó el primer timbre y la gente empezó a separar las mesas para el examen. Pero pasaban los minutos y el profesor no venía. Y eso era raro: Ángel –el profesor-, nunca llegaba tarde.

- Tía, qué raro, el lapos no ha venido…- me dijo Elena.

“El lapos” era el mote del profesor. La forma más sencilla de explicar el porqué de ese mote era viendo los paraguas y chubasqueros que se traían los que estaban sentados en la primera fila.

- No te hagas muchas ilusiones.- dije, desconfiada.- Este es capaz de llegar tarde para que no nos dé tiempo a hacer el examen y así pueda suspendernos a todos.- tenía razón: era un profesor con muy mala idea.

Estuvimos un rato esperando, y cada vez nos ilusionábamos más con la idea de perdernos un examen. Hasta que entró Carmen, la directora. Era alta, delgada, con gafas y el pelo recogido en un sempiterno moño. Todos los días vestía con los colores del colegio. Podía parecer intimidante, pero en realidad era muy maja.

- Buenos días.- nos saludó.

Antes, todos estábamos revolucionados, cada uno parloteando con alguien, yendo a su bola. Ahora, cada uno estaba correctamente sentado en su silla, rectos y mirando hacia delante. Todos, en el fondo, temíamos a la directora, por muy bien que nos cayera. De todas formas era “la máxima autoridad” del instituto.

- Buenos días.- la contestamos a coro.

- Ángel no ha venido.- nos dijo. Todos nos sonreímos, emocionados. ¡¡Genial!! Nos perdíamos el examen de Física y Química.- Así que me quedaré con vosotros y, ya que estoy, os presento a vuestro nuevo compañero. Acaba de llegar de Madrid y espero que lo recibáis como se merece. Esperad un momento.

La directora salió y, en cuanto se cerró la puerta, la clase se convirtió en un hervidero de voces que hablaban entusiasmadas. No sólo nos íbamos a perder un examen, sino que también íbamos a conocer a un nuevo alumno. Era un doble regalo para nosotros.

Pasaron unos minutos, que yo dediqué a pensar en lo que Elena me había comentado sobre los nuevos. ¿Sería cierto el rumor que contaba Cristina? En cualquier caso, sentía mucha curiosidad por saber quién iba a ser nuestro nuevo compañero. Entonces, entró la directora.

- Chicos, quiero presentaros a vuestro nuevo compañero, Adrián Ruiz.

Entró en la clase un chico alto, de pelo castaño claro, casi rubio, con los ojos verdes. Sus músculos se marcaban a través del jersey del uniforme. Me estremecí al verle, sin saber por qué. Recorrió la estancia con la mirada, fijándose en cada uno de los alumnos, en cada detalle de la clase, en cómo estábamos sentados. Entonces, reparó en mí. Como si nos conociéramos de toda la vida, nos sonreímos. Y, en realidad, me sonaba de algo, pero no lograba recordar de qué…

- Hola.- dijo con voz suave.

Tenía una voz preciosa. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué no me dejaba de mirar? ¿Por qué no podía apartar la vista de él?

- Bueno, como no conoces este sitio, tendrás que ir con alguien para que te enseñe el instituto…- dijo la directora. “Que me toque a mí, que me toque a mí…”, pensaba una parte de mi cabeza. Yo estaba en algo semejante al estado de shock.- Emm… ¿por qué no te sientas con Sara?- alcé la cabeza, emocionada. ¿Me iba a tocar con él? ¿Con Adrián?- De paso, podría enseñarte el instituto.

Besos ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora