♡《 Capítulo 17》♡

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♡《 Capítulo 17》♡

Un pozo profundo.

La rubia giraba en su habitación ansiosa, dando un par de vueltas después de unos cuantos pasos, pero su mente era la que más revoloteaba. No dejaba de jalarse la piel del rostro al pasar sus palmas por ella preocupada de estar embarazada. Ni siquiera se imaginaba un día más en esa casa. Ahora, con un bebe. Era impensable y aterrador.

Ja. Se rió de sí misma. Tanto esfuerzo y por un desliz, una duda que le estaba costando todo su plan. Tener un hijo de ese maldito... se odiaría lo que restara de vida si llegaba a traerlo al mundo. Pero era una criatura inocente y eso la enloquecía más. No tenerlo era un pecado peor que todos los cometidos. Sin embargo, no creía posible vivir viendo al pequeño.

Tanto tiempo juzgando a su madre por no quererla por su género y ahora, era ella la que no deseaba un hijo. Que ironía era la vida. La pateaba sin piedad.

—Mi señora—Susurró Lucrezia, su cabecita se asomo suave por la puerta, después su cuerpo y los labios se escondieron un poco —No encontré a su hermano. Está en un voluntariado... ya sabe, para darle tiempo a su esposa por lo sucedido.

—No puede ser—El dolor de cabeza, la ansiedad y el miedo subió rápido.

—Pero, su otro hermano me ha dicho que le entregue esto—Sacó de su delantal una pequeña carta sellada —La ha escrito rápido y me dijo que debía abrirla cuanto antes.

La rubia solo asintió, leve. Con apuro la abrió para ver la caligrafía espectacular de Aedus quien no cometía ni un error al mover la pluma sobre el papel. Ya el corazón le tambaleaba de todo el suspenso.

Hermana, te saludo con cariño.

Tu empleada me ha informado de la necesidad de nuestra presencia.

Easton volverá para vuestro cumpleaños, entonces podrás hablar con él.

Sin embargo, si hay algo que pueda hacer por ti,

No dudes en buscarme.

Con mis mejores deseos, Aedus.

Bien. Su cumpleaños sería en una semana y eso la tranquilizo un poco. Por el momento, trataría de ocultar el embarazo y decir que solo era enfermedad.

Tenía miedo de que Beth arrojara calumnias. Mejor dicho, verdades que tendría que resolver con más mentiras. Lo que fuese estaba dispuesta a afrontarlo. Pero estaba segura de que no tendría a ese bebe, no lo haría así fuera tildada de lo peor que existiera.

Gaspar empezó a buscarla por las tardes para beber té y ella fingiendo alegría lo atendía. Desde entonces pensó que sería bueno comenzar a darle pocas cantidades de matalobos. No demasiado. Ambos bebían el té que ella preparó y cada sorbo suave del hombre era dulce música para sus oídos.

—Hoy estás preciosa—dijo con suavidad. Últimamente daba más cumplidos y la rubia sonreía tímida. Debía interpretar un buen papel. No era una reina del drama. No como su hermano, pero talento no faltaba.

—Tú también—él posó su mano en la rodilla de ella. Subío por la extremidad hasta sus muslos donde sintió escozor y repulsión. Mantuvo la calma e iba a retirarse con intención de parecer sin interés de eso ahora. Por otro lado, la sirvienta que era su amante estaba presente en la habitación. Quería hacerla hervir un poco en su lugar por lo que se adelantó a besar a Gaspar. Beth apretó sus puños en el rincón con ganas de arrancarle a esa rubia el corazón. Miró a otro lado incómoda e intentó irse, pero Angela no la dejó escapar —Beth— la llamó y Gaspar se tensó al no darse cuenta de la presencia de ella — Puedes traerme mis medicinas.

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