Admirador secreto

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Admirador secreto



Era miércoles por la noche, Harry suspiró profundamente mientras leía aquella nota tras del mostrador de la cafetería donde trabajaba. Eran pasadas las diez y el negocio estaba muerto, no acudían muchas personas a esa hora y en mitad de la semana, lo cual agradecía pues de esa forma lograba leer por décima vez la carta escrita con la más pulcra y dedicada caligrafía.

Su amigo Ron se acercó por la espalda sin poder evitar sonreír al escucharle el suspiro.

— ¿Otra carta de tu admirador?

Harry asintió con una sonrisa que pretendió parecer indiferente, sin embargo, reflejaba a todas luces su ilusión.

— ¿Tienes idea de quién sea? —cuestionó el pelirrojo aprovechando la ausencia de clientes para sentarse.

— No, debe ser alguien que viene con frecuencia. —afirmó Harry volviendo a leer la carta—. Escucha: "Ya mi vida tiene un motivo, muero por ver cada tarde tu mirada llena de inocencia y soñar con el día en que pueda reflejar mi imagen en ella. Y cada noche, en mi cama, mi último pensamiento es para ti, para ti, mi ángel tras de la barra, una barra que te separa de mis manos... por ahora".

— ¿No parece un poco... perverso?

— ¿De qué hablas? ¡Es hermoso! —jadeó extasiado—. Quisiera conocerle, debe ser un hombre apuesto.

— Quizá es el chico que trae los quesos. —bromeó Ron ganándose una mirada asesina de su mejor amigo.

— Hablas de envidia, yo creo que tiene que ser todo un caballero, distinguido y culto.

— Sólo espero que no te desilusiones. —concluyó mientras consultaba su reloj—. Es hora de cerrar ¿quieres que vayamos a tomar algo? El pub de la otra calle está abierto.

Harry asintió y después de despedirse del cocinero salieron juntos hacia el pub sin darse cuenta que tras de las sombras un par de ojos negros les observaba con interés.

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Ya en el bar, los dos amigos ocupan una mesa tranquila y ordenaron un par de cervezas. La música sonaba suave y algunas parejas bailaban y otras más charlaban desperdigadas por los rincones.

— Me alegra que hayamos venido. —dijo Harry suspirando relajado—. Hacía tiempo que no salíamos los dos solos.

Como si hubiera sido invocado para contradecir las palabras de Harry, un rubio apareció junto a ellos y Ron literalmente brincó emocionado de su asiento para colgarse del cuello de su novio.

— ¡Viniste! —exclamó feliz por verlo para enseguida unir su boca al de Draco quien correspondió en la misma intensidad mientras Harry no lograba ocultar su disgusto.

Conocían a Draco Malfoy desde niños, la primera vez que se vieron fue en un parque y el rubio golpeó a Ron accidentalmente con un balón, Harry no logró ver bien cómo sucedió pero fue suficiente con ver la carita del pelirrojo conteniendo las lágrimas de dolor para lanzarse contra el otro niño a golpes. A partir de ese día se hicieron enemigos, Harry y Ron detestaban al rubio y eran fielmente correspondidos.

Pero con los años, algo pareció cambiar, Ron evitaba intervenir y las discusiones eran siempre sólo de Harry y Draco que seguían sin soportarse. El chico rubio también dejó de atacar al pelirrojo y a veces, cuando Harry no podía acudir, se quedaban en silencio balanceándose en los columpios hasta que cada uno se marchaba a sus casas sin pelear.

A los diecisiete años, Harry y Ron notaron que el rubio ya no aparecía tanto por el parque, después supieron que había empezado a estudiar medicina. Harry se burló mucho diciendo que debían clausurar la Facultad donde estudiaba para evitar futuros males. Ron lucía triste en ese tiempo.

Un día, Ron se lastimó con uno de los vasos de la cafetería y tuvieron que ir a un hospital. Harry fue obligado a permanecer en la sala de espera mientras su amigo era atendido y nunca se imaginó que tras la puerta ocurría un rencuentro que conllevó al inicio de un inesperado noviazgo.

El joven de ojos verdes tuvo que callar su verdadera opinión, nunca había visto a su amigo tan entusiasmado, y aunque Draco continuaba desagradándole tenía que aceptar que con Ronald era diferente, su mirada gris no ocultaba su amor por su novio, y su trato no podía ser mejor.

— ¿Quieres sentarte? —le invitó cuando creyó prudente interrumpir el largo y ansioso beso.

— Claro. —aceptó con seriedad sin apartarse ni un poco de su novio—. ¿Cómo has estado, Potter?

— Bien, gracias, hago lo posible por no enfermarme nunca.

— Te felicito, y no olvides que cuando lo necesites en el hospital hay programas de experimentación para drogas sin probar, parece que los monos ya se cansaron. Te pagarán bien.

— Ya dejen de pelear. —intervino Ronald—. Me siento feliz de que hayas podido tomarte la noche libre.

— También a mí, moría por verte. —confesó acariciando las mejillas pecosas de su novio—. ¿Quieres bailar?

Ron iba a aceptar pero se contuvo a tiempo, aunque no tanto como para que Harry no comprendiera su preocupación.

— Ve a bailar con él, yo iré a la barra a ver si charlo con alguien.

— Charlando no perderás tu virginidad, Potter. —se mofó Draco poniéndose de pie.

— Mi virginidad es asunto mío.

Harry se alejó antes de que Draco replicara más. Fue hacia la barra ocupando un lugar vacío de la esquina, si era sincero consigo mismo no tenía deseos de charlar con nadie esa noche, la presencia del rubio ya lo había malhumorado.

— Hola ¿puedo invitarte algo? —preguntó alguien muy cerca de su oído.

Harry quiso girarse y rechazarlo pero se encontró con un apuesto joven de no más de treinta años, bien vestido, voz dulce y preciosos ojos azules... y todo el malhumor se le fue.

Obsesionado con mi acosadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora