"Yo te miro y se me corta la respiración
Cuando tú me miras, se me sube el corazón
(me palpita lento el corazón)
Y en un silencio tu mirada dice mil palabras
la noche en la que te suplico que no salga el sol"
Aun cuando no era su intención poner todo de sí en aquel baile, bastó con que sonaran estas primeras estrofas para que Ella llegara a pronta la conclusión de que no habría forma humana en que pudiera evitar que su cuerpo se dejara llevar.
Sin dudas desde que lo había visto la primera vez hasta la fecha, aquel chico no hacía más que sorprenderla primero, con su timidez y su torpeza; luego, con aquel carácter fuerte y seguro y... ¿ahora?
Pues... ahora, lo único en lo que podía centrarse era en aquella soltura con la cual la hacía bajar y subir y girar vertiginosamente como si entre sus manos, ella solo fuera una pequeña muñeca con la cual jugar a su gusto y antojo, así que...por una vez en su vida, se permitió desconectar la mente del todo dejando que aquel mar de sensaciones en el que se había convertido su cuerpo, tomara al control absoluto de sí misma.
Estaba tan absorbida por aquel baile que cuando Darío, volvió a darle la vuelta para que quedara esta vez de espaldas a él, apenas si fue consciente del momento en que dejó caer con abandono, su cabeza sobre el hombro del chico.
Del mismo modo en que tampoco pudo advertir la forma en la que él, al darse cuenta que ya no habría forma de mantener en pie su promesa de no tocarla, apretando la mandíbula en un claro gesto de contención, termino en cambio por aferrarse a sus caderas dejándose llevar finalmente, por la sensual cadencia de la música.
Bailando, (bailando)
Tu cuerpo y el mío llenando el vacío
subiendo y bajando
Bailando, (bailando)
Bailando, (bailando)
Ese fuego por dentro me va enloqueciendo,
me va saturando".
En realidad Darío a penas la había tocado o por lo menos, no hasta ese momento y no más allá de lo justo y necesario, de modo que apenas si tenía una explicación lógica al hecho de que... allí donde su cuerpo rozara el de él, allí donde su piel coincidiera con la suya o donde su respiración la alcanzara, en cuestión de segundos, aquel calor sueve y a la vez electrizante le recorriera totalmente el cuerpo provocando, más allá de su propio raciocinio, que ella misma deseara involucrase en aquella especie de juego de roles que, ahora mismo, ambos parecían estar interpretando.
Porque... sí, definitivamente aquella chica apasionada en la que se iba convirtiendo con cada acorde, aquella chica fascinada por las sensaciones que él le provocaba, no podía ser ¡ni por asomo! la misma Ella que, días atrás había jurado y perjurado que nunca jamás, ¡en toda su vida! volvería a permitir que alguien del sexo masculino pudiera tener ni este ni ningún otro poder sobre ella.
(...)
"Tú me miras y me llevas a otra dimensión
(estoy en otra dimensión)
Tus latidos aceleran a mi corazón
Que ironía del destino no poder tocarte
Abrazarte y sentir la magia de tu amor"
Por extraño o absurdo que le pareciera, el modo en que sus cuerpos se habían sintetizado al bailar como si interpretaran la música del mismo modo o como... si en efecto, ambos hubieran vuelto a encontrase después de muchísimo tiempo, la habían llevado incluso a desear mucho más más allá, de lo nunca había llegado a permitirse sentir (y menos por alguien que, a pesar de todo, no dejaba de ser un total extraño para ella).
(...)
"Yo quiero estar contigo, vivir contigo,
bailar contigo, tener contigo
una noche loca...
¡Hay! besar tu boca".
Sin dudas la letra de aquella canción junto a sus acordes flamencos sumado al exceso de cerveza no estaba siendo la mejor combinación para Ella, quien ya en las notas finales, apenas si lograba respirar de manera natural, sobre todo porque... (muy para su pesar) su mirada se había tomado aquella última frase como una clara sugerencia para que fuera a investigar justo aquella parte de la anatomía de Darío en la que, hasta ese momento, no había advertido y de la que, sin embargo, ahora no podía apartarse.
- ¡Oh Dios! -rezó en su interior- ¡La boca de aquel chico no podía ser más besable! - Y luego...
- ¡Aquellos labios! - frunció los suyos en un acto reflejo intentando hacer a un lado aquella idea suya de que los labios de Darío no podían haber sido diseñados para otra cosa, que para dar y recibir los besos más suaves y dulces con los que una chica hubiera podido soñar jamás.
Apenas unas fracciones de segundos bastaron no solo para que cambiara (finalmente) la dirección de su mirada sino para que además aquella repentina y nada común necesidad suya de tomar la iniciativa y besarlo, le golpeara de repente en la cara.
Y no, no es que ella fuera el tipo de chica que andaba por ahí dándose el lujo de regalar besos a diestra y siniestra, sino todo lo contrario.
Besar a alguien era algo que se tomaba demasiado en serio, lo suficiente como para que nunca se le hubiera pasado por la cabeza que un día podría encontrarse con un chico que le atrajera lo suficiente como para intentar olvidarse de sus propias reglas.
Más sin embargo... ¡allí estaba!, justo al frente de ella y a escasos segundos de convertirse en su primera y única excepción.
Estaba tan consternada por aquella especie de revelación que, cuando por fin se atrevió a alzar nuevamente la mirada y sus ojos chocaron con los de Darío, prácticamente hubiera podido jurar que, incluso desde su altura, él no solo podría escuchar claramente los latidos de su corazón sino además el sonido de todos y cada uno de los engranajes de su mente intentando asimilar aquellos pensamientos que ahora mismo le aterraban demasiado.
₪₪₪₪₪
Aquella especie de letargo en el que ahora mismo se encontraba la había alejado tanto de la realidad que, para cuando la canción dio al traste y Darío, totalmente ajeno a aquella batalla que estaba librando en su interior, terminó por separarse de ella; Ella por su parte no tuvo como evitar que aquella profunda sensación de desarraigo se instalara en su pecho mientras que su cuerpo comenzaba a estremecerse como si de repente se hubiera dado cuenta que le faltaba el calor de su piel.
No lo había besado, no había tenido el valor (ni lo tendría), ahora que, por fin, la razón había vuelto a tomar las riendas de su mente; más, sin embargo, cuando él nuevamente se inclinó hacia ella solo para colocar aquel mechón de cabello rebelde detrás de su oreja, Ella prácticamente tuvo que obligarse a sí misma para volver a respirar.
Al final, el propio Darío había terminado por romper del todo aquella especie de burbuja que se había instalado silenciosamente alrededor de los dos.
Así que mientras él le recordaba que debía regresar a donde se encontraban sus amigos para luego volver a mezclarse con la multitud, tras despedirse con aquella sonrisa torcida tan típicamente suya, Ella, no pudo dejar de notar que de repente no solo volvía a ser consciente de su soledad, sino que además ahora estaba incluso más confundida y frustrada de lo que antes había creído estar.
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A Cinco Años de TÍ
RomantizmElla Robins acaba de sufrir su primera gran decepción amorosa la cual la llevaría a chocar, de golpe, con más de una verdad y una mentira respecto a aquel chico que había sido su pareja durante todo un año. Dispuesta a renacer cual Ave Fénix...