Capítulo 1. Buena Suerte

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- Beep Beep Beep Beep...

La alarma del teléfono suena en la mesita junto a la cama. Como puedo me levanto y a tientas entre la oscuridad logro apagar su molesto ruido. La pantalla marca las 06:00 AM de un viernes 31 de julio del año 2020.

Todavía no me acostumbro a levantarme temprano nuevamente. Tras la alerta epidemiológica por la pandemia de COVID-19 todos los alumnos en general entramos en un periodo de aislamiento para resguardar nuestra salud desde la protección de nuestros hogares por un periodo de tiempo indefinido.

Para los extrovertidos, seres acostumbrados a la vida pública, esta situación de encierro se convirtió en una condena eterna, mientras que por otro lado, para la gente más como yo, los introvertidos (en cualquiera de sus variantes), bueno, puedo decir muy personalmente que me resultó por demás acogedor.

Como sea, el tiempo había llegado, y el plan de reactivación económica de nuestro Estado había comenzado, por lo que, tras varios meses de inactividad por pandemia se pusieron en marcha los pasos iniciales para recuperarnos de la tragedia.

Fue así que, contra todo pronóstico, en pleno semáforo epidemiológico color rojo, los médicos internos de pregrado (estudiantes de medicina que al terminar todas sus materias en la universidad tras varios años de estudio, se les envía a brindar un año de prácticas profesionales a alguna unidad hospitalaria previo a su año de servicio social), fuimos convocados a apoyar en los hospitales a falta de personal disponible.

Por aquellas épocas muchos médicos se incapacitaron por alguna comorbilidad asociada (enfermedades de base como diabetes, presión arterial, problemas del corazón, asma, etc.), debido al miedo bien fundamentado de ser más propensos a ser hospitalizados y/o a morir por COVID-19 como lo hicieron muchos de nuestros colegas en la lucha contra la enfermedad. Cuesta decirlo, pero muchas incapacidades se dieron por esta situación debido a que el médico de "batalla" regularmente sacrifica su salud por mantener la salud de los demás. Aunado a ello, aquellos que a pesar de todo se quedaron, eran enviados a casa al más mínimo síntoma respiratorio, teniendo un equipo casi siempre incompleto e inconstante.

De esta manera, al menos en mi caso y el de mis compañeros, fue que a mediados del mes de julio del año 2020 se nos convocó a una reunión introductoria el día 31 del mismo mes a las 07:00 AM para integrarnos posteriormente cómo médicos internos de pregrado a nuestras unidades hospitalarias desde el día siguiente.

Así, preparándome para la reunión, me metí a la fría ducha (conteniendo un grito desgarrador en mi interior para no despertar a nadie), y me puse el uniforme designado, una pijama quirúrgica (en mi caso, color azul marino). Tomé una mochila con lo más indispensable, mi cartera y las llaves del auto, y justo cuando me disponía a salir de la habitación, la voz de mi novia me llamó todavía adormilada desde la cama:

- ¿Ya te vas, amor?

- Sí. Ya casi es la hora.

- Buena suerte.

- Claro. Te amo.

- También te amo.

Me acerqué a ella y la besé en la frente y luego en los labios, como es costumbre despedirme de ella por las mañanas. Finalmente, la besé en su vientre y me despedí:

- Las veo al rato.

- Si. Cuídate.

- Igual. Cualquier cosa me llamas.

- Sí.

Salí de la casa, y encendiendo mi coche, un Kia Rio Sedan color plateado, me puse en camino a la reunión agendada en mi nuevo hospital sede.

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⏰ Última actualización: Sep 25, 2022 ⏰

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