El agua corría tibia por su piel parduzca y la vasta barba se le pegaba al pecho, empapada. Salió del agua y se arrastró por el suelo a cuatro patas hasta recostarse en el tronco de un roble.
Estaba herido. Se lamió las heridas sangrantes de los brazos con su áspera lengua. Una pelusa rubia le recorría todo el cuerpo desnudo. Aquello no le reconfortaba. No eran mortales, pero escocían y mucho. Entonces sintió un dolor lacerante en el muslo. En la cara interior del muslo tenía tres largas heridas abiertas. Las palpó con la mano y le recorrió una oleada de dolor.
Las heridas del muslo podrían infectarse. Arrancó una hoja de la costilla de Adán que crecía junto al árbol y envolvió las heridas. El dolor no remitió. Quería lamerse, pero seguramente lo empeoraría. Estaban calientes. Parecía que la hoja comenzaría a arder en cualquier momento. Ojalá no hubiese abandonado el agua. La sola idea de tener que caminar hasta el lago le martirizaba. No podría moverse.
"Tengo que intentarlo –pensó-. Estoy ardiendo" El sol brillaba con fuerza. Ardería, iba a estallar en llamas como no hiciese algo. Y el agua estaba tan fría... Tenía que hacerlo.
"Aquí hace mucho calor, ¿verdad? –había comentado Marjorie-. Creo que voy a darme un chapuzón." Esas fueron sus últimas palabras. Luego, había ido a la piscina y se había zambullido. Ella no sabía que había un león dentro... y León la devoró; la despedazó y tiñó el agua de rojo.
"Pero yo no quería, era León. El quería cazar." se recordó. Había intentado protegerlos lanzándose al agua. Quería ahogar a León, matarlo de una vez por todas. Y entonces solo quedaría Hombre, libre. Pero ella lo estropeó todo. Fue junto a León y él le dio caza.
"Aquí hace mucho calor." ¿Quién lo estaba pensando? ¿Él, el fantasma de Marjorie... o León?
De repente le asaltó otro recuerdo, el más reciente. Estaban en lo alto de los acantilados. Allí no hacía calor. El grupo se había reducido bastante, pero aún eran una grata compañía. Al menos para Hombre; para León, más bien una grata comida.
-Venga saquémonos una foto de grupo –propuso Fray-. Y tú ponte ya al camisa, vas a coger una hipotermia –añadió dirigiéndose a él.
-¡Atención, que llega el súper padre! –bromeó Bridget.
El grupo se colocó para la fotografía, cerca del borde. Fray era un experimentado fotógrafo y su querida cámara lo acompañaba a todas partes. Ya había colocado el trípode y programado la fotografía para dentro de tres segundos. Fue la última y la más macabra.
León había salido de caza.
Se deshizo de los cuerpos tirándolos por el acantilado e hizo lo mismo con la cámara. No se molesto en mirar la fotografía. A Hombre le habría dado a arcadas y terminaría vomitando, a León le abriría el apetito. Algunos restos de carne se le habían enredado en la espesa barba manchada de sangre.
Entonces Hombre se asomó. Sabía que había ocurrido y se lanzó a matar a León, pero este ya se había ido. La barba, la barba le repugnaba. Hombre quería matar a León, pero no podía. Al menos mataría a la repugnante barba que tanto le gustaba a León.
El cuerpo compartido echó a correr hasta llegar la pequeña casa que habían alquilado para las vacaciones. No tenía las llaves, así que forzó la puerta. Entró en la cocina vacía y cogió el cuchillo más desorbitadamente grande que había. León no pudo hacer nada. Por primera vez le tocaba a él quedarse renegado viendo cómo actuaba su altérelo. Hombre se llevó el cuchillo al cuello y rasuró la barba rubia. Le costaba cortar los mechones más hirsutos y además la sangre se había secado formando una especie de costra oscura. Movió el cuchillo con tanta fuerza que en más de un momento estuvo a punto de cortarse.
Cuando hubo terminado subió a la habitación que compartía con Fray y Ed y se miró al espejo. Yo no tenía barba, no quedaba rastro alguno. Tenía las majillas y el cuello cubierto de sangre. Casi se desolló afeitándose. Quizás lo había hecho y al lavarse y quitar la sangre descubriría que no quedaba piel y vería desnuda su garganta, su tráquea, su esófago... La imagen despertaría a León. Sin embargo, semejaba que León había muerto junto con la barba.
Hombre creyó que se había librado por fin de él. Pero lo descubrió en varias ocasiones, acechando tras sus ojos, seleccionando nuevas víctimas. Y para su tortura, reunió todas las instantáneas de sus viajes. Los viajes que había hecho con sus amigos... y con León.
La policía no logró dar con el culpable. León no dejaba nunca huellas, ni rastro. Tenía una especie de don macabro.
"No pienso morir abrasado –se dijo-. Pero así fue como Marjorie murió... Tenía calor y decidió darse un chapuzón." "Tú no vas a morir, socio –le susurró una voz en su cabeza-. Me has hecho daño, pero sé que yo te lo hice a ti. Venga, socio, puedo ayudarte..."
-Vete de una maldita vez –croó, furioso.
Intentó levantarse, pero no pudo. Así que decidió regresar arrastrándose de nuevo. Apenas podía apoyar la pierna izquierda, la de las heridas. Pero finalmente llegó hasta la orilla. Adelantó las manos, sumergiéndolas en el barro y empujó el cuerpo al agua. Sintió como la hoja se le desprendía, aunque ya no le hacía falta. El agua le reconfortaba, lamía las heridas del muslo, las enfriaba y le ayudaba a soportar el dolor lacerante.
-Te equivocas, socio –murmuró la voz de su cabeza.
-Te he dicho que te largues.
-No lo entiendes: yo soy tú. Soy una parte de ti y me necesitas. ¿Crees que es el agua? Ni de coña. Soy yo. Puedo curarte. Me necesitas, socio. Úsame, puedo hacerte muchas cosas y no de las malas.
-No, no, para ya –gimió con dificultades. Tenía que hacer algo. Aquello era todo lo contrario a dolor, pero si venía de León, lo odiaba. "Ahora verás, cabrón"
Hombre se sumergió y comenzó a nadar hacia el fondo, mientras se controlaba por no estremecerse de placer. León le rugía iracundo en su mente. "¡Sube, mamón, sube de una maldita vez!" Se estaba ahogando, se estaban ahogando. Hombre esperaba que León muriese primero.
Entonces comenzó a sentir un horrendo dolor. León estaba abriendo más las heridas y lo hacía desde dentro. Hombre aulló de dolor y al hacerlo el agua le entró a los pulmones. León sonreía. La carne del muslo se abría violentamente liberando sangre a borbotones. "¿Vas a subir ahora, mamonazo?" le preguntó la ronca voz de León.
Hombre comenzó a subir a la superficie. Cuando llegó estaba exhausto, sin fuerzas siquiera para flotar. Entonces León lo empujó hasta la orilla. Ya no rasgaba el muslo. De hecho estaba cerrando las heridas.
-¿Lo ves, socio? –le preguntó usando su boca. La voz no era la suya, sonaba desfigurada, amarga y distorsionada-. Ahora te curaré las heridas. Me necesitas, socio, te lo dije.
-Te mataré. Lo sabes –le aseguró Hombre usando las mismas cuerdas vocales, que sonaron muy distintas.
-Claro que sí, socio. Pero no olvides quién es el León... -graznó escupiendo las palabras como si fuesen flemas sangrientas.
"Y tú no olvides quién es el Hombre, socio" El pensamiento se formó en lo más hondo de su mente, sin que su otra mitad lo escuchase.
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Héroes y Monstruos
Misterio / SuspensoEl mundo está dividido cual tablero de ajedrez, escaques blancos y escaques negros. La partida está llegando a su fin. Pero los últimos movimientos siempre son los más sangrientos y convulsos, y sobre todo cuando las piezas se revelan. Porque ante...