Capítulo 1. Prólogo.

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Cada año, en el pueblo Tyneham, Inglaterra. Se celebra el festival de la liberación en el que se conmemora el día en que los ciudadanos del pueblo fueron liberados de las limitaciones de sus dones y pudieron comenzar una nueva vida de posibilidades. Durante un día al año, todos los dones se reunían en un mismo lugar para celebrar sus libertades y recordar los límites a los que se sometían durante toda su vida.

Darya, una chica Blue, había nacido con el don de controlar el agua. Sin embargo, nunca en su vida había podido usarlo gracias a la maldición que envolvía a su pueblo hace más de cuarenta años. 

Ella se dedicaba a plantar flores y verduras en el patio de su casa, y ese día se había encargado de un pedido muy grande para el festival. Normalmente, no le gustaba formar parte de esa celebración, ya que para ella dictaba la gran condena de su pueblo y no pensaba que asistir al evento para escuchar la historia durante cada año significara más que recordar la amenaza con la que debían vivir. A pesar de sus creencias, ese año era diferente, por el hecho de que había sido contratada para distribuir sus flores y cultivos a los puestos del festival y había asistido por la curiosidad de ver qué usos les daban.

Se encontraba en el festival con su hermana Azami, una Rose. Quien había nacido con el don de controlar las plantas, y, por el contrario, que se dedicaba a la pesca. Ella había pasado toda la mañana cargando cubetas con peces desde el lago y aunque estaba muy cansada, Azami amaba las celebraciones, así que en parte había arrastrado a Darya al festival.

—Este año la decoración se ve mucho más viva —comentó Azami con emoción mientras observaba varios ramos de flores rosa pastel, de un tono muy parecido al de su pelo. No podía disimular su gusto por las flores, y eso hacía a Darya entristecerse más al saber que su hermana no podía estar muy cerca de ellas por la maldición.

—Todo es gracias a ti —le respondió Darya—. Tú me ayudaste a cuidarlas, todo el crédito debería ser para ti.

—Eso es algo que no puede saber nadie —susurró Azami tan cerca de su rostro que Darya podía ver las pecas en su piel morena.

Darya había batallado muchos años para encontrar algo a que dedicarse. Su pasión era el agua, pero al no poder usarla, estaba obligada a buscar otras opciones. Intentó trabajar como enfermera, bibliotecaria y comerciante, pero nada se le daba bien. Se sentía tan hundida en su frustración que no había notado que su hermana se sentía igual de perdida, fue ahí donde decidieron «intercambiar» dones. Ambas acordaron compartir sus conocimientos y de esa manera Darya se dedicaría a las plantas y enseñaría a Azami a pescar, eso sí, sabían muy bien que la maldición seguía ahí y que debían asegurarse de no romper las reglas.

Las dos continuaron caminando por la plaza en la que se llevaba a cabo el festival, observando la decoración que hacía contraste con los edificios de los que colgaba pintura vieja. Había varias familias de distintos dones reunidas como parte del festival, vendiendo sus productos y disfrutando de su diversidad.

Había una pareja de hermanas muy particulares que les recordaban a ellas mismas, una de las hermanas era una Green y la otra una Blue, ambas eran las encargadas de la biblioteca. Darya se preguntaba si ellas también habían batallado tanto para encontrar su pasión. Al pasar por su puesto, las saludaron y ambas sonrieron, seguro recordaban lo desastrosa que había sido la idea de darle a Darya la tarea de organizar libros. 

Se suponía que era una tarea sencilla, pero aunque se recordaba a sí misma organizándolos por géneros, más tarde, cuando alguien llegó a buscarlos, no estaban ahí y terminaron estando en secciones totalmente distintas. Al no saber qué hacer, y con miedo de decirle a sus jefas lo que había pasado, tuvo que pedirle ayuda a Eamon para poder encontrarlos y organizar cada sección antes de causar otro desastre.

Continuaron viendo algunos adornos conmemorativos hasta que llamaron a todos los ciudadanos a tomar asiento para escuchar el relato de todos los años, era el momento de recordar el porqué de sus estilos de vida. La población no era muy grande, así que poco a poco cada una de las familias se fueron acercando y sentándose sobre las mantas repartidas en el piso. Normalmente, solían ser tres personas en la manta, pero este año su padre se encontraba de viaje y solo estaban ellas dos sobre su manta familiar, haciéndolas sentir nostálgicas. Pese a ese sentimiento, las dos sabían que su padre estaba de viaje cumpliendo uno de sus sueños y que regresaría pronto.

Podía sentirse la humedad en el aire, sofocándola un poco. Por lo regular, para Darya ese era un día triste, y si comenzaba a llover, sería aún peor, ya que todos los Blues deberían irse. Notó que nadie más le ponía atención al clima, así que dejó de pensar en eso e intentó recoger su corto cabello en una trenza. Azami la vio batallar un rato con su pelo y se acercó más a ella para ayudarla. Su hermana amaba su cabello, le recordaba al azul del océano y su piel clara, a ese tono pálido de la arena. La naturaleza no se había equivocado al combinar el color de cabello dependiendo de sus dones, porque Darya era la personificación de la playa. Azami imaginó por un segundo cómo se camuflaría su pelo en el agua, siempre había soñado en ir a nadar con Darya, pero era un sueño que la maldición las condenaba a no poder cumplir.

Mientras esperaban que todos tomaran asiento y comenzara el relato, estuvieron observando las distintas familias que las rodeaban, esparcidas en sus respectivas mantas, ocupando cada espacio de la plaza. Había familias muy grandes, pero también había personas sentadas solas sobre sus mantas. La idea de organizarse por familias había surgido hace muchos años con el fin de darle visibilidad a los «abandonados» y que así las otras familias les brindaran su apoyo. Aunque a veces era todo lo contrario, se podía sentir como los demás los observaban, en su mayoría con lástima. 

Los ojos de Darya se encontraron enseguida con los de Eamon, un Green que estaba sentado solo en una manta. Al mirarla le dedicó una sonrisa, si bien sabía que según la tradición él debía estar sentado ahí solo, haciéndose notar como un abandonado, él se había ganado un lugar en el corazón de Darya y ella sabía que algún día ambos estarían juntos compartiendo la misma manta durante el festival. Quizás él se encontraba pensando lo mismo, porque a diferencia de los demás abandonados que seguramente se sentían como el foco de comentarios, él se notaba contento.

Llegó el momento en que comenzaba el relato de la historia y todos hicieron silencio. Se apagaron lentamente las farolas que daban luz a la plaza y solo se iluminaba directamente el escenario, dejando a las familias iluminadas solo por la poca luz del sol que les proporcionaba el ocaso. Pudieron ver movimiento en el escenario, ahí se encontraba el principal Sabio del pueblo, un señor de apariencia madura, con el pelo azul, que ya se notaba un poco canoso. Cuando se acercó al micrófono, se aclaró la garganta y saludó a los ciudadanos de Tyneham.

—Bienvenidos —saludó, y el público le respondió con un tímido aplauso.

»Sean todos bienvenidos a otro año de nuestro festival de la liberación. Hoy es un gran día para conmemorar nuestra vida y la oportunidad que tenemos día a día para elegir quién queremos ser. Este año se le ha concedido el honor de narrar la historia a la señorita Kenny, démosle un aplauso de bienvenida. ¡Espero que disfruten de este festival! —hizo una reverencia y se fue caminando hacia las escaleras del escenario por las cuales venía subiendo una chica rubia. Kenny era una Yellow, Darya la había visto un par de veces mientras buscaba libros en la biblioteca. En otros tiempos, Kenny tendría que haberse dedicado a curar personas como su don le permite, sin embargo, ahora mismo ocupaba un cargo alto como Sabía del pueblo.

—Familias de mi querido pueblo, les doy la bienvenida a este festival. Gracias por dejarme ser quien les transmita el mensaje este año. Sé que esta historia es difícil, está llena de dolor y sacrificio —Kenny hizo una pausa. 

Azami miró a Darya un poco incómoda, desde su nacimiento habían escuchado la narración de la historia, pero esta era la primera vez que una Yellow la contaba, y se podía notar que Kenny se sentía de la misma manera, quizás imaginándose en la posición de la protagonista, Chiemi, a quien muchos llamaban «bruja». Vieron tomar aire a Kenny, luego continuó su introducción.

—No obstante, también nos enseña algo muy importante, como año tras año seguimos acá, fuertes y preparados para elegir el camino que queremos tomar.

Búscame en el agua.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora