SOULMATES

Capítulo Uno

Almas gemelas, uno de los pocos mitos que su madre una profesora de filosofía de las más importantes de la Universidad de Tailandia, le contaba de niño había quedado tan fascinado con la historia que hasta el día de hoy cada vez que tenía tiempo libre investigaba al respecto. ¿Almas gemelas? ¿Algún día podré encontrar a la suya? ¿Será un hombre o una mujer? ¿Podrían existir? Las mismas preguntas de siempre pasaron por su cabeza junto con las palabras de su amada madre.

Siempre eran las mismas palabras las que contaban este mito, el cual ya conocía de memoria por todas las veces que pidió a su madre que se lo narrara, un mito tan antiguo contado primeramente por el gran filósofo Platón, diciendo este que al principio había tres géneros: Hombre, mujer y andróginos con la diferencia entre estas tres especies era el sol producía el masculino, la tierra al femenino y la luna la mezcla de los dos, donde pertenecían la tierra y el sol. Hombres en forma de esfera con cuatro brazos, piernas y dos caras en una cabeza, todos fuertes e inteligentes, estas criaturas planeaban ascender al olimpo para atacar a los dioses. Zeus el que gobernaba sobre dioses y criaturas, al notarlo, decidió castigarlos dividiéndolos en dos y haciéndolos buscar otra mitad, vida tras vida.

Algunas investigaciones que hizo sobre el tema tenían teorías sobre cómo saber que encontramos a nuestra alma gemela, algunos decían que solo mirando a los ojos revelarán si es la persona correcta para ti, otros dicen que simplemente lo sentirás, en otras sentirás emociones nunca antes experimentadas estas simplemente vendrán, el que era su favorito habló cómo las almas gemelas nunca tenían secretos, siempre se cuentan todo, además de no juzgarse, pero todas estas teorías tenían una sentencia en común esa que siempre entendió y se dejó hacer de ella.

Estaba obsesionado con el tema y nadie tenía que hacer algo para que lo hagan notar, el mismo lo sabía, pero poco le importaba después de todo era una obsesión sana no hacía daño a nadie y solo se refundía en libros o internet para saber más del tema además que era un momento que tenía para relajarse sobre sus responsabilidades de ser CEO de la empresa de su padre, una que se dedicaba a textiles uno de los importantes en Tailandia.

La pequeña obsesión no había impedido que hiciera su vida como todo un hombre normal, tenía un muy pequeño grupo de amigos, tres para ser exactos, que al igual que el manejaban las empresas de sus padres a los tres conoció en el primer año de la universidad lo que quiere decir que llevaban años de amistad, lo que los hacia tan unidos era el hecho de que a pesar de nacer en cuna de oro ninguno era de ellos se hacía de esos riquillos que por solo por tener un poco de dinero denigraban o hacían de lado por no estar a su altura.

Todo tipo de cosas le pasaban por la cabeza, un lío que él no podía controlar, un mar de emociones que siempre estaba ahí, a veces se perdía tanto su mente que perdía la noción de tiempo o simplemente se encontraba desorientado.

-Te perdiste de nuevo – hablo Brigth entrando por la puerta de la oficina.

- Tú me conoces, pero creo que ahora fue más profundo porque incluso me acordé de la universidad - explico Gulf con una sonrisa – Sabes que mi cabeza juega mucho conmigo – Gulf giro un poco su silla hacia dirección de su amigo.

-Gulf, deberías ver a un psiquiatra o un neurólogo, te pago cualquiera de los dos - su cara de burla y una casi sonrisa se hacía presente en el rostro de Brigth- Es broma, pero si tú estás de acuerdo, tampoco me negaré - con su misma cara burlona se acomodaba en un sillón negro que estaba en la oficina para descansar. 

-Bright, a veces tengo ganas de golpearte en la cara que tanto presumes – ignorando la risa de su amigo, Gulf volvió a concentrarme en su laptop donde los correos electrónicos confirmaban los detalles finales de la fiesta de esa noche, la cual le había ordenado su padre organizar y este mismo esperaba que fuera la más perfecta, era obvio que iba la querer así, la fiesta no era para nadie más su amada.