¿Ubican ese momento incómodo cuándo entran tarde a clases y todos te quedan viendo como si fueras el culpable de un asesinato? Bueno, es exactamente el juicio que estoy experimentando justo ahora.
A juzgar por la forma en la que todos los presentes voltearon a verme cualquiera diría que soy una criminal en potencia. Entiendo muy bien su sorpresa, yo también estaría sin palabras, completamente extrañada si algún recién llegado se ofrece como voluntario, siendo un perfecto desconocido para todos y, aún así, atreviéndose a romper las reglas yendo a un lugar vedado a los estudiantes con el único propósito de saciar su curiosidad.
Las miradas a mi alrededor se incrustan y persisten en mí, quién sabe si esperan una rectificación, aguardan a que diga que solo era una broma o una razón lógica del porqué decidí acompañar al rubio, cuyo semblante pasó de expresar asombro a demostrar intriga e interés.
- Reyna ¿qué haces?
El susurro de Darrik pretende ser discreto, pero considerando el hecho de que cada hombre y mujer dentro del círculo tiene su atención sobre mí no pasa desapercibido su acción.
- Tranquilo, es poco probable que encuentre algo o que siquiera logre entrar, propuse acompañarlo porque también me atrae la idea de ir allí abajo. Simple interés.
- ¿Nunca has escuchado que la curiosidad mató al gato?
- Sí, pero el gato murió sabiendo. - digo y le doy una sonrisa aparentemente inofensiva, porque si bien accedí a ir junto al rubio para mi propio beneficio, tengo la completa intención de cobrarle tan grato favor como es el de disfrutar mi compañía.
Me concentro nuevamente en el rubio, lo veo directamente a los ojos, mi decisión no flaquea, si piensa que no cumplo lo que digo o que mis palabras no tienen valor se dará de narices contra el piso y me importa una mierda que mi impulsividad haya hablado por mí, una vez dicho no pienso retractarme.
Él espera, desafiándome a que continúe, barajando las probabilidades de cuál va a ser el desenlace. La sonrisa en su cara origina un inesperado revoltijo de emociones que se concentra en la boca del estómago. Me atrae demasiado la forma en la que sus labios se curvan hacia arriba, mostrando un exquisito hoyuelo en su mejilla izquierda.
Soy fan de las personas que tienen hoyuelos, qué les puedo decir.
A pesar de estar fascinada por su sonrisa, también estoy irritada y muy cabreada. Nacen unas terribles e inmensas ganas de borrársela de un solo golpe porque siento que se está divirtiendo a mi costa, me hace sentir como un escarnio y yo no soy payasa de nadie.
- En vista de que no son muchos los voluntarios que deseen dirigirse a las bodegas contigo, lo haré yo. - guardo silencio hasta cuando veo que abre la boca para hablar y lo interrumpo antes de que diga algo. - Pero quiero una cosa a cambio.
- No tengo problema, morenita, pide lo quieras y es tuyo. - Su sonrisa se hace más grande, al igual que mis ganas de quitársela.
- Reyna. Me llamo Reyna, no morenita.
- Muy bien, Reyna - dice haciendo mayor enfoque en mi nombre - ¿Qué pides a cambio?
- Te lo digo después.
Empiezo a ponerme de pie y veo cómo Sophie lo hace también, toma mi brazo y me dice casi murmurando.
- No tienes que ir con Kyle si no quieres.
Kyle. Lindo nombre.
- Está bien, no lo hago por ser altruista o bien porque me muera de ganas por ir con él, Sophie, pero sí tengo deseos de sacarme la espinita y saber si se puede entrar a esas bodegas.
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Laberintos de Secretos
Teen FictionParís es reconocida por ser la capital del amor, una ciudad dónde el romance se percibe en el aire, pero ¿y si solo es una fachada? Y si realmente está llena de secretos, misterios, engaños y mentiras? Nada es lo que parece. Las apariencias engañan...