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El brujo siempre fue una leyenda en la aldea de dónde vengo, siempre fue el monstruo con el que los padres asustan a sus hijos.
Un brujo despiadado, que se dedica a matar monstruos como él, el gran lobo blanco, sin un alma y sin la capacidad de amar, un ser espantoso, lleno de cicatrices.
Esas eran las historias que se contaban en mi aldea, eran las historias con las que nuestros padres nos asustaban para que fuéramos obedientes. Papá siempre nos habló a mí hermano y a mi del horrible brujo.
A pesar de que al principio, estas historias eran aterradoras para mi, con el tiempo, y conforme fui creciendo, dejaron de asustarme, y empezaron a intrigarme.
Una parte de mi empezó a admirar al brujo, empezaba a admirar su valentía, su falta de sentimientos y su poco empatía, admiraba que no tuviera un alma, pues de esa manera, nadie podía dañarlo, nadie podía lastimarlo, no sentimentalmente al menos.
Y deseaba con toda mi alma, poder ser como él. Que los demás no me importaran, y la culpa de eso era de mi padre.
Al principio mi vida no era mala, no había distinción entre mi hermano y yo, mi padre nos trataba igual, pero, conforme fui creciendo y mi cuerpo empezó a ser el de una señorita, mi padre empezó a despreciarme, me humillaba constantemente, me hizo mucho daño.
Y como él empezó a tratarme así, mi hermano igual, empezó a tener la misma actitud hacia mí, los dos hombres que se suponía debían quererme y cuidarme, fueron los primeros en lastimarme.
Su actitud empeoró con la muerte de mi madre, el maltrato creció, ya no solo era daño emocional, sino que ahora me golpeaban; recibía golpes cada que hacía algo "mal".
Tenía que hacerme cargo de la casa, de alimentarlos, me encargaba del poco ganado y la escasa cosecha que se producía en nuestras tierras. Además no tenía permitido salir de nuestra tierra, no sin su permiso y sin que alguno de ellos me acompañará. Me confinaron a ese territorio.
Sin embargo, una fría noche de invierno, alguien o más bien algo atacó nuestra aldea, cerca de nuestras tierras, papá y mi hermano se volvieron locos, y confirme mi teoría, solo eran unos jodidos cobardes, solo eran violentos e intimidaban a personas que consideraban débiles.
Y gracias a ese ataque, lo conocí, Geralt de Rivia llegó a la aldea una fría mañana, imponente, montado en su gran caballo, con cara de aburrimiento. Me sorprendí cuando lo vi, no era nada parecido a las historias de mi niñez.
Geralt no era un monstruo, al contrario, era el ser más bello que había visto en mi vida, si, era grande e imponente, pero cuando sus iris amarillentas hicieron contacto con mis ojos marrones, no sentí miedo, no sentí repulsión, al contrario, un calor se instaló en mi pecho y por fin, después de mucho tiempo me sentí segura, me sentí a salvo.
Después de ese contacto visual, Geralt fue interceptado por mi padre, para que matara a esa cosa que atacaba nuestras tierras, le pagó bastante dinero, incluso le dio hospedaje en nuestra casa.
