✨Hola, hola✨
Después de mucho tiempo les traigo actualizaciones sorpresa de medio día. Perdón por la tardanza.
Atte: la escritora✨Perdimos la noción del tiempo mientras estuvimos fuera, por lo que solo cuando comenzó a bajar la temperatura decidimos volver para intentar dormir. Para Carla fue sencillo caer rendida en la cama, pero yo no pude conciliar el sueño y me dedique a dar vueltas en la cama.
Eran las 9 am cuando despertamos todos, Niggel y Kikyō parecían de mejor humor, lo que me motivo a olvidar la mala noche que había pasado. Preparamos algo rápido para desayunar y nos preparamos para salir.
-¿Eh? ¿Y nuestros uniformes? - pregunto Niggel cuando nos preparábamos.
-Los escondí - confesé mientras intentaba limpiar una mancha en la manga de mi suéter.-, pero mejor que no sepan donde, por si las dudas.
Niggel suspiro. Nuestro plan había sido que todos saldríamos a buscar suministros para unos días, pero solo Carla y Niggel pasearían por la ciudad para reconocer el área. Y era por esto mismo, que también habíamos decidido tomar ciertas precauciones:
1. Esconder nuestros uniformes y credenciales escolares. (Ciertamente esta fue más una regla propia)
2. Usaríamos solo nuestros nombres y si surgía algo, inventaríamos algún apellido común.
3. Si algo sucedía todos debíamos volver a la casa de mi padre al final del día.O por lo menos esas fueron nuestras primeras reglas y las más importantes, aunque seguramente tendríamos que añadir más si queríamos sobrevivir.
Así pues, recordando lo anterior abandonamos la casa. Al salir deje la llave donde la había encontrado, no estaba seguro de si era buena idea, pero, al final, creí que si alguien llegaba a husmear, al encontrar la llave donde se supone que debía estar, seguramente sería menos minucioso al buscar; es decir, si todo estaba tal cual lo encontramos, quien fuera que nos siguiera no tendría necesidad de buscar de más. O eso creía.
Como fuese, mientras salíamos de casa y volvíamos en nuestros pasos, acordamos que el punto de reunión sería el tunel previo a llegar a la casa de Levi y la hora sería exactamente a las 3 de la tarde, lo que debía ser suficiente referencia y tiempo para que cada uno hiciera lo acordado. Así pues, cuando llegamos al mismo lugar por el que habíamos aparecido unos días antes solo intercambiamos miradas antes de separarnos.
-¿De verdad tenemos suficiente dinero? - pregunto Kikyō por tercera ocasión desde que decidimos que nosotros nos encargaríamos de las compras (ya que Niggel y Carla se pondrían nerviosos ante cualquier imprevisto).
-Si, debe alcanzarnos incluso para comida de una semana. - respondí con paciencia.
-De acuerdo... - hizo una pausa. Estaba tan nerviosa que su cabeza debía ir a una velocidad impresionante para poder distraerse. - ¿Y si sabes el camino?
-Creo que si. Debe ser por donde solía estar la casa de mi madre... - confesé bajando la voz pues nos acercábamos a una avenida repleta de gente.
-¿Es aquí? - pregunto curiosa.
No llevábamos demasiado caminando y ciertamente nuestro alrededor no pintaba nada bien, por lo que dudaba mucho de que este fuera el lugar a donde teníamos que llegar. No respondí y seguí avanzando, sintiendo la amenaza inminente de que era el lugar equivocado.
Aunque la calle era exactamente la misma que todas las demás, había una abismal diferencia en el ambiente: las personas que vagaban por ahí se cubrían el rostro y caminaban volteando hacia sus espaldas cada 2 por 3, todo estaba lleno de lodo, los pequeños puestos estaban custodiados por hombres armados con lo que sabía bien eran armas anti-humanos (algo viejas, pero funcionando), los vendedores gritaban códigos y parecían ansiosos por terminar su venta del día, todos se miraban con sospecha, algunos bebían, otros fumaban. Juraría que incluso la iluminación era más tenue, casi nula.
-Quizá deberíamos vol...-comencé a decirle a Kikyō con preocupación.
-¡¿Qué carajo hacen aquí?! - nos grito alguien por la espalda.
Dimos un brinco y nos volteamos al origen del sonido. Un sujeto extremadamente gordo con un cuchillo de cocina nos señalaba acusatoriamente, su mirada causaba terror por la cantidad de sangre en sus ojos. ¡Estaba loco!.
-¡¿QUÉ MIERDA HACEN AQUÍ?! - Repitió el hombre acercándose con el cuchillo en alto.
Había llamado la atención de unos pocos hombres, pero la mayoría prefería seguir en lo suyo. Las riñas debían ser comunes aquí y ya que parecía ser un lugar de venta ilegal, dudaba mucho que llegara alguien a ayudarnos. Esto estaba mal.
-Nosotros... - comencé a tratar de explicar, mientras tanto levante mis manos en señal de rendición. - Nosotros...
-¡MARTHYEN! - alzó la voz una mujer. De nuevo venía desde nuestras espaldas. - ¡Por el amor de la Reina! Son solo niños, deja de asustarlos.
-¡No, no, no! Niños... Todos eran niños... Mataban... Destrozanban gente... Todos eran niños... No, no, no. - comenzó a balbucear el hombre antes de reír frenético. - ¿Dejarlos? ¡ASESINOS! ¡Yo los mataré!
Kikyō y yo retrocedimos. La mujer que había llegado a salvarnos se coloco detrás nuestro y nos sujetó por los hombros, ya no sabía si nos ayudaba o ayudaba al hombre. La rubia a mi lado estaba en shock, aunque su expresión parecía un témpano de hielo.
-¡He dicho que los dejes en paz! - repitió la mujer con mayor firmeza. - No me obligues a decirle Rion.
El hombre que ya se preparaba para abalanzarse sobre nosotros cuando se detuvo en el acto ante la mención de aquel extraño nombre.
-¿Rion? - susurro atónito. - ¡¿Dónde esta?! ¡SEÑOR RION! - grito antes de comenzar a reír.
Gritando y riendo por aquel que llamaba “Señor Rion”, se dio media vuelta ignorandonos y se marchó sin más. Suspire aliviado, había estado tan tenso que no note que contenía la respiración y mucho menos que Kikyō sostenía mi mano en un intento de no perder la calma.
-Uff, eso estuvo cerca... - también suspiro aliviada la mujer.
Cayendo en la cuenta de que seguíamos en peligro, me aleje de la mujer jalando a Kikyō para que ambos enfrentarámos cara a cara a nuestra “salvadora”.
-Tranquilos, pequeños... - habló la mujer ante nuestro intento de huida. - No les haré daño.
La observe: era alta, demasiado joven (quizá de la edad de mi madre), su cabello negro caía sobre uno de sus hombros y sus prendas estaban tan desgastadas que la hacían ver aún más maltratada de lo que su piel daba a conocer, sus manos resecas y callosas se aferraban a un trozo de papel y una cesta, y sus ojos... Fueron sus ojos lo que realmente calmaron todo miedo que invadía mi ser. Eran unos serenos ojos color miel, irradiaban confianza, pero exista también el fantasma de una trágica vida... Justo como en los ojos de mi padre... Era hermosamente triste.
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Levi's diary
Fiksi PenggemarMiembro de la Legión de Reconocimiento, proveniente de la Ciudad Subterránea, hijo de una Ackerman, soldado, compañero, líder, amigo... ¿Qué más podría decir para describirlo? Levi Ackerman, uno de los grandes héroes. Pero... Aún hay más que contar...