Joseph detestaba estos casos. No era solo la hora -al rededor de las 7 de la mañana, hora donde él preferiría estar tomando una taza de café mientras leía un libro- y el frío, sino también el dónde. Cuando encuentran un cadáver en la mitad de una vía pública, por una extraña razón, lo último que piensa la gente es "bueno, tal vez deberíamos simplemente irnos y dejar al investigador hacer su trabajo, no?". Por supuesto que no. Se quedan a mirar con horror lo que alcanzan a ver desde el otro lado de la cinta de policía, murmurando cosas como: "¡qué horrible!", "¿qué clase de persona haría esto?" y comentarios de ese estilo. Los murmullos eran distractores, el gentío lo ponía ansioso. Y estar distraído y ansioso mientras se intenta resolver un caso no es precisamente ideal. Sobretodo cuando se trata de un asesinato. Y en especial cuando se trata de un caso que está directamente relacionado con el.
La escena del crimen fue encontrada por un pobre diablo qué pasó por ahí en la madrugada. Vio una pierna asomada por un callejón y pensó que se trataba de un borracho, pero al acercarse se encontró con paredes manchadas con sangre humana, y un cadáver demacrado al punto de ser irreconocible. Y rosas. Muchísimas rosas, rellenando el cadáver, reemplazando órganos que habían sido removidos del cuerpo de la víctima con precisión. Ojos, lengua, corazón, estómago, en lugar de cada uno de estos había rosas. Y al lado de esta macabra escena, una carta escrita con finísima caligrafía, dirigida a ni más ni menos que el detective Joseph Thomas.
La carta- incluso después de haberla leído unas veinte veces- no le decía a Joseph mucho más de lo que ya sabía. "Rosas Muertas" era un dolor de cabeza de niveles exorbitantes. Este ya era el quinto caso, y solo por eso el detective ya sabía que la autopsia regresaría sin rastro alguno del ADN de algún potencial culpable, y lo dejaría a él golpeándose la cabeza contra la pared de la frustración. Las últimas víctimas ni siquiera tenían algún amigo o familiar que contactar por posible cuestionamiento, o algún registro de actividad sospechosa. Nada. Ni vecinos, ni compañeros de trabajo. Absolutamente nada. Y se imaginaba que este caso no sería diferente.
Suspiró suavemente. Llevaba horas mirando la escena del crimen y seguía exactamente igual. Ninguna revelación maravillosa gracias a una huella de zapato que apuntaba directamente a una casa cercana donde casualmente residía un criminal fugitivo, no. Eso sería fácil, y sencillo, pero aparentemente el mundo odiaba darle casos fáciles y sencillos. Eso lo frustraba de sobremanera, pero suponía que era inevitable. Sería maravilloso poder decir que esta vez su reputación lo había excedido, que era momento de darle los casos difíciles a alguien más, pero la verdad era que el caso era para él y él solamente. Lo supo apenas leyó la primera carta y sintió como lo carcomía la culpa, de que alguien había matado a esa pobre persona que yacía frente a él en una mesa de examinaciones exclusivamente para él. Por "amor".
La culpa aún seguía ahí. Le picaba el pecho cada vez que veía las fotos de las víctimas en la escena del crimen, y le quitaba el aliento cada vez que recibía la noticia que habían encontrado otro cadáver. Tristemente, sabía que no había mucho más que hacer que solo resolver cada caso y encontrar al culpable para que pagase por esto. Y una vez tuviesen al verdadero culpable, Joseph se tomaría unas buenas y merecidas vacaciones.
Volvió rato después a su oficina -tras recorrer un laberinto sin salida por unas 6 horas más- ya con su taza de café en mano, a recostarse frente a su escritorio a esperar la llegada de los resultados de la autopsia. Tomó un sorbo de su café lentamente, intentando pensar en lo que sea que no fuese su trabajo. Se decidió por leer un rato, así que se levantó a regañadientes de su cómoda silla para recoger algún libro de la repisa, que ya comenzaba a acumular polvo debido a su negligencia causada por la falta de tiempo. Y justo en el momento que se decidía por el libro que leería, llega a sus oídos el sonido del teléfono. Después de unos segundos de contemplar la idea de no contestar la llamada, Joseph vuelve a su escritorio a regañadientes, y levanta el teléfono para contestar, sus dedos cruzados con la pequeña esperanza de que aquella llamada no fuera más que una persona cualquiera.
- Habla Joseph Thomas, investigador privado, ¿que se le ofrece?-
- Señor Thomas, habla el comisario de la estación de policía. Le informo que los resultados de la autopsia de la víctima han llegado al fin a la estación, y serán enviados a usted de inmediato-
Y ahí se termina su minuto de descanso.
- Me gustaría recoger los resultados personalmente, señor comisario, no es necesario que envíe a alguien para que me los entregue- responde casi que automáticamente- Ya sabe como es, preferiría no perder ni un solo papel, por más pequeño que sea -
- Entiendo señor. Lo esperaremos aquí entonces-
- Allí estaré-
Colgó el teléfono, y bostezó ligeramente. Terminó su café de un último trago, sintiendo como el brebaje quemaba su garganta y su lengua, y salió nuevamente de su oficina, camino a la estación. Estaba a poco más de dos cuadras de su oficina, pero no tenía demasiada prisa, así que agradeció la excusa para caminar en el frío aire de la ciudad. Por lo menos así, el café ya lo habría vigorizado por completo y su cabeza estaría un poco más desocupada.
Para su desgracia, la caminata no duró demasiado, y antes de notarlo ya estaba frente a la estación, la ansiedad que había buscado disipar nuevamente volvía a instalarse en su pecho, incómoda y pesada. Con un suspiro, la dejó de lado como pudo. Tenía cosas más importantes que hacer que ahogarse en sentimientos de culpa. Y con ese pensamiento, entró en la comisaría, dejando atrás su miedo.
El comisario lo estaba esperando justo dentro de la estación, y lo saludó, asintiendo suavemente. Joseph le devolvió el saludo con fingida tranquilidad y decisión, mientras sentía su estómago anudarse con ansiedad. Sin dirigirle la palabra, el comisario se dio la vuelta y lo guió a través de la ya conocida estación, en dirección a la que ya sabía era la oficina de los registros. Caso tras caso, apilado en papeles y carpetas, dentro de cajones metálicos marcados metódicamente. El comisario abrió la pequeña habitación, y Joseph entró detrás del hombre. La carpeta estaba arriba de una repisa junto a una variedad de cajones, probablemente había sido depositada ahí justo después de ser recibida.
El comisario se dio la vuelta a mirar a Joseph, con la carpeta en sus manos. Se la extendió, diciendo unas palabras que Joseph no escuchó, su cabeza atrapada en sombras. Asintió mientras tomaba la carpeta, fingiendo entender lo que le había dicho el policía, pero más enfrascado en la carpeta que parecía pesar toneladas en sus manos. A pesar de todo, el comisario no mostró señales de ver la sombra en la cara de Joseph. Podría pensar que sólo fingía no verla, pero el detective sabía que su cara no mostraba expresión alguna. Ninguna sombra de duda escapaba de sus ojos, y era en momentos como este, en que su corazón se llenaba de ansiedad, que agradecía y apreciaba esta habilidad.
- ...llamado Eric Valentino. Buscamos en los registros de la estación y encontramos que había sido reportado como desaparecido por su familia 1 día antes de que fuese encontrado el cuerpo-
"¿Familia?"
Joseph, que hasta ese momento se encontraba ensimismado mientras observaba la carpeta levantó la mirada. El comisario estaba mirando detrás de su hombro, en dirección al pasillo y hacia donde se encontraba la recepción de la comisaría.
- Llamamos a la familia para reportar la muerte del chico y citarlos a interrogación hace unos minutos, pero resulta ser que su hermano menor lleva frecuentando la estación desde la desaparición de su hermano. Un chico de 24 años llamado Damien. Cuando le reportamos que su hermano había sido asesinado, parecía especialmente interesado en saber del caso y de usted-
El chico tenía familia. Familia. Una familia que se preocupaba de él, que incluso había reportado su desaparición. Por el mismo demonio, su hermano menor había visitado la estación constantemente. Pero, ¿cómo? Todas las víctimas anteriores tenían eso en común, o no tenían familiares vivos o sus familias no se interesaban por ellos, esa era la pista que Joseph estaba siguiendo hasta ahora, la única pista que tenía. Rosas Muertas mataba gente sin conexión a la sociedad, sin lazos significativos, gente olvidada por todos. ¿Qué había cambiado ahora? ¿Por qué de repente su víctima terminaba siendo un chico con una familia que lo amaba, que se preocupaba por él? Joseph sintió un escalofrío recorrer su espalda. Todo se volvía más complicado cuando las familias de las víctimas se involucraban. La culpa solo se ponía peor.
- Hablaré con él- dijo finalmente Joseph- veré qué es lo que quiere, y lo que sabe-
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Escrito con un cuchillo
Mystery / ThrillerEn vista de una serie de asesinatos realizados en su nombre, el detective Joseph Thomas debe buscar a este misterioso asesino, que jura conocerlo y amarlo desde hace tiempo...