Punto de Quiebre

La muerte

La Muerte

No le envidio nada a la vida porque a pesar de todo, ella es la que tiene los años, los minutos, los segundos pero yo tengo el alma para siempre y por siempre.

No le envidio nada a la vida porque ella se queda con la hipocresía, porque ella se queda con las falsas sonrisas, con las lágrimas derramadas, con las promesas que quedaron flotando en el aire. Mientras que yo, otorgo el final, el verdadero final, la rendición por fin llegó y nadie puede cambiarlo. El último suspiro fue regalado pero por fin, los ojos cargados de tristeza ya no tienen que ver lo que tanto les duele, los oídos que antes sangraban ya no tienen que escuchar las palabras que tanto los dañaron y finalmente, el corazón ya no tiene que agrietarse para jurar que no va a volver a entregarse a nadie más. Ésta vez, cerró sus puertas para cualquier ser viviente.

Ya no hay daños colaterales, las almas destrozadas están en paz... Entonces, ahora te pregunto a vos, vida, ¿qué es lo que puedes envidiarme? Te respondo que todo, puedes envidiarme todo porque eso que vos y el destino le arrebataron a los vivientes, yo se lo entrego. Dándoles por fin la paz eterna, quedándome y procurando sanar sus ya incurables almas.

Robale sonrisas, suspiros, sueños, esperanzas. Yo les entrego algo mejor, y a su paso les dedico mi estadía eterna en el vacío, esperando para así darles el calor que tanto necesitaron en vida.

No te envidio nada pero vos deberías envidiármelo todo porque yo los tengo para siempre, eso es lo que vos tanto deseaste junto a las almas egoísta. Mantenerlas a tu lado siempre, condenándolas a un martirio.

Obsérvame siendo superior a vos, arrebatándote a cada uno de los vivientes, devolviéndote ese dolor que vos les entregaste, dándoles esa paz que vos solo por segundo les otorgaste. Mírame y piérdete en los ojos de la muerte, piérdete en mi.