25 - Carnaval

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Bajo de la motocicleta con prisa, la sangre bombeando por mis venas con rapidez y aunque sé que no debería reprochar nada a mi madre, la única persona que me ha dado todo y más, no razono

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Bajo de la motocicleta con prisa, la sangre bombeando por mis venas con rapidez y aunque sé que no debería reprochar nada a mi madre, la única persona que me ha dado todo y más, no razono.

Entro con mis llaves y no doy ni dos pasos dentro de su casa que la encuentro tejiendo frente al televisor de su sala.

―Te tardaste demasiado, hijo ―su respuesta me paraliza.

―Levi. ―Suspiro. ¿Quién si no pudo advertirla?

Deja su tejido de lado y me invita a tomar asiento junto a ella. Lo hago y me toma las manos para besarlas.

―¿Quieres gritarme? Hazlo. ¿Quieres pedirme explicaciones? Te daré las que necesitas. ¿Quieres romper algo? Todo lo que hay aquí, lo has pagado con tu dinero. Me da igual.

Sus ojos suplican compasión, entendimiento, pero es una mujer fuerte. Al mirarla, esa furia febril con la que vine se evapora y en lugar de reaccionar como un imbécil, le hago una sola pregunta:

―¿Por qué me lo ocultaron?

Busca el control remoto y apaga el aparato colgado en la pared, silenciado la reproducción de una vieja película. Es entonces cuando relata cómo es que Levi la encontró, lo que ella pensó al verlo y el momento en que descubrió que él no era solo un hombre de negocios que vio en mí puro talento.

―Él olió tu sangre, la sangre de campeón. Sintió los frenéticos latidos de tu corazón carioca ―dice orgullosa, y agrega ―, después de todo, eras lo único que a Levi le había quedado de su hermano. Sus padres habían fallecido años atrás y sus hermanas estaban enemistadas con él. Ni Levi ni yo supimos manejar el hecho de que jamás conocerías a tu padre y de que él jamás llegó a saber de ti ―su voz se estrangula y entiendo su dolor; no se trataba únicamente de no saber cómo manejar la verdad, sino también de convivir con la pérdida de su primer y único amor ―. Con el correr del tiempo, el secreto pasó a un segundo plano. No sentí la necesidad de contártela ni de que tú la supieras. Saliste adelante sin él.

―¿Por qué no dejaste que yo decidiera si quería o no saber la verdad?

―Porque no quería dañarte y porque temía que nunca más regresaras a Río ―gimotea ―, acababas de marcharte a Barcelona con un contrato millonario bajo el brazo y las ilusiones de ser una gran estrella. No quería que nada opacara tu felicidad ―sus lágrimas se convierten en hilos continuos y me parte el alma verla a la defensiva ―. Siempre quise lo mejor y me disculpo si en el camino no he hecho lo correcto.

Mamá oculta su rostro con ambas manos, escondiendo su llanto crudo.

Caigo de rodillas sobre el piso de madera y me arrastro hacia ella, apoyando mis palmas en sus muslos.

―Mamá, no llores. No más, por favor ―le imploro.

―No merecías esto, lo sé.

―Madre, soy yo el que te debe una disculpa. Debería haber tratado esto de otro modo, no lo sé...Levi tropezó con sus palabras y todo resultó como una bola de nieve.

"Rafe: corazón carioca" - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora