29 - Entre la espada y la pared

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―¿Qué dijiste?

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―¿Qué dijiste?

― Que me operaré siempre y cuando tú seas la que tome el control.

―Rafe, no puedo. No soy tu doctora de cabecera. ¡No tengo licencia en Brasil!¡No es ético! ¡No, no y no! ―Mi voz tiembla y siento el cuerpo fuera de control.

―Entonces, no hay modo en que lo haga. ―se cruza de brazos en mitad de la cama. Mis hombros descienden, desesperanzada.

―¿Por qué te comportás como niño caprichoso? ―Grrr...es exasperante.

―Elegir cómo luchar mis batallas no es un capricho, Paloma. Eres una excelente profesional y no sería nada nuevo para ti. Yo estaré tranquilo entrando a la sala de operaciones y tú te asegurarás de mantenerme con vida. Es un ganar-ganar ―Lo hace sonar como si jugáramos al Candy Crush.

―Rafe, yo no...―Balbuceo, en estado de shock.

―No, ¿qué?

―No sé si podría. ―Su pedido me ha tomado por sorpresa. Estoy aturdida y molesta porque, nuevamente, me encuentro entre la espada y la pared.

―Paloma―acaricia mis muñecas, encargándose de rozar con sus pulgares mis dos tatuajes al mismo tiempo. Este chico es una caja de sorpresas ―, cariño, tengo un miedo irracional a operarme, pero estuve pensándolo mejor y la única manera en que accederé, es si tú comandas la intervención. Me has salvado una vez, lo harás otra. Mi corazón te pertenece y se siente a salvo contigo ―No es una idea descabellada después de todo, pero tenerlo en mi quirófano, entubado, vulnerable, me hace doler las tripas.

Las palabras se atascan en mi boca y titubeo, conmocionada.

―Rafe, no puedo operarte. ―exhalo con serenidad ―. No tengo licencia en Brasil, mi equipo médico, en el cual confío ciegamente está en Buenos Aires ―Justifico con la intención de persuadirlo de lo contrario.

―Entonces, que sea en Buenos Aires. ―Propone sin dudar y volvemos a foja cero.

―No es lógico que abandones a los doctores que han hecho tu seguimiento hasta entonces. Tiene tu historia clínica, te conocen mejor que yo en ese aspecto.

Minha beleza, solo confío en ti. ¿No te parece suficiente acto de fe?

Sus ojos oscuros son suplicantes, hermosos, con el brillo más intenso que le vi hasta entonces. Está poniendo su vida, ni más ni menos, que en mis manos y esa valentía me subyuga.

Nunca he sentido que los zapatos me quedaran grandes al entrar a una sala de operaciones, mi pulso jamás tembló y mis nervios son de acero. ¿Con Rafe? Espero que no cambie la racha.

No encuentro excusas para seguir negándome; su pedido es factible, nada descabellado. Sin embargo, me inquieta decir que sí.

―Está bien ―meneo la cabeza, no convencida del todo―, pero tenemos que ser efectivos con la logística. Tengo que hablar con tu equipo médico, con mi jefe, ¡con todo el mundo! ―me presiono las sienes de solo pensar la repercusión mediática que nos rodeará ―. Esto no puede dilatarse por más tiempo, ¿lo entendés?

"Rafe: corazón carioca" - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora