26. Alter

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Pasaron algunos meses, unos seis aproximadamente, en los que Jisung había mantenido su promesa y me había hablado enviándome fotos de su día a día, contándome más de cómo le iba en el trabajo, sus planes para entrar a la universidad y preguntando por mí y mi trabajo. Habíamos hecho videollamadas hasta dormir, me había despertado los días que me quedaba hasta muy tarde para que no llegara tarde y siempre sus "Buenos días, Min", hacían que todo valiera la pena y que me sintiera como si estuviera viviendo mi primer amor. Y es que, en realidad si me encontraba viviéndolo y era un amor de infancia que se había retorcido de una forma horrible y que ahora volvía a ser algo tierno e inocente, pero más adulto. Puede que solo fuera inocente porque kilómetros nos separaban, pero eso estaba bien por ahora.

Incluso me había vuelto tan cursi que mis amigos se reían de mí aquí cuando me encontraban sonriéndole al teléfono o cuando no quería salir porque había planeado ver una película con Han por videollamada ese fin de semana. Sin embargo, lo sabían y yo también; estaba cayendo perdidamente enamorado del pelinegro otra vez, aunque quizás nunca lo había dejado de estar.

Hace algunos días había recibido una llamada de Haseul invitándome al cumpleaños de Pham. No había podido ir a verlo el día que lo adoptaron hace casi un año y me contaba que él había elegido ese día como celebración para su cumpleaños, así que esta vez debía ir sí o sí. Y no podía estar más de acuerdo. Obviamente me daba curiosidad y quería ver cómo estaba Pham; a veces hablábamos por videollamada cuando se lo pedía a Haseul o Youngjae o de vez en cuando me mandaba foto de alguna de sus aventuras por mensaje. Cuando había llegado aquí y había cambiado de número me había asegurado de enviárselo a Haseul, porque sabía que sino Pham estaría muy triste y yo también, porque le había agarrado muchísimo cariño a ese niño.

Sin embargo, también tenía muchas ganas de ir a Corea a causa de un chico de mejillas de ardilla que hace tan solo unos días me había confesado medio ebrio que se moría por pedirme ser algo más, pero que solo lo haría cuando nos volviésemos a ver.

Y por suerte mi espera había terminado, porque estaba saliendo del aeropuerto y podía ver a Hyunjin junto a la camioneta esperando por mí. Han no sabía nada y eso me ponía más nervioso aún.

– ¿Y? ¿cómo estuvo el vuelo, hyung? –preguntó Hyunjin mientras se acercaba para darme un fuerte abrazo.

–Bien, quiero vomitar, pero dudo que sea por esa razón.

–Me lo imagino –rio–. Jeongin se quedó con Jisung para distraerlo y que no hiciera muchas preguntas, no sé si intuye cosas magníficamente o nos hoyó hablando, pero está muy nervioso y fisgón.

–Le dije que le enviaría un regalo hoy, espero que sea eso –supliqué–. Ojalá no sepa que el regalo soy yo.

–Debiste ponerte un listón, hyung –ladeó los labios Hyunjin, en desaprobación.

–Idiota.

– ¡Minho hyung, lo extrañé tanto! –chilló antes de apretarme nuevamente entre sus brazos.

Nos subimos a la camioneta cuando me soltó y condujo hacia su casa. Por lo que Han me había contado cuando fue a visitarme, ahora vivía con ellos, pero estaba planeando mudarse para volver a darles privacidad. Ya iban casi cuatro años y había comentado que a veces sentía que interrumpía escenas de un drama. O una película porno, pero intentaba omitir esas en su mente.

Me bajé y Hyunjin estacionó la camioneta, así que Jeongin me abrió la puerta y me hizo pasar riéndose en voz baja, me abrazó muy fuerte y me susurró que luego hablaríamos mejor. Me indicó que me quedara en medio de la sala y fue en busca de Jisung. Todo alrededor estaba cambiado, pero a la vez igual. Había un nuevo sofá, ahora tenían una televisión y algunos adornos que recordaba ya no estaban o quizás estaban en otro lado, incluso había algunos cuadros de Hyunjin y Jeongin o los tres que vivían aquí por ahí.

Sé que sientes esto~ [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora