CAPITULO 3

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Hugo


- ¡Hache!

Conocía esa voz. La conocía demasiado bien. Igual que Ginebra, mi mejor amiga y responsable de la economía del reino. Estábamos en mi habitación mientras ella me contaba que la boda iba a ser un desbarajuste innecesario para el pueblo. Y yo no podría estar más de acuerdo.
Pero cuando escuchamos aquello no pudimos por menos que mirarnos sonriendo y lanzarlos hacia la puerta.

Solo conocía una persona que me llamara así, y era Nico.

Mientras corría por el pasillo se me venían a la cabeza todos los momentos que he compartido junto a él. Desde que tengo uso de razón, Nico siempre ha estado ahí. En las buenas, en las malas, y en las peores. Pero nunca me había dejado solo. Y esa era la razón de por qué era mi mejor amigo.

Iba a bajar las escaleras seguido de Ginebra cuando choqué con el torso de alguien y me desplacé hacia atrás. Al alzar la vista me encontré con Nico. Mi mente no funcionaba como siempre. Solo podía quedarme plantado en frente suya pensando que es la pieza que faltaba en mi vida, que desde hacía tiempo no encontraba el rumbo.

Sus ojos se posaron en los míos al tiempo que una sonrisa descomunal le brotaba de los labios. Me aproximé hacía él, pero antes de poder abrazarlo, alguien se me adelantó y del impacto cayeron al suelo. Ginebra estaba tirada encima de nuestro amigo y, visto desde fuera, pareciera que lo estaba ahogando.

Al levantarse, nos miramos en silencio, él con la respiración agitada por la adrenalina, y solo me salió decirle:

-No sabes lo que te he echado de menos.

Y se tiró a mis brazos. Volvimos al suelo y ahora mis ojos estaban nublados por las lágrimas y Nico no paraba de repetir lo mucho que me quería.

Después de pasar a su vera toda la mañana, nos puso al día de todo lo que había hecho esos meses. Nico era un chico normal, como cualquier otro, pero, en repetidas ocasiones había sido pillado con otros chicos. Eso era inadmisible para la sociedad del momento. Su padre era íntimo del mío, y por eso se había librado de la soga. Solo con pensar que Nico podría morir, mi corazón se aceleraba. A cambio de guardarle la vida, Nico tendría que asistir a un centro donde trataran su trastorno. Ellos lo denominaban centro de ayuda, pero todo el mundo murmuraba que el hijo del burgués Luis había sido internado en un loquero. Y no era agradable que hablaran así de él. Menos sabiendo que no había hecho nada malo.

-Había un chico que era igual que yo. -Dijo Nico. -Se llamaba Luca. Era... Dios, lo era todo. -Su sonrisa delataba lo mucho que le gustaba aquel muchacho. -A veces venía a mi habitación de noche y no hacía falta palabras para que él se acercara y me abrazara por detrás. -Finalizó, con un destello en los ojos.

-Vaya, -Habló Ginebra. -Sí que te gusta. - Su voz sonaba un tanto decepcionada.

Era evidente que Ginebra llevaba años enamorada de Nico. Nunca lo había dicho en voz alta, pero era notorio su desagrado cuando hablaba de otros chicos. Y yo no la juzgo, porque Nico era alguien a quien simplemente no podías odiar. Era amable, divertido y risueño. Al principio lo miraba y pensaba que no sabía lo que era la tristeza, lo que era el sufrimiento. Pero con el tiempo he aprendido a descifrar sus sentimientos, cosa no muy fácil.

Habría dado lo que fuera por quedarme con ellos todo lo quedaba de día. Eran lo único real que me quedaba y nunca sería suficiente tiempo el que pasara con ellos. Fue entonces cuando sentí la mano de alguien en mi espalda y me giré, para ver que se trataba de uno de los sirvientes de mi padre.

-Majestad, -Dijo el hombre. -Su padre le espera en la ermita para el encuentro formal con los Garber.

Nico escondió la cara para soltar una tímida carcajada y Ginebra también se río, aunque no tan disimulado.

EL MEJOR DESASTRE DE MI VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora