Capitulo único

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Cuentan que en las calles de Yokohama vaga un hombre, un hombre que pareciera ser un espectro, vaga sólo por la ciudad... deseando la muerte...

En su pecho lleva la cicatriz de una herida, su alma está destrozada, todo lo que quiere es perder la vida, y reunirse con su amado.

Las personas que lo apreciaban habían dejado de intentar darle consuelo, pues no hay manera de sanar un alma incompleta.

Sus pasos le guiaban al lugar de siempre, ese lugar donde alguna vez lo había salvado, si es que eso es lo que había hecho, se sentó viendo el paisaje, el olor salado del mar se coló a sus pulmones, dándole oxígeno a ese corazón roto, ese corazón que no podía vendar y que todo lo que necesitaba era dejar de recibirlo y por fin descansar en paz.

Vio al cielo estrellado, era hermoso, la noche tenía el clima perfecto y era hermosa, con una luna menguante, pero él le pedía a dios, si es que eso existía, que se lo llevara con él que diera fin a su agonía.

El sonido de las olas rompiendo con el leve acantilado que había a unos veinte metros debajo...

Seguro si hubiera estado vivo se hubiera burlado abiertamente de él, y él hubiera dicho algo increíblemente estúpido o aún más burlesco para defenderse... pero ya no estaba ahí.

Lo había amado más que a su vida... y lo perdió para siempre.

Por eso llevaba esa herida, por eso buscaba a la muerte...

Jamás lo volvería a escuchar reír o que sus rebeldes cabellos se mecieran con el viento, su rostro jamás volvería a tocar el sol, sus bellas facciones ya no eran más que huesos y piel flácida en una tumba.

Corrupción se lo había llevado y era planamente consciente que era su culpa, ese día se repetía mil veces en su mente, la misión las risas producto de aquel poder se colaban a sus tímpanos reverberando y estancándose ahí como si fueran redes que lo quisieran ahogar, en el último momento su sonrisa... antes de que cayera herido de muerte...

Esa noche se permitió no solo recordar la tragedia, se permitió recordar todo lo anterior con lágrimas silenciosas surcando su rostro.

Esa mañana había estado nublado, denotando que iba a llover pronto...

-¡Dazai! Bastardo ¿¡dónde estabas?! -pregunto enojado el pelirrojo.

El castaño se había volteado a darle una cálida sonrisa.

-Lo siento chibi estaba en algo importante, que te he dicho que no te enojes y que bebas leche ¿es que algún día me harás caso?

-¡Maldito imbécil déjame en paz! -le grito el más bajo, aunque el castaño había reído, Chuuya sólo había apartado la mirada, nunca admitiría que no le molestaba del todo.

Caminaron un buen rato por las calles de Yokohama, charlaban, se habían reencontrado tras muchos altibajos, habían encontrado como reconciliarse, y actualmente lo estaban intentando, sin que lo supieran los lideres, de hecho sin que lo supiera nadie más que ellos mismos, por lo cual, ahora Dazai increíblemente a perspectiva de Chuuya lo estaba intentando, de verdad se esforzaba y de verdad parecía estar dándolo mejor de sí, no iban a lugares caros, no iban a lugares exóticos, pero sabía que eso es lo que más apreciaba Chuuya, que no intentara comprarlo con lo más caro, sino que se fijara en pequeños detalles que habían tenido más significado para ellos por todo lo que habían pasado.

Chuuya decidió darle una oportunidad y tomo su mano desviando la mirada para no ver la sonrisa que se grabó en el rostro del castaño, caminaban alegres... pero nada dura para siempre...

En el centro de la ciudad comenzó a aparecer un torbellino, de ahí se dieron cuenta... era un usuario de habilidad.

-Chuuya vámonos por favor, informemos a las organizaciones -pidió el castaño a lo que el pelirrojo lo miro, sin embargo, se dio cuenta de que la gente ya estaba saliendo herida... tenían que hacer algo, actuar rápido, lo más pronto posible, negó con la cabeza.

Oborozukiyo -SOUKOKU ONESHOT-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora