01/10/2022

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Recuerdo haber muerto al menos unas tres veces en este sueño; aunque inmediatamente después de morir volvía a la vida, y si bien en un principio mi primera experiencia de muerte soñada me asustaba, luego iba adquiriendo un carácter un tanto más banal rutinario, como si fuese más bien parte de un videojuego.

Al comienzo del sueño, acudía yo a una especie de dojo situada en el último piso del edificio donde vivo, el cual era administrado por un hombre cabello castaño y bigote; dicho hombre tenía unos ademanes muy propios de alguien salido de una película hollywoodense de los años 70, e igualmente setenteras eran las actitudes de todos los hombres que intentaban convertirse en alumnos de ese sujeto, quien sometía fácilmente a todos sus oponentes, sin aceptar a ninguno de ellos como sus pupilos, alegando que ninguno había mostrado un "talento natural" que los hiciera dignos de recibir sus enseñanzas.

Aunque el hombre de bigote y sus pupilos rechazados vestían como karatecas (todos con cinturón blanco) su manera de pelear poco o nada tenían que ver con el arte marcial. Extrañamente, aunque yo tampoco era aceptado como pupilo de ese bigotón, él no me golpeaba, sino que más bien me explicaba las razones porque no aceptaba a nadie como alumno, y por alguna razón eso me hacía sentir un gran respeto por su persona.

Por eso mismo, cuando al anochecer veía subir al último piso a un par de gánsteres como de los años 30, los cuales yo intuía tenían la intención de matar al bigotón karateca, me sentía invadido por la alarma, y quería salir del departamento a prevenir a su futura víctima.

A través de las casi transparentes cortinas de mi departamento, los gánsteres intuían mis intenciones, y no deseando tener testigos de lo que estaban a punto de hacer, entraban a mi departamento a matarme.

Esa, creo yo, fue mi primera muerte.

La escena anterior se volvió a repetir, y yo conservaba memoria de mi error; a fin de dar la impresión que yo no me encontraba en mi departamento, apagaba las luces, pero los gánsteres adivinaban mi presencia echándole una mirada a una luz que se colaba por debajo de la puerta principal de la casa, notando los movimientos que hacían mis pies.

Alguien entraba a mi departamento a oscuras y me torcía al cuello; esa fue mi segunda muerte.

Cuando recobraba el sentido, ya era de mañana, y un vecino me invitaba a desayunar en su departamento; en casa de ese vecino se encontraba un hombre joven, de cabello negro y nariz prominente, vestido con una playera negra. La verdad es que su aspecto era casi el de un adolescente, con apenas un escaso bigote que le hacía verse un tanto desgarbado. En algo su presencia me recordaba al actor Adam Driver.

El chico me saludaba mientras se comía unos cereales; el dueño de la casa me decía que era un nuevo inquilino del departamento, pero aún a pesar de su inofensiva apariencia, yo intuía que él era la persona que había entrado en mi departamento a oscuras y me había asesinado.

Yo le encaraba, preguntándole si acaso él me había matado la noche anterior.

El chico parecido a Adam Driver me respondía de forma muy amable que, efectivamente, él había entrado a mi departamento a matarme, pero que lo había hecho por el dinero, y no por tener ninguna clase de rencor o antipatía hacia mí, esperando que él y yo pudiésemos ser buenos amigos.

Sus palabras estaban desprovistas de cualquier tipo de sorna o malicia, oyéndose completamente sincero en su gentileza a pesar de admitir abiertamente haberme matado.

Yo no le respondía, pero al bajar hasta la cochera del departamento, yo observaba que en dicho lugar se había construido una extraña torre de piedra, una mezcla de un faro con una edificación salida de El Señor de los Anillos; se anunciaba en las noticias que una tormenta se aproximaba, y el viento comenzaba a soplar con fuerza, aún dentro del edificio, pero yo sentía deseos de subir a la cima de esa torre extraña de piedra.

Como si fuera un libro-juego, se me presentaba la opción de subir a la torre o volver a mi departamento, escogiendo yo la segunda opción. Allí, en lo alto de esa torre, mientras un huracán se desataba, tuvo lugar mi tercera muerte soñada.

Diario de Sueños y PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora