Con la muralla exterior de Pax'are perforada, los soldados Imperiales se amontonaban como moscas en el hueco creado por el sacrificio de los Diez, el enemigo Xeno también estaba preparado para la carga Krieg, disparando a cualquier humano que siquiera asomaba la cabeza.
Una sonrisa se dibujaba en la cara del comisario al ver tan mala situación, su mano se levantó por encima de los soldados, todos los ojos se fijaron en él; un disparo enemigo le voló la mano, lo que el comisario respondió con una carcajada incluso mayor, un chiste perfectamente ejecutado."Si eso es lo que prefieren..." El comisario se miró el muñón sangrante, sería un buen recordatorio de esa campaña para la posteridad "¡Voluntarios para humos de carne!"
Se formó un murmullo entre el resto de soldados, algunos discutiendo si se deberían ofrecer o ver quien se atrevía a ser el primero, otros ya echaban apuestas de cuantos se necesitarían para poder hacer retroceder a los T'au, mientras que un grupo ya estaba avanzando en dirección al comisario con el equipamiento necesario para la maniobra ofensiva.
Los Cincuenta fueron los que se entregaron a las órdenes de su comandante; eran conocidos dentro del regimiento por ser de los que menos duraban en el campo de batalla, siendo de los primeros en ser reemplazados cuando nuevos candidatos eran trasladados desde Krieg al frente; esto no era por ser malos a la hora de luchar ni un acto por lo que sentir deshonra, al contrario esto elevaba a los Cincuenta a un estatus de casi semidioses para el resto del regimiento. Eran los que más prolíficamente cumplían con la eterna deuda que tenían para con el Emperador, por lo que todos aspiraban a algún día ser tan desenfrenados como ellos.
Después de un par de minutos para prepararse mentalmente a lo que estaba por ocurrir y tener el equipo necesario, se les dio a los Kriegs un momento para despedirse de sus compañeros, con lo cual aprovecharon de hacer bromas a expensas de los demás soldados; en los últimos momentos el compañerismo y fraternidad en el regimiento no se detuvo ni por un instante. Sin embargo en el momento en que iban a salir de la trinchera y dirigirse a la brecha en la muralla exterior de la ciudad, la Santa Claudenia se interpuso entre los Cincuenta y su destino.
"¡Esto es una locura! ¡Comisario Gabdiel no puede llevar a la muerte a estos hijos del Emperador cuando usted quiera! ¡Hay reglamentos que se deben seguir!" La Santa miró fijamente al comisario
"Tienen un deber que cumplir, saben a lo que van" Gabdiel ni siquiera pestañeo
"¿¡¿¡Pero desperdiciar sus vidas de tal forma?!?! Es una locura Gabdiel; ellos tienen que elegir por su propia cuen-" Claudenia fue interrumpida al ser empujada por un KriegSin mediar una sola palabra, Cincuenta y Tres trepó la trinchera corriendo a la brecha del muro. No alcanzó a dar dos pasos cuando un T'au le voló la tapa de los sesos, al caer sin vida en el pavimento una granada de humo se desenganchó de su cinturón y creo una espesa nube; Cincuenta y Dos empezó a correr aprovechando la oportunidad dada por su compañero pero murió tan solo un par de metros al frente del Krieg muerto.
Como si estuvieran obedeciendo a una orden, todo el regimiento empezó a avanzar con paso lento a través de las bombas de humo que los muertos dejaban a su paso; las balas volaban sobre sus cabezas, los gritos confundidos de enemigos que trataban de triangular sus posiciones se mezclaban con los vítores de los Imperiales. Cada uno confiando ciegamente en el soldado que tenia en frente, la fe del regimiento completo estaba en los muertos y sus obras, los Cincuenta habían muerto dejando el camino a seguir para el resto de sus amigos y ningún Krieg estaba dispuesto a desperdiciar tal acto.
El tronar de las botas Imperiales chocando con el pavimento de Pax'are al moverse como una masa imparable se volvió estruendoso, perfectamente alinieandose con las baterías Krieg descendiendo a su camino, lentamente causando desesperación en los Xenos que intentaban todo en su poder para frenar el avance enemigo; parar a esos humanos locos que tiraban sus vidas a la muerte misma con una sonrisa en el rostro.
Claudenia miró a su alrededor desorientada, se tambaleaba entre las coberturas que los Imperiales tenían, la Hermana de Batalla no podía comprender como una situación así podía alegrar los corazones de esos hombres y mujeres, no importaba cuánto tiempo había pasado con ellos, siempre había una nueva forma de impresionarla y llevar a los límites más extremos el sentido del deber. Había sido instruida en ver al Emperador en cada ser humano que veía, racionalizar los planes que Él disponía para la humanidad para el avance de la civilización entera; pero al mirar al regimiento no podía ver nada que le indicara la más mínima pizca de lógica en su actuar, la única diferencia entre ellos y las bestias eran que los Krieg podían hablar y sentir más emociones que el honor.
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Hasta el último aliento (RLFV3)
Ciencia FicciónEn la última parte de la trilogía, los Lágrimas han sido mandados a una Cruzada de Penitencia contra la Mascarada Eldar "La pena de nuestra caída". Recientemente renovados por los nuevos reclutas, quedan cada vez menos veteranos que recuerdan los he...