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Para Kilian Black era un hecho que la presencia de Indara Dickinson le perturbaba. Él odiaba todo lo que alterara la oscura paz de su corazón, por consiguiente, la odiaba a ella.
La doctora era una mezcla de ingredientes místicos. Su estatura mediana, pero con rasgos curvilíneos. Sus escleróticas blancas adornadas con un iris radioactivo de matices oscuros y plateados. Esas fibras capilares abundantemente lúgubres que descendían hasta utilizar sus hombros como soporte. Su tez de porcelana excenta de lunares y marcas, pero lo más atrayente de todo era su olor.
Kilian Black no había presenciado semejante combinación de sustancias a lo largo de su eterna existencia. Para él, la señorita Dickinson podría ser una conjugación del infierno, una reencarnación demoníca de maleficencia absoluta.
Y la sola idea de convivir junto a ella le aturdía.
—¡Señor Black, hay una emergencia! —Will casi derriba la puerta de la oficina de Kilian Black.
Kilian disfrutaba el cuarto piso, era su espacio, su lugar sagrado que no debía ser mancillado, pero el atolondrado Will había estado toda la vida al servicio del señor Black, y este ya se había acostumbrado a lidiar con su torpeza.
—¿Se te olvidó que las personas normales llaman a la puerta antes de entrar? —cuestionó Kilian de manera impacible, sin apartar su vista del cuadro que le había tomado semanas en pintar.
Él era todo un artista del pincel. Tras décadas de preparación, todo lo que sus dedos tocaran se convertía en una obra de arte sobre el lienzo.
—Sé que no le agrada que subamos al cuarto piso, pero tenemos una emergencia.
—¿Qué sucede?
Will estaba agotado por las tantas escaleras que ascendió de manera fugaz. Su condición física no era la más representativa de una persona saludable.
—E-Es la señorita Dickinson.
Por un momento, Kilian vaciló en retirar o no sus ojos de la obra de arte. El nombre de la doctora fue pronunciado de manera súbita para sus oídos. Aunque, al final, mantuvo su postura lacerante.
—¿Qué pasa con ella?
—Es el pueblo... La quieren linchar. Recibí la noticia que la señorita Dickinson está acorralada en las ruinas del antiguo hospital.
Kilian sabía que Sallow Hill no aceptaría a alguien como ella, él imaginó que eso pasaría, que ella estaría en riesgo, pero quizás era mejor así. Ella sufriría en carne propia el rechazo de los habitantes, eso podría ser el detonante perfecto para que desistiera de esa asburda idea de vivir aquí.
—Nada de lo que pase con ella supone una emergencia para mí.
—P-Pero señor Black, ¿dejará que la lastimen? —Will era la única persona sensata en ese terreno—. Ella solo tiene buenas intenciones.
Kilian sabía ese hecho. Ella era un alma pura, pero debía librarse de su cercanía. La doctora tenía que abandonar el pueblo, de manera inmediata.
—No me importa la señorita Dickinson, ni su integridad física, ni sus buenas intenciones. Me es indiferente lo que le suceda.
Kilian actuaba con inteligencia, escucharía a su cerebro, no se entrometería en problemas que no eran de su incumbencia.
—Señor Black, usted es el único que puede salvarla. El pueblo lo respeta... más bien le temen. —Will suspiró profundo—. ¿Dejará que la maten?
Esa interrogante no fue efectiva para los planes de Kilian Black.
Él no debía confundirse.
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El Depredador de Sallow Hill
Misterio / SuspensoLa doctora Indara Dickinson decide mudarse al inhóspito Sallow Hill, un pueblo que ha sido rechazado por la sociedad debido al mal augurio que posee. La muerte ronda en sus tierras y ni siquiera los animales desean vivir ahí. Además, la amenaza de u...