Cαpı́tulo 14

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Quackity hizo poco después del desayuno, marchándose a la biblioteca por lo cual Vegetta estuvo agradecido. No quería tratar con lo ocurrido la noche pasada hasta que hubiera apuñalado a Auron de una vez por todas. Requería toda su energía y concentración si no quería matarse él mismo.

Estuvo en el gimnasio hasta casi la hora de la comida y luego fue a la ducha. Volvió al pasillo del comedor con el estilete presionado contra su cintura y su pelo todavía mojado, listo para cometer el acto. Trató de mantener su mente deliberadamente en blanco. No quería que ninguna clase de otros pensamientos le alcanzaran ahora. Había tenido una vez conciencia, antes de que entrara en este lugar, pero esto era lo que la prisión le había hecho. Y lo único que le importaba ahora era mantener a Quackity o a él seguros de esos matones.

No había ningún guardia en el pasillo, solo presidiarios recorriendo los mismos y alineándose para la comida, y mientras Vegetta echaba un vistazo alrededor antes de adentrarse en la cocina, alguien agarró su brazo con fuerza.

— ¿Qué haces, Vegetta? —Quackity exigió en un susurro, su cara llena de ansiedad.

— No tienes que saberlo. —Vegetta trató de evitar la mirada penetrante de su compañero, pero Quackity se la sostuvo.

— Por favor, por favor... No lo hagas. No por mí.

Vegetta lo tomó por los hombros y lo atrajo hacia la entrada.

— Escúchame... —Dijo en un murmullo. — Te violó para joderme. Esto es sobre mi venganza, no la tuya, te lo prometo.

Quackity negó con la cabeza.

— No quiero que lo hagas, esta no es la respuesta.

— En un lugar como este, es la única respuesta. —Vegetta empujó a Quackity contra la puerta. — Me marcho.

Quackity miró de nuevo hacia él con ojos desesperados mientras Vegetta le daba la espalda, cerrando la puerta de la cocina detrás de él. Como Lolito había prometido, no había guardias a la vista. La primera parte de la enorme habitación estaba vacía salvo por un tipo al que llamaban Illo Juan lavando platos al final. El preso contempló a Vegetta con inquietud, quizás viendo la intención de su cara.

Vegetta lo fulminó con la mirada en un momento, tratando de impresionar en la mente de este muchacho la necesidad de que no le había visto nunca en este lugar. No importaba, este asesinato no iba a evitarse de ninguna manera.

Si Vegetta se lo proponía, lo hacía.

Giró en una esquina, por delante de la despensa entrando en el área principal. Un reo estaba ocupado pasando bandejas a través de la ventana ciega del servicio a presidiarios al otro lado, en el comedor. Dos tipos charlaban sobre el amontonamiento de verduras sobrantes en contenedores plásticos, pero ninguno se dio cuenta de él cuando se movió por la parte trasera de la cocina, donde llevaba a las puertas de entrega. Estaba tranquilo aquí.

Sentado en un saco de patatas Perxitaa, un payaso con todas las letras y la mano derecha de Auron, bostezaba y se rascaba las pelotas. Frente a él, con su espalda girada, estaba Auron. Vegetta agarró al pelirrojo por la camisa y antes de que supiera qué le había golpeado, lo arrastró hacia atrás para golpearle la cabeza contra la mesa de trabajo metálica, dejándolo inconsciente al instante.

Auron se volvió ante el escándalo. Simplemente sonrió mientras veía a Vegetta allí de pie.

— Bien, muy bien. Has estado esperando tu tiempo, muchacho. Me preguntaba cuánto tardarías. Entiendo por qué estas cabreado. Esa maricona tuya tiene un culo muy agradable, el más apretado en el cual he estado alguna vez. Lo monté como un potro salvaje y quedó llorando cuando me detuve.

Vegetta anduvo hacia adelante, su cara petrificada, retirando el estilete de su cinturón.

— Bueno, no estás jugando limpio. —Auron pareció indiferente. — ¿Qué está mal con la parte de compartir? ¿Por qué te preocupas por esa zorra?

— Ya te dije que es mío. —Dijo Vegetta entre dientes.

¿Por qué estaba rebajándose a tener realmente una conversación con este tipo? Porque no era fácil analizarse a sí mismo cuando apuñalabas a alguien a sangre fría.

— Y creo que es irrazonable. Nadie tiene que morir por culpa de un maldito maricón que ofrece sus favores a cualquiera. Menos a ti. —Auron sonrió con satisfacción.

Vegetta avanzó hacia delante y trató de pincharlo con el arma. Auron trastabilló hacia atrás, agarró un cuchillo de la mesa de trabajo detrás de él y maldijo cuando el cable que lo ataba no llegó a ninguna parte cerca de Vegetta.

El mayor levantó una ceja, andando más cerca. Esto iba a ser demasiado fácil, una lucha totalmente injusta. No le gustaba esto.

— Oh querido... —Dijo Auron. — Tendré que usar esto en cambio. —Alcanzó el calcetín bajo su pantalón.

— Cepillo de dientes afilado... —Vegetta rodó sus ojos. — ¿Es lo mejor que tienes?

Pronto sintió lo punzante del arma cuando el castaño arremetió contra él, apuñalándole en el antebrazo y dibujando el borde terriblemente serrado a través del músculo y la piel.

Vegetta maldijo, lanzándole un puñetazo, enviando a Auron contra el banco, partiéndole el labio. Se acercó, agarrándole por el cuello de su camisa con la mano izquierda mientras con la otra sostenía el estilete. Su brazo goteaba sangre por todas partes del suelo.

Auron luchó como un animal y pelearon el uno contra el otro, atropellando cacharros de cocina que se apilaban en el banco de trabajo, cayéndose al suelo donde rodaron con la sangre de Vegetta. Ambos perdieron sus armas en la lucha y usaron sus puños. Auron era un adversario fuerte, resistente y también era muy bueno jugando sucio. Agarrando a Vegetta por las pelotas, riéndose mientras este caía de espaldas jadeando y luego agarrando la pierna del pelinegro le apuñaló directamente en el hombro izquierdo.

Vegetta jadeó, varado, casi demasiado impresionado para sentir el dolor. Permaneció tumbado allí un momento alzando la vista a Auron que estaba arrodillado encima de él con el punzón levantado con ambas manos, esperando a clavarlo en su corazón.

La mano derecha de Vegetta hurgó en el suelo al lado de él y se cerró alrededor del cepillo de dientes afilado. Mientras Auron bajaba el punzón con triunfo en sus ojos, Vegetta elevó su brazo y apuñaló al otro preso en el cuello. Al retirar el arma, un torrente de sangre inmediatamente salió disparado de la herida y el estilete cayó al suelo de la mano de Auron en un intento inútil de frenar el sangrado, contemplando a su asesino horrorizado.

Vegetta estaba debajo de él, obsevando mientras Auron moría lentamente. Enroscándose y dando vueltas. Finalmente retrocediendo a través de las piernas del mayor, gorgojando sonidos de su garganta mientras que la herida seguía bombeando sangre.

Sonidos de pasos atravesaron la salida del comedor llamando la atención de Vegetta.

— Ostia, Vegetta... —Era Lolito y detrás de él estaba Quackity y Mangel.

Los tres arrastraron a Auron lejos. Quackity puesto en cuclillas sobre el mayor.

— ¡Tienes un puto corte! —Le recriminó.

Vegetta gruñó y miró hacia atrás, al charco de sangre en el suelo y al cadáver mientras Lolito y Quackity le ayudaban a enderezarse.

Hizo todo lo posible por sostenerse mientras lo llevaban hacia el ala del hospital con Mangel detrás. El asesinato había sido un éxito. Defensa propia, con pruebas aquí mismo en su hombro y brazo. Ningún tribunal en la región le condenaría cuando era su palabra contra la de un muerto.

Su camisa estaba empapada con sangre y la herida en su antebrazo dejaba un rastro de ella detrás de él, su visión tornándose borrosa. Giró su cabeza para mirar a Quackity y vio que la cara de su compañero de celda estaba pálida, su mandíbula apretada.

— ¡Chupa pollas! —Refunfuñó Vegetta sin aliento y Quackity lo miró, sus ojos como el acero, su expresión feroz y Vegetta comenzó a reírse sin razón. Sus piernas se torcieron cuando entraron en el ala hospitalaria y la última cosa que recordó fue que se reía mientras unas ásperas manos le colocaban en una camilla.

ANĐ SØ IS ŁØVE [V&Q]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora