| Capítulo 13 |

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Los siguientes días fueron horribles en el trabajo. Me sentía acosada y fuera de lugar. No supe en qué punto mi lugar seguro se convirtió en una casa de terror. Desde que dije que iría, todos los días el Doctor Guzmán lazaba indirectas en sus comentarios ó en algunas ocasiones si era demasiado directo.

Llegó el temido viernes. Ese día dejé salir temprano a los pasantes y yo también me fui temprano a casa, no quería encontrarme con él por los pasillos, ni siquiera fui a comer ese día. Cuando le pedí a mis pasantes que me mandaran la ubicación, me di cuenta que el bar estaba muy cerca del museo histórico, además que había muchos bares alrededor. Pudieron haber elegido uno más cerca, pero no. Me quedaba bastante lejos de donde vivía, además de que también estaba demasiado lejos de los laboratorios, así que supuse que muchos de irían saliendo de la hora laboral.

Arribé al edificio. Jabir se sorprendió al verme atravesar la puerta principal, ya que nunca me veía llegar, porque cuando él salía, yo seguía en el trabajo, sólo me veía, en algunas ocasiones por las mañanas, cuando él llegaba temprano y yo me iba un poco tarde.

Me miró extraño y frunció el ceño.

— ¿Pasó algo ó por qué llega temprano?

—Es una larga historia, Jabir. Algún día te la contaré, pero por lo pronto lo que quiero es tomar una larga ducha.

— ¿Está bien?

—No te preocupes, estoy bien—respondí aunque en realidad, anímicamente, no lo estaba.

Saliendo del elevador me encontré con mi vecino de al lado. Sonrió al verme.

—Doctora bacterias, ¿A qué debemos el honor de verla con la luz del día un viernes?

En automático puse los ojos en blanco.

—Larga historia.

—Y me encantaría escucharla, pero como ve, voy de salida—Vestía con su uniforme y arrastraba consigo una pequeña maleta. Estaba recargado en la puerta evitando que se cerrara— ¿Quiere que le traiga algo de su patria? Tengo un vuelo para México.

—Llévame a mí de regreso—debí responder, pero en cambio negué con la cabeza. Salí y él me detuvo del brazo

— ¿Valentina, está bien?

Asentí, pero sentí que no me creyó del todo. Miró su reloj y me soltó.

—Maldición, ya voy tarde. Pero si necesita a alguien con quien hablar, siempre puede mandarme un mensaje, tal vez no responda de inmediato, pero lo haré.

—No te preocupes, no necesito de ti—él negó con la cabeza, caminé con rumbo a mi departamento y se metió al elevador, sólo escuché como se cerraron las puertas.

Lo primero que hice fue tirarme en la cama mirando hacia el techo. Dejé en el suelo mi mochila y aventé, a un lado de mí, el celular. Estuve así por varios minutos. Cuando por fin, pude levantarme fui al baño y me preparé la tina para un baño. Faltaban varias horas para la dichosa fiesta, así que no tenía prisa, además de que me faltaban ganas. Estuve cerca de 30 minutos en la tina, con una toalla en la cara, cuando escuché que mi celular comenzó a sonar, salí de ella, me sequé y me dirigí a mi habitación, lo tomé y vi que tenía una llamada pérdida de un número desconocido. ¿De quién era? No me gustaba regresar llamadas de quienes no tenía registrados, por malas experiencias con ese tipo de números en México, estuve a punto de bloquear el usuario, cuando recibí un mensaje de su parte:

"Espero verla en la fiesta, Dra. Valentina. Por cierto, soy el Doctor Guzmán, espero que no le importe que tenga su número".

No respondí y aventé el celular en mi cama, ¿cómo consiguió mi número? Seguramente uno de mis pasantes se lo dio. Caminé al baño y me metí de nuevo a la tina.

Salí cerca de las 9:30 de la noche del departamento, pedí un uber cuando estuve en la recepción del edificio. Llegué como a las 10 de la noche al bar, ahí estaba Abigail y otros chicos que conocía de vista del laboratorio, me vio, me saludó con la mano y me indicó que me acercara a donde estaba ella.

— ¡Qué gusto verla! —sonrió—¿Viene sola?

Asentí

—Él tuvo que salir por trabajo—me excusé. Con la mirada busqué por el lugar a la persona que no quería ver.

—No está aquí—comentó ella al ver que miraba hacia todos lados—No ha llegado y agradezco eso.

Ese comentario llamó mi atención.

— ¿Por qué?

Suspiró

—Porque es demasiado—hizo una pausa para buscar la palabra adecuada—no sé cómo explicarlo, pero si se queda lo suficiente, lo verá.

Sólo me limité a sonreír.

Pedí unos martinis en la barra y estuve platicando con ella cerca de una hora, así supe que ella es la mayor de dos hijos, estudio becada al cien por ciento su licenciatura, consiguió esa pasantía gracias a un profesor de su escuela y le gustaría mudarse a Alemania o Suiza a hacer su posgrado. Era una buena persona, me gustó conocer esa parte de ella, y a ella verme fuera del laboratorio, siendo un poco más normal y humana.

Eran cerca de las 11:30 pm cuando llegó Rafael, se notaba que había bebido, cuando se acercó a donde estábamos nosotros y nos dirigió la palabra, su aliento olía a alcohol. Llegó y pidió un par de cervezas a la barra en donde estábamos sentadas nosotras.

—Me alegro verla aquí, doctora, pero ¿por qué tan sola?

—Sinceramente no le interesa saberlo—respondí a la defensiva.

— ¿Qué le he hecho para que me responda de esa manera? Pero ya sabía yo, que iba a venir sola, porque su supuesto galán no existe.

Lo miré con recelo.

—No vino, porque tuvo algo del trabajo—intervino Abigail.

— ¿De trabajo un viernes en la noche? —el tono de Rafael fue un sarcasmo cargado de cinismo— ¿Tuvo una cirugía? No me diga que es médico.

Negué con la cabeza.

—Es piloto y tuvo que volar de emergencia, porque uno de sus compañeros se enfermó y tuvo que cubrirlo—mentí de manera muy convincente.

—Pues la siguiente semana nos volveremos a reunir aquí, para que esta vez lo traiga.

—Si no tiene que trabajar, claro que lo verán aquí

—Esperemos que no le salga un vuelo de emergencia—le dio un sorbo a su cerveza, mirándonos a ambas de manera no apropiada. En ese momento supe a lo que Abigail se refería, cuando no supo como describir su comportamiento.

Vi la hora en mi celular, me despedí de los presentes y salí del recinto, cuando Rafael se fue al baño, no quería que estuviera presente, porque tenía el ligero presentimiento de que me seguiría hasta la salida. Caminé un poco, hasta otro bar cercano y ahí pedí un transporte que me llevara de regreso a casa.

Sabía que había ido muy lejos con mi mentira y era hora de hacerla realidad cobrando un favor que me debían, al final, si tenía que pedirle ayuda a la segunda persona que menos quería pedírselo. 


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Nuestras mañanas de marzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora