Tanatomorphose

sin rumbo

a veces no sé a dónde voy.

no tengo rumbo, no hay un atisbo en mí de control.

voy a donde la marea inhóspita me lleve, a donde mi prosa inválida me guíe.

no tengo pies ni cabeza, no tengo forma o consciencia.

vivo por inercia, porque mi instinto básico sacude mis músculos y hace rugir a mi pobretón estómago.

late mi corazón porque la naturaleza me escribió en su libro. vivo porque es sencillo hacerlo; lo complicado es hallarle una razón.

vivo porque aún no he muerto.

pero no sé por qué vivir.

a veces elijo creer que tomo mis propias decisiones, que arruino mí existencia yo misma, condenándome en el espejo con palabras de cristal que; en el fondo, sé que no es lo que realmente siento. a veces elijo creer que soy yo quien decide qué almorzar, qué película ver o a quién amar.

otras veces, mi corazón cree que hay algo escrito para mí. elije esperar que las grandes hazañas lleguen, y comerse las ansias de dejar de latir hasta entonces; mi alma espera sentada que aquellas razones lleguen, y que cada paso que doy tome su propia forma, única e irrepetible. como una huella digital de mi tránsito por el mundo.

y otras veces, mi más fiel aliado y enemigo a su vez, me recuerda que no hay nada escrito o previsto para mí. no tengo forma ni raíz, y soy lo que me vomita el espejo: un ente de carne que busca su lugar, sin sentido de pertenencia ni orientación. sólo quiero saber a dónde dirigir mis pasos.

estoy en la nada misma. me rodean las floras podridas y la carne marchita. me rodean los caminos sin salida y la gente que camina en muerte; ni ellos mismos tienen la certeza de estar realmente vivos.

mi cerebro me recuerda que no hay paso que pueda tomar, el rumbo no cambiará. porque no hay rumbo, y no hay dónde pisar.

así que no sé a dónde voy realmente, o a dónde quiero ir. voy a ciegas, la negrura acaricia mi piel y todo lo que puedo hacer por ahora es resignarme.

quizás en otra ocasión, encuentre un atisbo de luz.