—¡Ah!
Eddie salta de repente, hiperventilando, sumido en una impenetrable oscuridad. Mira a su alrededor frenéticamente, con el pelo golpeándole en la cara, y algo se mueve junto a él en la oscuridad. Eddie tantea con las manos intentando encontrar la fuente del movimiento, listo para atacar. Pero solo se trata de Steve, quien se apresura a encender la lámpara de noche mientras intenta zafarse del sueño que se aferra a sus ojos.
—Oh —Steve parpadea—. Ey.
Eddie deja escapar un suspiro tembloroso, relajándose marginalmente.
—Joder —Tiene la boca pesada, como si estuvirea llena de algodón, anestesiada. Su cabeza martillea como un yunque mientras intenta alejar de su visión periférica destellos cegadores de fuego carmesí y murciélagos. Una luz afilada y cortante, como un rayo, ilumina momentáneamente uno especialmente grande. Eddie se encoge sobre sí mismo al sentir sus colmillos hundirse en su piel, desgarrando su carne… pero la imagen se desvanece en cuanto parpadea.
“Ah… todavía majara, entonces”, piensa.
Hace una mueca cuando el dolor de sus heridas lo asalta, ligeramente distante pero aun así presente.
—Creo que deberías volver a tumbarte —apunta Steve—. Te voy a por un poco de agua —Se levanta de la frágil silla de madera en la que había estado sentado junto a su cama y que apenas podía sostener su peso.
No es posible que haya estado durmiendo en eso.
Pero parece ser que sí a juzgar por cómo suena su espalda cuando se la cruje antes de estirar los brazos y el cuello.
—Oookey —responde Eddie, y procede a no tumbarse. Pero sí que espera pacientemente, intentando no volver a dormirse al instante. Estar despierto es infinitamente mejor que la alternativa.
Steve regresa con un vaso de agua y lo posa en la mesilla de noche junto a Eddie.
—Soy Steve… ¿Steve Harrington?
Eddie se queda mirándolo.
—¿No? Nos conocimos hace, eh… bastante poco, la verdad, me atacaste con una botella, o sea, no te culpo ni nada, estabas en una situación súper estresante…
—Sé quién eres, Harrington —le interrumpe Eddie.
—Bien, bien… eso es bueno. ¿Cuántos dedos tengo levantados? —continúa Steve.
—Treinta y siete. ¿Vas puesto de algo? —Eddie alza una ceja a la vez que agarra la mano de Steve y le baja los dos dedos que estaba poniéndole prácticamente en la cara.
Steve se relaja visiblemente y exhala.
—Nos diste un buen susto, tío. —Hace un gesto hacia el torso vendado de Eddie— ¿Cómo te encuentras?
Eddie levanta los brazos y se mira con curiosidad, dándole vueltas a la respuesta.
—Pues como… —Baja los brazos y sus labios se curvan lentamente en una sonrisa, y con su característica voz pausada y rasposa, responde— Como si estuviera de resaca. Y como si unos ocho…rrocientos mil murciélagos me hubieran pegado un bocado. Sorprendente, lo sé.
Parece vagamente avergonzado y el estómago de Steve hace una voltereta. Steve sigue sin acostumbrarse al hecho de que alguien como Eddie, que ha pasado por tanto y a quien todo el pueblo considera un violento asesino en serie, todavía pueda sonreír así y con tanta sinceridad.
Y justo entonces es cuando Steve recuerda que se supone que tiene que decir algo y no simplemente… quedarse mirando. Decide que resoplar es una respuesta tan buena como cualquier otra.
ESTÁS LEYENDO
El Otro a mi Lado
FanfictionO: resulta que al grupo sí que le importa Eddie y lo rescatan del Otro Lado. Cabe la posibilidad de que Steve no sea consciente de la naturaleza de su floreciente relación con Eddie. Cabe la posibilidad, también, de que Eddie vuelva a descubrir que...