Me desperté. Ya se me había hecho tarde para mi primer día en el instituto. Así que me puse lo primero que encontré y bajé corriendo las escaleras; mi madre estaba en la cocina terminando de beber su café.
Al verme, me dijo: “Ya vas tarde, no sé para qué te inscribiste”.
Yo rodé mis ojos y la fulminé con la mirada antes de contestarle: “Yo sí quiero ser alguien en la vida… No como tú”.
Dijo algo más, pero la ignoré y azoté la puerta principal al salir de casa. Mi madre siempre me hacía lo mismo, sobre todo desde que mi padre murió.
Al volver a casa luego del instituto, me encontré con un muchacho desconocido. Él era alto, su cabello era color chocolate y sus ojos eran color avellana, no se veía de más de veinticinco años.
Me sonrió y me dijo: “Tú debes ser Rayita Villavicencio”. Sí, ese era mi nombre, así me había puesto mi padre en honor a mi abuela.
“¿Y tú quién eres? ¿Qué haces en mi casa?”, le pregunté desconcertada.
Él no se inmutó, se limitó a decir: “Llámame Luismi, soy tu nuevo niñero”.
“¡¿Qué?!”, exclamé. Mi madre debía estar demente si creía que podía ponerme un niñero a los dieciocho años.
Entonces, ella bajó las escaleras de la mano de su novio más reciente, un tal Chayanne.
“Rayita, Luis Miguel se quedará a cargo de tu cuidado mientras nosotros nos vamos a Los Cabos”.
“¿Pero por cuánto tiempo te irás?” pregunté angustiada.
“Aún no lo sé, el tiempo que sea necesario para que reflexiones sobre tu conducta”.
Eso fue lo último que dijo antes de marcharse y dejarme a solas con el extraño.
Luismi me preguntó: “¿Vemos una película?”.
“¡No!”, grité. Corrí a mi cuarto y azoté la puerta.
Él pateó la puerta y entró tras de mí: “A mí no me vas a estar azotando la puerta. Yo estoy a cargo y me tienes que obedecer”.
“Por supuesto que no”, dije mientras lo fulminaba con la mirada. “Yo ya soy una adulta”.
“Pues para ser adulta no te comportas como tal”.
Fruncí el ceño, sintiéndome ofendida y humillada. “Sal de mi habitación”.
Luismi se encogió de hombros y salió haciendo una mueca. Yo me tiré sobre la cama y, después de llorar por un largo rato, caí en los brazos de Morfeo.
A la mañana siguiente, salí en puntillas de mi habitación. No quería hacer ruido, así evitaría encontrarme con Luismi antes de ir al instituto.
Mientras caminaba por los pasillos, tuve un mal presentimiento. La casa estaba demasiado silenciosa, no había rastro de otra persona.
Cuando llegué a la sala me percaté de la desgracia: “¡Ese infeliz!”.
El supuesto niñero había aprovechado la noche para robarnos. Habían desaparecido los electrodomésticos, la pantalla de la sala, mi computadora portátil y algunas joyas de la abuela Rayita.
Sentí las lágrimas correr por mis mejillas, estaba llena de rabia. Intenté llamar a mi madre, pero no contestó; siempre estaba demasiado ocupada.
No me quedó más que marcharme al instituto, sola, pobre y tarde, como de costumbre.
ESTÁS LEYENDO
El niñero
FanfictionEn una bella clase de creación literaria nos pidieron hacer un cuento. Mientras que nuestros compañeros hacían verdaderas obras de arte, nosotras decidimos ponerle un poco de humor y hacer esto. Ojalá no sea flop :)