Único

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12:00 p.m. hora New York.

—Sí, sí hombre, claro que alcancé a llegar al vuelo, ya no me regañe muñeco, se supone que solo es media hora para que esto despegue, algo del combustible, si no se retarda más esto estaré allí a tiempo para el lanzamiento y si no, llegaré para el cóctel por lo menos, ya voy a colgarle que estoy aquí en el avión y tómese un calmante por favor —luego de escuchar la respuesta a gritos a través del celular, Mario finalmente pudo colgar y suspiró acomodándose en aquel asiento de avión que afortunadamente para él se encontraba sin acompañante hasta ese momento.

Todo estaba tranquilo, los pasajeros seguían abordando, después de todo como le dijo a Armando, sí había llegado a tiempo, seguía mirando de reojo la entrada a la vez que se colocaba unos audífonos para poder escuchar algo de música mientras pasaba la espera pues estaba demasiado aburrido, sin imaginar que luego de unos minutos, justo antes de que se cerrarán las puertas de aquella primera clase, subió un hombre alto, que dada su vestimenta asumía también era un ejecutivo, con cabello castaño claro y ojos color verde, llamó la atención del colombiano, oh cómo esperaba que le tocara de compañero ese hombre de semblante serio y mirada sensual. Raramente, no dejaba de recordarle a alguien pero no podría decir bien a quién.

Lastimosamente para Mario, una vez el hombre subió, caminó en busca del lugar señalado en su boleto y no era a su lado aunque para su fortuna tenía una buena vista de este, se encontraba en un asiento frente al de él pero en la siguiente fila de lado izquierdo, no podía quejarse, al menos tendría una linda vista por lo que restaba de su viaje.

[...]

—Disculpe, ¿podría traerme agua?, por favor —preguntó Mario a la azafata, a su vez que aclaraba su voz, había pasado 20 minutos desde que había hablado con Armando y acababa de despertar de la pequeña siesta que había tomado.

No pasó más de 5 minutos cuando la chica había regresado con su pedido, y luego retirado después de que Mario le haya dado las gracias. «Qué aburrición» pensó el castaño recargando su cara en uno de sus brazos y también bebiendo agua, le gustaba viajar y no le molestaba que fuera por trabajo, pero le aburría demasiado las horas que pasaba en el avión, y le desesperaba más cuando el vuelo se retardaba por cosas como el combustible o lo que fuera, habían dicho solo 30 minutos para que despeguen pero no parecía que realmente pronto lo hicieran.

“Ya te dije que no voy a dejar este negocio solo en tus manos, Armando, y es mi última palabra”.

Una voz grave que parecía molesta lo sacó de sus pensamientos, arqueó las cejas interesado cuando encontró la fuente de esta; era aquel rubio que había subido al último, parecía molesto mientras hablaba por teléfono, casi parecía haber escuchado sus pensamientos porque ahora todo se había vuelto más interesante para Mario, hablaba español, y si no se había confundido, peleaba con alguien llamado “Armando”, tal vez eran almas gemelas, rió en sus adentros.

“No, porque tú y Ricardo nos llevarán a la ruina”.

Uh, sonaba cada vez más molesto aunque parecía que trataba de ser discreto, él lo escuchaba perfectamente, comenzaba incluso a sentirse mal por el hombre, se había puesto rojo de coraje por lo que sea que la otra persona le decía, Mario arqueó sus labios en una pequeña sonrisa al pensarlo detenidamente, ya sabía a quién le recordaba: Daniel, él también se ponía de ese color cuando peleaba con él y con el presidente, además le parecía tan guapo como él, o incluso un poco más, en verdad cada uno tenía lo suyo; como fuera sin duda quería descubrir si él como Daniel también se ponía rojo una vez que estaba acalorado, siendo montado por Mario.

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