Strong and brave (AU)

Capítulo diecinueve. Especial.

Harry estaba arrodillado en la cama, con los brazos apoyados en la ventana y su mentón recargado en ellos. Observaba con admiración el paisaje de película que lo rodeaba: las flores coloridas y llenas de vida, el sol resplandeciente alegrando el día y las hectáreas de suelo verde perdiéndose en el horizonte. Pero lo mejor era el cielo, tan celeste y precioso que le recordaba al mar.

Miró a Louis en busca de su mirada, sin encontrarla. El ojiazul, recostado con su espalda en la cabecera de la cama, tenía puestos unos anteojos de lectura y sostenía entre sus manos un libro que en la tapa se ilustraba una pareja bailando sobre una luna roja. Los rayos del sol pegaban de lleno en su cara haciendo que su piel y su cabello castaño brillen a la par, y las pecas en sus mejillas creaban constelaciones increíblemente hermosas.

—Lou...

Louis lo miró por unos segundos y tarareó un sonido de afirmación sólo para que sepa que le estaba prestando atención, luego volvió su vista al libro.

Harry gateó por el colchón hasta llegar junto a él. Le quitó las sábanas de encima y fue lo más cuidadoso posible al momento de sentarse sobre sus muslos, con las piernas flexionadas a los costados de su cuerpo. Le quitó los anteojos y los dejó sobre la mesa de noche.

Louis parpadeó un par de veces. Dejó el libro a un lado y sus manos bajaron a la cintura del menor casi como si fuese un reflejo, ya acostumbrado a tal íntima y cercana posición.

—¿Qué pasa? —inquirió. No es que no sabía que su chico estaba demandando su atención, es sólo que le gustaba escucharlo de sus propios labios.

Harry lo miró por encima de sus pestañas, moviéndolas de forma lenta y coqueta. De vez en cuando, le gustaba jugar.

—Nada. —Sin embargo, acarició con sus largos dedos la piel dorada y descubierta del torso de Louis. Recorrió desde su cuello hasta su vientre como si estuviera trazando las líneas de un mapa.

Louis sonrió divertido.

—¿Nada? ¿Seguro? No... —Se cortó. Le pareció mucho más interesante la forma en la que Harry comenzó a besarle el cuello que hablar, así que se perdió en la sensación cosquilleante de aquellos labios presionando en su piel con la delicadeza que tiene un diente de León al desplazarse en el aire. Giró la cara para darle más acceso porque sabía que los dos necesitaban algo de contacto—. Hoy estás hermoso —le dijo como un cumplido. Y era verdad, su chico había amanecido con la belleza a flor de piel y sería un completo tonto si no se lo dijese.

El ojiverde se detuvo. Un revoloteo se instaló en sus entrañas tan sólo un segundo después de que ese par de palabras tan simples pero significativas salieran de aquellos labios finos y rosados. Sintió como el calor le subía directamente a la cara como una bola de fuego que quemaba su interior, y lo cierto es que ni siquiera intentó ocultar el bermellón que tiñó su cara ni mucho menos la sonrisa tímida que le fue imposible evitar hacer, como tampoco resistió el impulso de frotar los pómulos filosos de Louis con sus pulgares.

—Gracias —fue lo único que dijo antes de besarle los pómulos. Le rodeó el cuello con los brazos de manera que su torso ahora estaba pegado al de Louis, y quizás maldijo internamente el momento en el que decidió conservar su camisa puesta porque, si no fuera por eso, ahora sus pieles estarían haciendo el contacto que tanto deseaba. Volvió a bajar a aquella zona de calidez en el cuello del ojiazul, aquel trozo de piel cerca de su nuez de Adán que le parecía adictiva. Respiró hondo antes de entreabrir los labios y dejar que su lengua se abra paso a explorar los tesoros que se escondían debajo de esa tersa dermis.

Un ronroneo suave salió de la garganta de Louis. El encanto que sentía por estar recibiendo tales muestras de amor se plasmaba en su cara, en sus labios curvados en una sonrisa ladina y en las líneas de expresión marcadas a los costados de sus ojos a consecuencia de su sonrisa. Sus manos se movieron hasta la pronunciada curva de la espalda baja de Harry, donde ejerció una mínima de presión.