Capítulo 40: Heridas

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TW: Escenas de abuso físico y psicológico

Diciembre 20, 1972

Número 12 de Grimmauld Place

Habitación de Stella

6:32 p.m.

No era necesario mantener una oreja pegada a la puerta para escuchar lo que ocurría fuera de aquella habitación. Eran una mezcla de golpes, gritos y alaridos, acompañados con unos destellos de luz verde que se podían ver por la ranura bajo la puerta.

Stella observaba fijamente la puerta con temor de abrir la puerta en ese momento. Aún no entendía por qué su papá no salía de aquella habitación para interrumpir lo que ocurría, por qué nunca hacía nada.

Se volteó a ver un momento a su hermano, quien se había quedado con ella. Regulus quizás estaba más asustado que ella. Se había cubierto los oídos con sus manos y cerró los ojos murmurando una pequeña canción, buscando la manera de no llorar. Stella lo rodeó con sus brazos y lo apegó a su cuerpo, continuando con la canción que él tarareaba. Acarició su cabello despacio.

Una vez sintió a Regulus más calmado, tomó su diario y buscó entre las cosas que había escrito. Comenzó a contar la historia de tres reyes que les habían prometido un trono, pero debían superar cuatro pruebas para poder llegar a serlo.

A la par, recordaba lo que había ocurrido con Sirius antes de aquella situación.

A decir verdad, ella tampoco comprendía cómo terminaron en un castigo tan severo. En sí, comenzó con ella haciéndole un regalo pequeño a sus amigos y a Severus Snape. No tenía sentido por qué se lo hacía a los ojos de su hermano mayor, pero ella lo hacía a manera de disculpa por el incidente a inicio de año escolar.

Sin embargo, debía admitir que le gustaba un poco aquel chico. Le parecía lindo.

Trató de no enfocarse en ese detalle, no era lo importante en ese momento. Después de pedirle ayuda a Kreacher para hacer galletas, comenzó a escuchar a su mamá quejándose del comportamiento de Sirius en la escuela.

Ella era consciente de que Sirius era bastante listo. Casi sin necesidad de estudio, recordaba la información fácilmente, por lo que pedirle ayuda resultaba sencillo gracias a que tenía mucho tiempo libre.

Lo que hacía en ese tiempo libre era lo que terminaba perturbando la paz de Walburga Black.

—¿Sabes la vergüenza que me haces pasar cada vez que me llega una carta de tu jefa de casa porque decidiste hacer una de tus estúpidas bromas?—gruñó su madre sujetando varias cartas con sellos rojos.

—La misma que yo cuando recibo tus vociferadores—murmuró Sirius antes de sentir como su madre sujetaba sus mejillas con fuerza.

—¿Qué dijiste?—Ella le dio su mirada fría. Stella decía que era como ver a Medusa a los ojos, pero en vez de piedra, debías darte por muerto.

—Mira, ya debo soportar al desgraciado de tu padre como para aguantar también tus groserías—lo soltó con fuerza, viendo cada detalle de él con desprecio—. Tu actitud siempre fue horrible, pero empeoró una vez te comenzaste a juntar con esos dos raros y ese chico, Potter, ese desgraciado traidor a la sangre...

—¡No hables así de James!—le contestó mirándola fijamente.

—¡No me respondas!—ahí, Walburga le soltó el primer golpe. Fue directo a su rostro usando el dorso de la mano.

Sirius se encogió casi de inmediato por eso. Parecía que todo el valor que sentía había abandonado su cuerpo.

Su madre lo miraba desde arriba, se notaba la superioridad que ella sentía en aquel momento.

La Noble Casa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora