TE EXTRAÑE
Steel
No he dormido nada, estoy tirado a los pies de los mellizos que duermen mientras el sol sale, y lo único que me logra poner de pie es el que toquen la puerta. La abro saliendo de la habitación y mis ojos encuentran a Isacc que reluce las bolsas debajo de sus ojos.
—¿Qué? —pregunto.
—Tengo que hablar contigo. —espeta serio y me veo alejándome de la puerta de los mellizos hasta la sala de juntas del lado norte de la casa. Los destrozos de la batalla de ayer siguen intactos, incluso todavía hay humo de los daños.
—¿Qué tienes que decirme? —le pregunto al esposo de mi hermana quien se mantiene serio con los brazos cruzados mientras yo zambullo la cabeza en el lavamanos lleno de agua. No respiro y suelto aire a los pocos segundos viendo las burbujas que sube cuando subo la cabeza pasándome la mano por la cara, me giro y Isaac se mantiene de pie en la puerta del baño y tardo unos segundos en tomar la toalla que me tiende.
Me seco la cara a la espera de que hable pero me veo obligado a retirar la toalla de mi cara, mientras la parte de adelante de mi cabello esta mojado, y las gotas caen en mi camiseta y lo observo.
—Melanie está viva. —dice con una seriedad interrumpible en su rostro mientras todo mi cuerpo se mantiene duro, mientras el dolor en mi pecho es algo que desaparece con una rapidez que solo le da paso al alivio.
—¿Qué estás diciendo? —pregunto mientras mi mente solo tiene a los mellizos en ella.
Me dice que cuando mató a Valerio. Tomó sus cosas. Su teléfono. Lo desbloqueo y por ello fue por mis hijos y mis sobrinos.
—La está prostituyendo en algún lugar en Italia o Sicilia. —dice y doy un paso atrás.
No sé de donde escucho el sonido. Un claro <<Crack>>. Más bien si se de donde lo escucho. De mi corazón.
Adriano logró lo que quería. Me ha abierto otra herida que lleva su nombre. Y que sangra a chorros junto a las otras.
El problema de no sanar es justamente ese. Que cuando olvidas la herida, cuando crees que ha sanado, simplemente por ello, porque has olvidado sanar, esta vuelve a sangrar con el más mínimo toque y sientes que te han metido alcohol en la herida que arde y pica cuando se supone que el olvido, debía ya haber cicatrizado.
Quiero gritar.
Quiero ser humano.
Quiero llorar.
Pero no puedo. No puedo darme el lujo de ser humano, cuando ser bestia es lo que más bien me sale.
—¿Tienes un plan? —digo con la dureza en mi rostro.
—Tenemos a Stark a nuestro favor, al comando italiano, y al mismo Adriano. —dice Isaac. Se ve extremadamente cansado y no es el tipo de cara que tienes cuando te han montado toda la noche.