Capítulo 26: una despedida.

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En Tullen, capital de Ross. El mensajero había entregado la carta hacía dos días, los refuerzos y suministros que se pedían en la carta ya casi estaban listos. Lo único que faltaba era que la reina Medeia, soberana regente en ausencia de Julius, terminara unas preparaciones para el Salvador de Ross. Entre los suministros se encontraban armaduras, espadas, materiales para construir un posible fuerte y las herramientas necesarias, toneladas de comida, agua, medicinas y todo lo necesario para abastecer a un gran grupo de poco más de 19.000 bocas, incluyendo a los hombres en el frente y los refuerzos, durante un mes. Los refuerzos constituía de 3 ordenes de caballero de Ross; unos 360 caballeros, 7 unidades de magos de batalla; unos 110, 5 unidades de sacerdotes; unos 100 sacerdotes, 3 unidades de magos sanadores; unos 70 magos sanadores, y los 8.360 restantes eran soldados en estado de reserva del ejército permanente de Ross.

De por sí, los refuerzos constituían en un gran número al igual que los suministros. Mientras las preparaciones finales se ponían en marcha, la reina Medeia se encontraba con el Salvador, Julián, y las princesas. Solos en una gran habitación de gran similitud a las sala del trono, sí de gran similitud, lo único que diferenciaba esta sala de la sala del trono, era que en esta no había trono y habían muchos mapas nacionales y continentales a diferencia de la sala del trono la cual no tenía mapa alguno. En esta sala, la reina le entregaba con sus propias manos, no por medio de sirvientes, un collar, una pulsera y un anillo.

"Por favor tome esto, mi señor"

Julián aceptó los objetos que la reina Medeia le obsequiaba.

"¿Y esto es?"

Julián los puso en sus manos observando que tenía de especial esos tres objetos.

"Son objetos que los anteriores reyes de Ross dejaron en el almacén real. Con las instrucciones de que si algún día el gran Salvador viene a estas tierras, todo, absolutamente todo lo que se encuentre en el almacén real, le pertenecerá a él y solo a él. En momentos de crisis, se pueden usar los objetos para proteger la nación, pero, nunca para uso propio"

Medeia empezó a relatar las antiguas instrucciones de un día el Fundador dio a su hijo.

"Porque si se usan para uso propio, la persona que lo usó para su propio beneficio será castigada severamente"

La reina puso una expresión amarga y apartó levemente la mirada de Julián y los objetos. Probablemente ya había visto previamente lo que el castigo le hacía a aquél que rompía aquella regla.

Julián, miró aquellos objetos con cierta duda y asintió.

"Bueno...no creo que me vayan a hacer un mal así que me los pondré"

Julián trató de ponerse primero el collar, pero como sus manos ya estaban sosteniendo los otros dos objetos no podía colocárselo en su cuello.

Las princesas notaron esto y se acercaron rápidamente a Julián para sostener la pulsera y el anillo y así hacer que aquella persona considerada casi como una deidad pudiera colocarse el collar que sostenía en sus manos, en su cuello.

"Oh, gracias pequeñas"

Julián las miró y les dio una pequeña sonrisa. Las dos princesas bajaron su cabeza mientras que en sus manos sostenían cuidadosamente los dos objetos que prontamente estarían en posesión de aquél llamado Salvador.

Luego de ponerse el collar, una de las princesas, Leslie, extendió sus manos hacia Julián entregándole el anillo. Julián tomó el anillo y se lo puso rápidamente para no dejar a Leslie tanto tiempo con los brazos extendidos. Después, Lexia extendió sus manos entregándole el brazalete y Julián también lo tomó colocándoselo rápidamente en su brazo izquierdo.

"Gracias, reina y princesas"

La mujer y las dos chicas bajaron sus cabezas y en una sola voz hablaron.

"Gracias a usted, mi señor. Usted se dirige hacia la batalla por petición de mi esposo/padre. Por eso, gracias"

Julián asintió y salió de la sala acompañado por la reina y las princesas. Caminaron casi por todo el castillo por alrededor de unos 15 minutos hasta que llegaron a las puertas de éste.

"Me dirigiré a la puerta este entonces" dijo Julián.

"Por favor cuídese" respondió Medeia bajando levemente su cabeza.

"Entiendo"

Apenas Julián dio un paso para abandonar los terrenos del castillo, fue detenido abruptamente.

"Por favor cuídese mucho mi señor"

"Sí, cuídese y por favor no caiga"

Las dos princesas se encontraban aferradas a la cintura de Julián apretándolo fuertemente y sin intenciones de dejarlo ir. Sin embargo, ellas sabían que tenían que dejarlo ir, al fin y al cabo, el destino del joven de negra armadura con extraño patrón floral ya había sido decidido cuando acudió en ayuda del llamado de Julius. Por esta razón ellas no lo querían dejar ir.

Con los ojos llorosos, ellas ya lo sabían y aun así decidieron dejarlo ir. Esperando que aquél destino no se cumpliera. Fue entonces que cuando lo soltaron, cuatro pares de manos aparecieron en los hombros del joven y arriba de este se veían las siluetas de 8 mujeres que miraban fijamente al joven y cuando las princesas las miraron, estas posaron su miradas sobre las princesas y todas las 8 mujeres llevaron uno de sus dedos índices a los labios indicando que guardaran silencio sobre lo que habían visto. Las princesas sonrieron y dejaron ir al joven bajo el cuidado de las 8 mujeres que al parecer lo cuidarían en la travesía en la que se adentraba.

Las princesas se apartaron un poco viendo como la espalda del joven se alejaba poco a poco y desde su interior rezaron por la salud y bienestar del joven.






Un capítulo algo corto, espero lo disfruten. 

El surgimiento de un guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora