Capítulo 33

374 35 17
                                    

Posiblemente ya llevaba unos 30 minutos parado frente al pasillo de rehabilitación del hospital dudando si entrar o no.

Lo cierto es que toda la noche el rostro de esa mujer lo estuvo atormentando a tal punto que casi ni pudo dormir, no podía dejar de pensar en ella, en lo mucho que le recordaba a Hange, esos ojos, esa voz, pero sobre todo esa maldita sonrisa, pero sonaría como un acosador si le mencionaba algo al respecto, todo eso lo perturbaba, trataba de convencerse de que había visto mal, últimamente pensaba mucho en Hange, le hacía más falta que nunca cuando se daba cuenta lo buena y tranquila que era su vida, imaginando como le hubiera gustado que ella con su espíritu tan alegre lo viviera, pero no era posible, no había podido verla morir, pero los mocosos sí, ellos le lloraron, nunca quiso saber los detalles pero los había visto sufrir por ella, así que lo que había visto en esa mujer debía ser un espejismo de su mente y nada más.

Ya tenía fecha para que le colocaran el aparato que usaría para poder caminar sin necesidad de bastón o silla, así que no tenía nada más que hacer ahí. Se estaba dando la vuelta para poder irse cuando esa voz lo volvió a paralizarse.

— Levi, viniste.

La vio y sintió una patada en el estómago, tenía que ser una maldita broma, ahí estaba ella, con su uniforme de hospital caminando, dando saltitos hacia él saludando con la mano.

— No, yo...

— ¿Viniste a verme?— lo miró de forma coqueta.

Abrió la boca sin saber qué decir y las palabras tampoco aparecían cuando ella lo miraba tan fijamente, pero empezó a reír.

— Solo estoy bromeando, anda vamos, te ayudo con las terapias.

Lo tomó del brazo y prácticamente lo arrastró por el hospital hasta el área de terapia física, le dio un traje de baño para los ejercicios de piscina diciéndole que le avisara cuando estuviera listo.

Se maldijo internamente, no tenía porqué estar ahí, ahora iba a pasar unas horas con esa mujer para la terapia, lo peor es que no quería irse, no quería admitirlo pero su cercanía no lo molestaba, todo se había sentido tan natural, sabía perfectamente la razón y eso era por su parecido con Hange, habían pasado un poco más de tres años y era imposible dejar de amarla, nunca lo haría, cada día la extrañaba más, a veces solo pensaba en el momento en que fuera su turno de irse para poder verla otra vez, también se odiaba por pensar así, ella se había sacrificado para que él viviera, no solo ella, muchos de sus amigos habían perdido la vida por la misma causa, Erwin, Mike, Nanaba, Moblit, podría nombrar a muchos, incluso a veces sentía que ellos merecían más estar ahí que él, pero luego pensaba en que no podía ser tan malagradecido, era una oportunidad que todos le habían dado, a pesar de eso lo cierto era que la sensación de vacío que Hange había dejando en su vida no podría repararla hasta que pudiera tenerla en sus brazos otra vez.

Por eso lo abrumaba que llegara esta mujer a su vida, si ella estaba cerca pensaba más en Hange y eso dolía, nadie podría imaginar la impotencia que le daba tener la viva imagen de la mujer que había amado por tanto tiempo, por quién había sufrido al perderla y saber que no es ella. Resopló antes de quitarse la ropa y ponerse el traje de baño completo que le dieron para la terapia, definitivamente lo esperaba un largo día.

— Impresionante.— no había sido nada discreta al mirarlo de pies a cabeza.— Anda vamos, deja el bastón ahí.

Sintió unas cuantas miradas sobre él mientras que Ava lo ayudaba a bajar a la piscina, ya lo había hecho antes y siempre era la misma reacción la cuál no comprendía, no dejaba de hacerlo incómodo. Cuando llegaron a las barras ella le indicó los ejercicios que haría primero con su pierna lastimada, siguió al pie de la letra todo lo que le había dicho, todo parecía tan normal, antes si no era Gabi quien lo ayudaba, podía ver la incomodidad de otros enfermeros ante su presencia, tampoco es que fuera a culparlos, sabía que su carácter no era el mejor, por su parte Ava parecía feliz, aplaudía cuando él hacía las cosas bien, lo felicitaba terminando cada ejercicio, no la estaba pensando tan mal como pensó que sería.

— Voy a tener que cubrirte si quiero que las demás se concentren en sus pacientes.

— Tsk.— le dio una mirada asesina.

— No me mires así.— golpeó con un dedo su frente.— No es mi culpa que cuando pases las dejes a ellas soltando suspiros.

Le señaló algunas enfermeras que conversaban entre ella entre risitas y sonrojadas mirándolo.

— Ahora quiero que camines, pero solo apoyando tu pierna, vamos a fortalecerla un poco, usa ambas manos para sujetarme, yo me encargo de la pierna sana.

Dicho esto se sumergió y lo tomó del tobillo elevando su pierna. Levi avanzó hasta el final de la barra y luego regresó, pudo repetir el ejercicio cinco veces, ida y vuelta, pero empezando la sexta Ava le soltó la pierna y sujetó su torso para que no cayera, ese había sido su límite. Estaba exhausto, pero no por eso iba a ignorar las manos de ella sobre su pecho, había temblado ligeramente por el contacto a pesar de que la ropa los separaba, no sabía qué hacer o qué decir.

Cuando levantó la cabeza ella tenía ese brillo en sus ojos y lo miraba con ternura.

— Lo hiciste muy bien, lo siento si te llevé a tu límite, pero quería saber en qué trabajar.

— Estoy bien, ya puedes soltarme.

— Ah, lo siento.— se había sonrojado y lo soltó asegurándose de que tuviera equilibrio.— Eso será todo por hoy, ¿no trajiste tu silla de ruedas verdad?

— Puedo caminar.

— ¿Después de la terapia?— ella negó con la cabeza.— Ni hablar, yo te llevaré a tu casa o a la la tienda de té, mi turno está por terminar.

— No tienes que...

— Oh por favor, insisto, además somos amigos, acepta mi ayuda.

Se dio cuenta que no podía decirle que no, así que solo se encogió de hombros y ella agrandó su sonrisa, lo ayudó a que saliera y lo acompañó al vestidor, le dijo que se cambiara en lo que ella también se alistaba y conseguía una silla de ruedas.

Cuando salió ella ya lo estaba esperando, en la silla de ruedas lo llevó hasta su auto, para después dejarlo en la puerta de "la sonrisa de H. Z.", bajó sin problemas y agradeció antes de entrar.

— Jefe, ¿le fue bien? ¿va a retomar las terapias?— le preguntó la joven morena que lo veía animado.

— Eso creo Nayah.— dijo con simpleza.

— Me alegro por usted, yo me encargaré de la tienda para que tenga el tiempo que necesite, ¿se irá a la casa?

— Si, regreso en unas horas.

Salió por la puerta trasera del local y cruzó la pista llegando a su vivienda, se recostó en su cama, vio la foto en su mesa de noche, en un momento así esperaba que ella lo estuviera viendo

Mira que lejos hemos llegado (LEVIHAN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora